AVENIDA NEVSKI
Ay, ¿quién no ha soñado con pasear por la Avenida Nevski? Pisar el granito de las fantasías gogolianas, transformado en lengua interminable de asfalto. Uno se envuelve en las fachadas multicolores con que la limitan sus casas, y aguarda lo inesperable. Esa Nevski cambiante en su paisaje humano, que sólo cuando todos se hicieron unifórmemente soviéticos, ella misma se transmutó, con su enlazado de progreso metálico, que teje una red en su cielo donde cuelgan las marionetas rodantes repletas de gentes, que inopinadamente sueñan con algún día estallar en el Neva, junto al L'Hermitage, frente a la fortaleza de San Pedro y San Juan, y fundirse con los colores ocres del Báltico enclaustrado. Esa Nevski, que ha cambiado levitas y borceguíes por prendas del progreso, pero que no pierde su presunción y exhibicionismo, transformados hoy en rutilantes coches y rugientes motocicletas, que se pavonean a velocidad de autopista, símbolo del nuevo poder actual. ¿ Y quién no encuentra, cua...