AVENIDA NEVSKI
Ay, ¿quién no ha soñado con pasear por la Avenida Nevski?
Pisar el granito de las fantasías gogolianas, transformado en lengua
interminable de asfalto. Uno se envuelve en las fachadas multicolores con que
la limitan sus casas, y aguarda lo inesperable. Esa Nevski cambiante en su
paisaje humano, que sólo cuando todos se hicieron unifórmemente soviéticos,
ella misma se transmutó, con su enlazado de progreso metálico, que teje una red
en su cielo donde cuelgan las marionetas rodantes repletas de gentes, que
inopinadamente sueñan con algún día estallar en el Neva, junto al L'Hermitage,
frente a la fortaleza de San Pedro y San Juan, y fundirse con los colores ocres
del Báltico enclaustrado. Esa Nevski, que ha cambiado levitas y borceguíes por
prendas del progreso, pero que no pierde su presunción y exhibicionismo,
transformados hoy en rutilantes coches y rugientes motocicletas, que se
pavonean a velocidad de autopista, símbolo del nuevo poder actual.
¿ Y quién no encuentra, cual Piskariov, su beldad en la Nevski? Y en pos de ella, como en un sueño, atravesarla y pederse por San Petersburgo, hasta que, sin saber cómo, tropiezas con un palacio, donde , curiosamente, vivió el Conde de Stróganov, ese que, gracias a su falta de previsión, tuvo que mandar filetear más finamente la carne para que tocase un trozo a cada uno de los comensales, y con ello maravillarlos a todos con una nueva y, pronto, universal receta. Todos los imposibles aquí no lo son, y hayas a tu beldad cual diablesa envuelta en un tul vaporoso y rojo. Todo te envuelve de un carmesí opulento y mayestático, y un movimiento de su pulgar te quiebra el ánimo, y todo su cimbreo te rasga el alma, hasta que el deseo fluye a través de ella como lava. De pronto desaparece, como toda irrealidad, y la recupera otra vez tu vista como un ángel, con dos zafiros alados, el ángel danzante de Piskariov. Pero cuando crees conseguir al fin a tu quimera, ésta desaparece como aventada ceniza, dejando tan sólo un jeroglífico grabado en tu pensamiento: Валентина Крохина . El conocimiento y el respeto a los vasos cervicales, me salvan de sajármelos como él, aunque me castigue el recuerdo cibernético de la beldad. Ya lo decía Gogol:" los más extraños son los sucesos que ocurren en la Avenida Nevski . No, no os fieis de la Nevski". Y menos por la noche, "cuando el mismo demonio enciende las luces sólo para que nada ofrezca su verdadero aspecto".
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