Veinte labios soneteados y ocho octavas encadenadas
Cúbreme, amor, el cielo de la boca con esa arrebatada espuma extrema, que es jazmín del que sabe y del que quema, brotado en punta de coral de roca. Rafael Alberti EXORDIO Todo comenzó con la visión de los labios más bonitos que jamás había tenido la oportunidad de contemplar a la distancia de un palmo de narices. Todo en la faz de su dueña los adobaba, como el pícaro fruncido de su frente al enarcarse su ceja como ballesta certera de los dardos de su mirada, mientras su vecina yacía taciturna cubriendo las fraguas de Vulcano sepelidas en su otro ojo, donde yo creía ver arder su pasión o, quizá, más bien, mis deseos. Así surgió el primer poema. Y al quedar satisfecho de él, me propuse intentar loar otros labios importantes en mi vida. Para un zafio bardo como soy, había que proponerse un número que no fuera muy oneroso para no sucumbir en el intento. Y qué mejor cifra que llegar a veinte, como los famosos de Neruda. Pero no veáis en ello pedantería o vanidad, creyéndome ému...