RAJAZ
Me pasó mucho en los años ochenta. Tras el esplendor del rock sinfónico en la década anterior, todos los grupos y artistas que me atrajeron fueron cayendo en nuevas vertientes que iban alejándolos de su espíritu inicial, que además fue el que me atrajo. Esto mismo me sucedió con Camel. Tras sus tres soberbios y míticos discos del inicio, iniciaron una senda de madurez y sofisticación que les llevó, a través de la locura lunar, hacia su álbum álgido a mi parecer, Danzas Pluviales, obra de una elegancia y un ensoñación sublimes. Mantuvieron aún una pequeña meseta que les trajo Sin respiración, tras el cual empezaron los problemas en el grupo, con el conflicto entre sus dos líderes, que no enemistad, y que empujó al conjunto a una crisis que acabó con el abandono de Peter Bardens. Eso se dejó notar en el siguiente álbum, y, tras él, un poco en la pérdida de contundencia en su música con la composición de Nude, un disco que podía considerarse pequeña ópera rock, que, a excepción d...