Veinte labios soneteados y ocho octavas encadenadas


Cúbreme, amor, el cielo de la boca

con esa arrebatada espuma extrema,

que es jazmín del que sabe y del que quema,

brotado en punta de coral de roca.

Rafael Alberti


 EXORDIO


Todo comenzó con la visión de los labios más bonitos que jamás había tenido la oportunidad de contemplar a la distancia de un palmo de narices. Todo en la faz de su dueña los adobaba, como el pícaro fruncido de su frente al enarcarse su ceja como ballesta certera de los dardos de su mirada, mientras su vecina yacía taciturna cubriendo las fraguas de Vulcano sepelidas en su otro ojo, donde yo creía ver arder su pasión o, quizá, más bien, mis deseos. Así surgió el primer poema. Y al quedar satisfecho de él, me propuse intentar loar otros labios importantes en mi vida. Para un zafio bardo como soy, había que proponerse un número que no fuera muy oneroso para no sucumbir en el intento. Y qué mejor cifra que llegar a veinte, como los famosos de Neruda. Pero no veáis en ello pedantería o vanidad, creyéndome émulo de tan insigne vate, sino homenaje o apoteosis a uno de mis escritores preferidos. Muchas son las diferencias, empezando por que él los escribió en su juventud, mientras que yo los míos, en la hendida madurez, aunque bien podría decir que él era una bisoña persona y yo un bisoño escritor cuando los pergeñamos. Por otro lado, los suyos son de métrica libre y rima dispersa, mientras que yo me atengo a las restricciones del lírico corsé del soneto. No obstante, me he permitido la pequeña licencia de no constreñirme al clásico canon de endecasílabos y rima ABBA en los cuartetos, y de enlazado correlativo en la rima de los versos de los tercetos, cosa que sólo he hecho un par de veces. En el resto, uso distintas medidas de arte mayor en la longitud de los versos, y distintas combinaciones en la rima entreverada de cuartetos y tercetos, respectivamente. En uno de ellos, además, me permito una broma lírica que puede desentrañarse en la semántica de su primer verso. Y también, en el decimoséptimo, he practicado la variante del soneto doble o doblado, mas no el ortodoxo, pues yo he añadido un heptasílabo a todos los alejandrinos que constituirían el soneto primordial, y además he dotado de rima simétrica a unos y otros por separado, y he conservado el sentido de la lectura exclusiva de los alejandrinos, por lo que, evitando los heptasílabos, el poema sigue comprendiéndose. Por eso, he anotado en cursiva dichos añadidos, para que puedan eludirse cuando se desee.
Por otro lado, en las octavas reales, que serían el epígono de la canción desesperada nerudiana, me he permitido realizar un humilde tributo a las Sonatas de Valle Inclán, verdadera poesía en prosa. He intentado en ellas una suerte de taumaturgia mediante un encadenamiento infinito en su rima. Espero que disfrutes la lectura de este poemario, en el que he intentado acercarme a veinte labios evitando caer en la reiteración figurativa, y esperando, en cualquier caso, la indulgencia en tu opinión acerca de este neófito poetastro.



I

En tenue aleteo de mariposa se posan

ante tu boca, sabrosos de besos sabios,

con un frémito de deseo, tus bellos labios,

selladores, quedos, de pensamientos que no osan

 

traspasar los linderos de las ansias que acosan,

fustigan, enervan, mis esperanzas sin cambios

de hacerlos míos. Cierran impávidos, soberbios,

los tiernos y jugosos deleites que te endiosan.

 

Vivir etérnamente de sus nones y adioses

no quiero. Hacerlos brotar como sendas fuentes

y en torrente de besos perecer, conque poses

 

los tuyos en los míos, librando nuestras mentes

del suplicio de la distancia, y así reboses

de placer mi muerte, pues vida no me consientes.


Jorge Puerma



II

Tensos tal desatinadas mimbres de instrumento

crispado y añejo por desabrigo del raído

y aletargado amor, por tanto tiempo manido

y avezado, encontré tus labios en su tormento.

 

Brotaron, regios, como insolentes amapolas,

albaricoques maduros de carnosa pulpa,

redimidos del frío marfil que al alma exculpa,

al ceñirlos con los míos en su envite de olas.

 

Así, creyendo, cual Pigmalión, que daba vida,

obtuve vida en mi corazón, y el manantío

de tu boca de Galatea, escultora y atrevida,

 

trocó el desabrido invierno de mi alma en estío,

y fui espejo y obra de tus ansias, dando cabida

a besos que en locura mudan cordura de hastío.




III

Ojos sobre ojos, boca sobre boca,

la oronda Selene y los astros amos

de nuestro sino, quieren que muramos

del placer que a nuestras almas aloca.

 

Labios sobre labios, besos nos damos,

mientras desde la grama se desboca

un brumoso hato de ayes que la roca

de tu himen desgarra con dulces bálsamos.

 

La noche cabalga sobre un lejano

rumor de olas, mientras escancia pétalos

de tu boca el carmíneo collado

 

reverberado, y apila arduo el verano

rocío ígneo en sus rubescentes crótalos

por alborozo del amor gozado.





IV

Ay, aquellos primeros besos, pueriles,

de nicotina prohibida y otros arcanos

sabores, de linfa y de greda sutiles,

trocaron ideal a placeres mundanos.

 

Siendo lozanos, como dientes, prensiles,

en sus labios la humedad de los veranos

cuajó bajo luceros del ciel pensiles,

estremeciendo nuestras lazadas manos.

 

Pronto el derrotero tomaron del norte,

y besaron el rancio papel los sellos

que robaron su contacto de mi dote/porte.

 

Ahora como nebulosas desvaídas

fluye el recuerdo tierno y tremante dellos,

nubes etéreas, de inocencia raídas.




V

Prendí tus labios vetustos y asaz ajados,

acañavereado por sus besos pletóricos

de broza añeja, de la pasión olvidados,

aunque de fraterno y tierno amor entusiásticos.

 

Quedos, soñolentos, en su frunce moraban

los perdidos aromas que el recuerdo anhela,

como pergaminos prietos que declamaban

manteca, cuajo, guinda en orujo y canela.

 

Mi infancia se filtró por sus avejentadas

grietas, al musitar lejanas remembranzas

de campo y de hechos de dolida infinitud.

 

Ya se apagaron sus corolas marchitadas,

y como lívidos lirios sin esperanzas

yacen plenos de, al fin, cándida beatitud.




VI

Tengo en tus labios pintadas las calles de Ronda,

con su laberinto de rincones nocharniegos

plenos de albura acicalada que como ciegos

vagamos so de los candiles la veste blonda.

 

Nos besamos prietos a los cierros solariegos,

sobre el frío pórfido tras una espesa fronda,

o del ajimezado otero alzado sobre la honda

sima que contornea nuestros flirteos andariegos.

 

Fundo la rondeña roca en tus labios de magma,

que derriten los míos en copos de azucenas

y claveles, olorizados por el jazmín

 

fragante de claustros y parterres, y el enigma

de un amparado amor púbero entre áureas almenas,

cuento moro de promesas y besos sin fin.





VII

De telúrico azul de cielo y mar

reposados, hiende mis sueños  y ovilla

de dulce lapislázuli la semilla

que me compelió, huera suerte, a ti amar.

 

De azul mi añoranza es sin acalmar

de este platónico amor sin mancilla

que hurtar no pudo en tu labial orilla

añil sonrisa y así tu duende inflamar.

 

Azul es mi recuerdo, azul y lívido,

de una pasión antes de plasmar muerta,

sepulta en el lilio ígneo de tu boca,

 

de su lapsus anacarado y vívido

víctima, por no declararte abierta

mi alma, que turquesa te exhorta y evoca.





VIII

Si tus labios, prendados, fueron como un canasto,

propicio y tierno a este regalo nonamesino,

de urdimbre mesurada y de complacido sino,

y también, como pezones, de puro amor abasto.

 

Si en la desazón de la noche, fanal divino,

en la enfermedad, consuelo, y de la llaga emplasto,

termómetro en el febricitante día nefasto,

¿no he de besarlos yo ahora, madre, sin ley ni tino?

 

Rosa carnal que no hiere y que no ahoga undoso río,

tus lacustres labios y su caudal besucante

donde mi niñez, pubertad y madurez bogan,

 

ahora que al anciano ocaso son plácido estuario

feraz de mollar légamo y carrizal tajante,

'n sus aguas bebo cuentos que nuestra unción prorrogan.





IX

Pusieron patas arriba mi mundo un febrero

loco, que hasta quise cambiar su hibernizo nombre

por otro que de un alma al albur la mía deja.

 

Témpanos ardientes, forjaron su carcelero

oficio en los míos con desanudada lumbre,

y reo y cautivo quedé por su fraguada reja.


Ungirlos a besos no bastaba a aplacar mi hambre

de ellos, que más los comía, más el desespero,

aunque fuera caprichoso y abundante el esmero

con que me esparcías de los tuyos el enjambre.


Su geografía esbelta, su arrebolada cumbre,

glauco, hondo, lago orbital de tu mirada apero,

todo aderezo carnal que gestó el placentero

éxtasis a que tu sonrisa me ató en su urdimbre.





X

No soltáis palabra aunque sois de placer infinita fuente,

y anunciáis sin rebozo, con lejano susurro de gozo,

cavernaria proclama, antaño soterrada como en pozo,

de deleite suntuoso y de afán hedónico y complaciente.

 

Acogedores, voluptuosos, celébroos con alborozo.

De frondoso o desértico Venus ayuso sois vertiente

que drena en piélago salobre su ciclón concupiscente

en que hecho deseo, como morena enhiesta, nado y retozo.

 

Poseéis el lenguaje arcano de la vida y la descendencia,

con relámpagos espásticos curváis el femenil cuerpo,

y lúbricos, fragantes de amor, me besáis cuando os recalo.

 

Vuestra academia devoto me forjó de lasciva ciencia,

que es cual puerto que abriga, sin encono, mi vuelta si zarpo

rumbo a las procelosas travesías que angustian mi falo.




XI

Ahora, que se tornaron poderosos,

perfilados por el embate oceánico

de mis besos, desde aquel lívido agónico

en que porfiaban, sin amor, recelosos;

 

Ahora, que son de frutos cadenciosos

pulpa, en que destilaron grato son pánico

a mi alma depauperada, y amor vesánico

liberó su juego a roces voluptuosos;

 

me declara, ahora, un adiós sin atino

esa cueva coronada de azucenas,

cuya campana tañïa eterno romance.

 

No será mío, pues, su néctar divino,

libado en tus labios de sonrisas plenas,

ungüento que abate hasta el más triste lance.




XII

Recién libertado de amor quiso hacerme preso

el pétreo hontanar, ceñido de pretil ebúrneo,

de tu boca, caverna cuyo lazo purpúreo

de lirio labial mi lengua desatravesó.

 

A los meandros de tus senos, asaz travieso,

por la acequia de tu descote serpenteó,

como plácido nenúfar, mi lascivo deseo,

aunque tus labios me exigieron de amor un beso.

 

Pero no fue afín mi amor a su insensato anhelo

y puse a tu amor fin como a espíritu foráneo.

Pálidos atardeceres, como pesada veste,

 

tupieron un hondo olvido hasta que un ángel de hielo

estalló una amapola  de cristal en tu cráneo,

y ahora yaces como nube ideal y celeste.



XIII

Enraizó en tus labios tenaz acero

cuando los paternos cerró el balín

insuflado por aquel odio ruin

que sembró en su cráneo negro agujero.

 

El dolor los ablandó con esmero

y el tiempo, y a mí, padre, se tornó afín

su mordaz cencerreo, burlón trajín

que brotó y aguzó mi humor placentero.

 

Sus besos en mi frente, tragaluz

de raciocinio y saber, mi cerebro

abrieron en tertulias de camaradas.

 

Terca la vida, creó nuevo arcabuz.

Con dardos aciculares de enebro

los deshojó en fúnebres risotadas.





XIV

Tus labios me saben a manzanas acedadas,

a pellejo elocuente de rozagante hembra,

a ameno tanino cobijado en la penumbra

de chigres y guachinches, y a anochecidas doradas.

 

También tráenme el gusto a olas de alisios aromadas,

de tibia savia que la natalidad herrumbra,

a la golosa quietud casera y la inquieta zambra,

de estivales esencias de alhambrismo hadadas.

 

Labios melifluos de sidra espumante y guayabo

que argentan luna de dos décadas más un lustro,

y la crema bruñen de piedad nona y fe santa.

 

En fin, labios que evocan la vida que silabo

junto a ti, de zaguán fresco y recogido claustro,

que dura treinta y tantos, más carretera y manta.





XV

Adios clamamos, mas tus labios gimieron hola,

de una despedida transidos inesperada,

en que arrollaste mi timidez con tu mirada,

posándolos en mi boca como si de su corola

 

pétalos fueran, nectarios untuosos que la árida

lengua cercana del rumiante reino. de la ola

prendiera de ebrio son de vals y de barcarola,

conque arrobó nuestra corte en besos sumergida.

 

La luz de tu cara yace dormida en mi olvido;

la grama prendida en el pliegue de tu mejilla

apenas ayuda a invocar mi onírico canto.

 

Eres ya prenda del instante, fugaz, perdido,

y el salobre roce de tus labios será orilla

que otro fruya para así glorificarlo tanto.





XVI

Por de tu boca el alcabor delatados

son tus ínclitos labios, do los acechos

de tu ardorosa sierpe mis satisfechos

deseos acrecen, y el don de enamorados,

 

oficio de sotobosque que a mis dedos

fuerza a trepar vagarosos como helechos,

y enrédanse trémulos sobre tus pechos

cuales sarmientos de racimos colmados.

 

Tristeza de Hesse, Yibrán, el pensamiento,

tus senos, poesía,  a este atolondrado

tus labios proclaman de amor condimento.

 

Mas cierro tu boca en la mía; extasiado,

enluzco sus piropos portones...¡Pronto!

¡Llaman!.... ¡Huela a beso de lila aromado!

AnRiRuLo



XVII

Ay, voz de labios malqueridos cuya quejumbre desconsolada y amarga

va errabunda por los corredores aledaños, arrabales huidizos,

de mi arisco y bisoño corazón, ¿qué no daños con mis besos postizos

os infringí, junto a olvidados, y pesadumbre punzante y manilarga?

 

Al contacto de los míos trabasteis vislumbre que la esperanza alarga

de amor, mas siendo de sentimientos ermitaños roces escurridizos

tomasteis fiel juramento ante besos huraños y resquebrajadizos

brindados con elixir de prosapia de azumbre que al ánima abotarga.

 

Vagáis con ellos, quejosos, labios desdeñados de amparo de mi boca,

aunque no por menosprecio sino por defensa, que ofensa era sin promesa,

del decoro que la corrección sexual malmetía a nuestras cándidas mentes.

 

De ingenua impudicia o sin consunción abandonados con opinión equívoca

opté sin amor no acopiar viandas en despensa, sin comensal ni mesa,

con que alzar, para expiación, eterna letanía hacia los cielos clementes.




XVIII

Alumbrado por tus lacustres y melosos ojos,

tu donoso rostro enmarca las bermellones ascuas

de tu boca, par enardecido que como unas pascuas

mi gozo retozan y me hincan ante ti de hinojos.

 

Esconden pozo de brocal de marmorosas recuas,

donde yace y place tu lengua, templo de abrojos

redimidos al libar de su néctar los antojos

escondidos a mi alma, frutos de esperanzas vacuas.

 

Su bálsamo órfico de percusivo soniquete,

¿como a Eurídice me desvanece, o, como Lot,

alquitarado en sal jugosa, impávido, me somete?

 

Chasquido y crepitación es su roce, que promete

eterna pasión a mis labios, mas sé que es complot

suyo, que al tiempo impondrán a los míos cruel destete.






XIX

Tus labios, como volcanes, manaron un “sí,

quiero”, y estallaron en  tres anémonas de fuego

que luego humanaste como si fuera un juego

encarnar desde la tea inane del frenesí.

 

Brindaron en las nupcias con un son palaciego,

cetro de tu boca que a su dueño irguiome así,

a mí, dulce siervo de su alcurnia carmesí,

y me ungieron simiente de tu vientre alijariego.

 

Los trigales de tu boca son ahora vencidos

por amables y tiernos céfiros maternales;

tus labios, harina embebida de levadura,

 

fraternos escabeles do yacen besos plácidos

prontos y gratos al deseo y antojo filiales,

son ya envero, fruta para otras fauces madura.





XX

Tus pasos traen el junco chiquito

de tu cuerpo, enarbolando la airada

cabellera, mi enseña blasonada

por tu mirada, vergel en que habito.

 

Tu sonrisa a mi gozo no concito,

vedada está tras una malhadada

tumultuaria quietud de mascarada,

que no me amedrenta de ser su acólito.

 

Llévame, amor, adonde yo te quiera

e impón de tus labios el yugo cárdeno,

tenazas rusientes como martillo

 

y yunque tercos de altivez flamígera,

que templan de mi lengua el sable obsceno

conque te gano y me alzo tu caudillo.





ENCADENADO

(memorias ficticias en octavas reales de un Bradomín frustrado)

 

Mi ingenua mocedad clamaba: "etérea

mirada tienes al amanecer,

que se disipa como bruma espúmea;

ya sólo deseo desvanecer".

Ahora la aurora en cárcel purpúrea

transmuta, y me veo languidecer

encadenado a tus rejas labiales,

conjurando del desamor los males.

 

Pone un tropiezo y conato de esguince

en mi boca las cuencas ojivales

donde habita tu mirada de lince,

y me hechizas, de entre los capitales

pecados, con la libídine que unce

el ánima, junto a los aluviales

llantos, de olvidado amor aderezo,

y hacen báculo y sostén del tropiezo.

 

Tomo mío este amor clandestino,

fruto del azar y del desperezo

de un ser que en anhelante desatino

busca apasionada redención, y el rezo

del compungido y del luciferino

sentimiento con que engasto y malvezo

un idilio convicto, avieso, pletórico,

como edén condenado en frutas rico.

 

Dios piadoso, a él depreco aun no creyéndole,

y nos arrebuja en tálamo cósmico,

sol, luna, estrellas, altar en que inmole

concupiscencia cuyo afán deífico

es tu faz más un beso que enherbole

angustia de adorarte como ídolo único.

A Dios, pertinaz sacrílego, hostigo,

eligiéndote de mi alma postigo.

 

Te hallo en la complacencia de la noche,

de tu baluarte cutáneo al abrigo;

la almendra de tu vientre será el broche

que alce mi alma de ladrón y mendigo

al orbe diáfano de lúbrico derroche

y éxtasi, a más de germinal testigo

de amor que tornasola en la oquedad

vacilante de instante y brevedad.

 

Es esta espejada querencia rara,

que a discernir no ayuda la bondad

de la que hago gala, aunque es clara

la obstinación conque la sociedad

a este rayo ata, cercena, dispara,

rayo atroz de lóbrega oscuridad

que rasga en los atlas los senderos

que anegan nuestros lindes ajoberos.


Perniciosa es la pérfida distancia

a pesar del celo tesonero de Eros,

que distorsiona de una sola estancia

nuestra alianza en dos opuestos neveros

que anidan, triste alivio, la mollicia

abúlica que tus lloros agoreros

proclamaron, en su principio, ajado

este agónico amor ya recién brotado.

 

Chasca su cresta, allá en lo alto, la sierra,

cual gallo de graznido endemoniado.

Con su plumaje bermejizo aterra

mi aciago corazón embelesado,

y su incendio voraz por mi alma yerra.

De tus ojos el llanto codiciado

no aplaca el dolor que hará fenecer

esta occisa ansia antes de florecer.


Beatriz Yoldi


Comentarios

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  2. Siempre te tuve por un melomano desmedido, pero tanto vocabulario y tan bien manejado, me han dejado anonadado. Felicidades amigo¡

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