VODKA MENDELEVIO


A veces, cuando uno se muestra en una foto junto a una copa de alcohol, parece un acto de exhibicionismo casi pueril e irresponsable. Pero cuando uno lo hace con un chupito de vodka en un garito de San Petersburgo, algo de esto se diluye y se establece una conexión enólica con la ciencia y su historia.
De las bebidas espirituosas, destiladas, es la única insípida, jactándose además de ello, pues la única pretensión del brebaje es, precisamente, conseguir una composición sin sabor a base de alcohol y agua. Proviene de la destilación de patatas o, en el caso ruso, de diferentes clases de cereales. El caso es el mismo, pues el objetivo es conseguir una bebida alcohólica pura. Parece que no esté diseñada para el disfrute de la misma, sino para conseguir dos cosas esenciales en el universo gélido y nocturno de determinadas naciones nórdicas y del este. Primero, que no se congele. Segundo, que sea suficiente como para embriagarse. No sé si es causa o consecuencia, pero el bebedor nórdico no es como el mediterráneo. Nosotros somos bebedores sociales; ellos son más huraños, solitarios. Por eso quizá esas altas tasas de alcoholismo. No se trata de degustar, sino de embriagarse, calentarse y olvidar. ¿Para qué el sabor, pues?
La conexión con la ciencia la encontramos en el museo del vodka de San Petersburgo. Ahí se mezcla la historia con la ciencia. Se cuenta que fue el mismo Mendeléiev, el de la tabla periódica, quien ideó la combinación perfecta de alcohol y agua para el vodka: 40 a 60. Posiblemente, como químico que era, trabajó en el tema por necesidades oficiales, pero la fijación de la composición se aprobó durante su infancia, por lo que no influiría él en la misma. La razón fue más prosaica: primaron cuestiones arancelarias y de control de calidad, de ahí el redondeo a 40. No obstante, él trabajó como director de la Oficina Estatal de Pesos y Medidas en 1893 y determinó como 38ª la cantidad ideal para el vodka. No sé si lo experimentó en él mismo. O si es porque embriaga más efectivamente, o es porque no daba resaca, o simplemente porque igualaba la temperatura febril de una persona, Afortunadamente, ya había ideado la tabla periódica y vaticinó la existencia de elementos sin descubrir, que rellenarían las casillas vacías que había en la misma en el momento de idearla.
Por tanto, brindemos, aunque sólo sea para celebrar el que al elemento 101 le pusieran su nombre: mendelevio


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