CALLE ALCALDE YOLDI BEREAU
¡¡¡Por fin!!!
No es que sea por los años que han pasado del asunto que se trata de rescatar, sino porque ya iban a haberlo hecho hace unos 2 años. Por fin le han puesto el nombre de mi abuelo a una calle granadina. Se ve que aún colean desavenencias políticas, incomprensibles, por supuesto, ya que si pudieran saber dónde podría situarse políticamente mi abuelo, se darían cuenta de lo absurdo que es seguir arrastrando los problemas de entonces, sobre todo cuando ya casi ningún político vivió, no la guerra, sino incluso la dictadura.
Aún así, ha estado muy bien. Podría decir aquello de que me había propuesto no emocionarme, pero no solo no me lo había propuesto, sino que si lo hubiera intentado tampoco lo habría conseguido.
Ha estado el alcalde, la teniente alcalde, y además sabían de qué iba el tema. o sea, que se han molestado en que no fuera un simple paripé. Por parte del ayuntamiento, también ha estado Francisco Puentedura, de Izquierda Unida, quien fue el que finalmente hizo la propuesta en el pleno municipal. También ha estado la rectora de la Universidad de Granada, la decana de la Facultad de Ciencias, por supuesto también dos de los profesores instigadores de la recuperación de la memoria de mi abuelo. Porque además de ser silenciada su historia por parte de los que lo asesinaron, ya en democracia tampoco hubo nadie que reivindicara la figura de mi abuelo, mientras que sí hubo quien lo hiciera con la de otros intelectuales represaliados pero que tuvieron la fortuna de pertener a formaciones políticas que han perdurado o se han restablecido durante la democracia. Ahí permanecía mi abuelo, en un injusto limbo de olvido, tanto por parte del Ayuntamiento como de la Universidad.
No es que sea por los años que han pasado del asunto que se trata de rescatar, sino porque ya iban a haberlo hecho hace unos 2 años. Por fin le han puesto el nombre de mi abuelo a una calle granadina. Se ve que aún colean desavenencias políticas, incomprensibles, por supuesto, ya que si pudieran saber dónde podría situarse políticamente mi abuelo, se darían cuenta de lo absurdo que es seguir arrastrando los problemas de entonces, sobre todo cuando ya casi ningún político vivió, no la guerra, sino incluso la dictadura.
Aún así, ha estado muy bien. Podría decir aquello de que me había propuesto no emocionarme, pero no solo no me lo había propuesto, sino que si lo hubiera intentado tampoco lo habría conseguido.
Ha estado el alcalde, la teniente alcalde, y además sabían de qué iba el tema. o sea, que se han molestado en que no fuera un simple paripé. Por parte del ayuntamiento, también ha estado Francisco Puentedura, de Izquierda Unida, quien fue el que finalmente hizo la propuesta en el pleno municipal. También ha estado la rectora de la Universidad de Granada, la decana de la Facultad de Ciencias, por supuesto también dos de los profesores instigadores de la recuperación de la memoria de mi abuelo. Porque además de ser silenciada su historia por parte de los que lo asesinaron, ya en democracia tampoco hubo nadie que reivindicara la figura de mi abuelo, mientras que sí hubo quien lo hiciera con la de otros intelectuales represaliados pero que tuvieron la fortuna de pertener a formaciones políticas que han perdurado o se han restablecido durante la democracia. Ahí permanecía mi abuelo, en un injusto limbo de olvido, tanto por parte del Ayuntamiento como de la Universidad.
Pero hoy, por fin, se han acordado de él y le han dado su nombre a una calle de su queridísima Granada. Me he emocionado en varias ocasiones, pero me he repuesto para asi haber podido pronunciar unas palabras como tributo a mi abuelo. Tengo que agradecer el privilegio que me han concedido mis familiares por haber dejado que fuera yo quien lo hiciera. Espero haber cumplido sus expectativas. Especialmente emotivo ha sido el momento en que D. Roque Hidalgo, en su alocución final, ha leído la nota postrera, escrita por mi abuelo, sobre el retrato de mi abuela, que él guardaba durante su presidio, para poder despedirse de ella antes de morir. Creía que mi turno era el siguiente, y si hubiera sido así, no habría podido articular palabra. No fue así y me pude recomponer. Este fue el discurso breve que expuse en mi turno durante la mesa de tributo a la memoria de mi abuelo
" Buenos días:
Me corresponde a mí expresar unas palabras de agradecimiento en calidad de nieto del homenajeado. Y aunque es eso lo que me propongo hacer, y pueda parecer lo contrario, tendré que decir en primer lugar que este reconocimiento llega tarde. Y no porque se haya hecho después de 80 años desde la muerte de mi abuelo (pues todos entendemos que hubo incluso una dictadura entre medias, aunque también han pasado 40 años de democracia) sino porque llega después de que hayan ya fallecido sus tres hijos, verdaderas víctimas vivientes de su desaparición, y los cuales hubieran sido los más satisfechos en ver este homenaje: Pero hemos tenido que esperar a esta feliz casualidad de otro homenaje, el del Centenario de la creación del departamento de Química de la Universidad de Granada, para que unos cuantos profesores inquietos hayan redescubierto la vida de mi abuelo y la hayan rescatado del cieno del olvido, y cuyos nombres quiero exponer: Pedro Luis Mateo Alarcón, Miguel Gómez Oliver, Lidia Mateo Leivas y Roque Hidalgo Alvarez.
No soy tampoco muy partidario, o, tal vez, completamente coincidente, con la actual ley de la memoria histórica, porque la veo muchas veces empeñada en el recuperación de huesos y exhumaciones, y no en busca de las figuras y de las ideas que han de ser rescatadas. Nosotros tuvimos la dudosa suerte de saber dónde fue asesinado mi abuelo y de saberlo enterrado en un osario común, hasta el punto de poder disponer sus descendientes de la bala que descerrajó su cráneo, o de su escapulario, que siempre llevó, incluso en sus amargos días de presidio, o sus gafas,... Y son cosas que nunca supusieron un consuelo ni para su viuda ni para sus huérfanos.
Pero no van a ser estas unas palabras que suenen a rencor o a revanchismo, pues no pegarían para nada con lo que ha llegado hasta mí de cómo era mi abuelo. Como tampoco quisiera que se apropiasen sectariamente de su figura, por el sempiterno afán de encasillar a las personalidades. Fue él fruto de contradicciones, como lo es la vida en general, tal vez porque nos empeñamos en considerarlas así, contradicciones, cuando son lo que constituyen nuestra singularidad. Hombre de buena posición, venido desde Navarra, de familia liberal, recto y serio, se casó con una andaluza, hija de terratenientes locales, no por el dinero, sino por la belleza y personalidad de mi abuela. Sin embargo se afilió a un partido que rezaba como de izquierdas, aunque había hecho acuerdos en ocasiones con el centro derecha, al cual accedió no para hacer carrera política, sino avalado por su prestigio intelectual. Su posición holgada no impidió que luchara por los necesitados, pues a ello también le inducían, además de sus ideas políticas, sus creencias religiosas, pues, como buen navarro, era católico acérrimo, lo que no le impidió navegar en el partido de Azaña, del cual era un pilar básico la secularización de la enseñanza. Para él, ser republicano o monárquico no fue más que una decisión en el contexto de los tiempos que le tocó vivir, y seguro que tomó la primera opción porque entonces fue la más honesta. Su vida, científica, la fundamentó en dos pilares, que podríamos considerar sus variables primarias: la igualdad y la educación, sin las cuales no se puede conseguir verdaderamente otra variable secundaria, y no menos importante: la libertad.
Así lo testifica, lo primero, su lucha quijotesca contra los molinos, nunca mejor dicho, por abaratar el precio de la harina en Granada durante su mandato en la alcaldía para que todos accedieran a un cacho de pan; y lo segundo, no solo su afán investigador y estudioso, sino el ejercicio de su verdadera vocación: la docencia. También me gustaría aquí añadir cómo aportó su granito de arena a la vida cultural granadina desde su parcela, la química, invitando a la ciudad a varios premios Nobel, entre ellos la archiconocida Marie Curie.
Puesto que, como diría Machado, una de las dos Españas le heló el corazón, y no pudo dar más en vida, al menos hagamos que de algo sirviera su muerte. Y así, cuando alguien se acerque a ver la placa de la calle que lleva su nombre, y, extrañado por el apellido tan raro que en ella reza, sienta curiosidad por su figura, aprenda que no hay idea, monarquía o república, cristianismo, islamismo o ateísmo, derechas o izquierdas, nacionalismo o secesionismo, capitalismo o socialismo, progresismo o conservadurismo, que justifique la pérdida de una vida humana.
Gracias, pues, a todos los granadinos, naturales y acogidos, como mi abuelo, representados aquí por sus autoridades, por este homenaje a mi abuelo que sirve como verdadera memoria histórica para aprender de nuestro pasado, para que no vuelvan a repetirse páginas como las que padeció él. Gracias, por fin, a esta Granada que tanto quiso mi abuelo y a la que dio lo más valioso que poseía: su vida
Desterremos, en honor a su memoria y a la de otros muchos como él, toda crispación y radicalismo, no sólo de la vida política, sino también del fondo de nuestros corazones. Gracias"
A quien, leyendo, haya llegado hasta este punto, mi agradecimiento porque al hacerlo habrán honrado la memoria de mi abuelo
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