Un iniciático viaje musical: Adagio (Prólogo)
Klimt La doncella |
El italiano es el idioma de la música. Puede haber sido determinante para ello su posición dominante cultural y religiosa en la época en que comenzó a florecer este bello arte. A florecer y a transcribirlo, para que fuera repetible y acorde a los cánones de quien mandaba entonces, la Iglesia. Conforme fue evolucionando, y pasamos de la sencillez del gregoriano a la complejidad de la polifonía renacentista y de la armonía barroca, fueron haciéndose precisas cada vez más anotaciones que dieran pistas a los intérpretes de los matices de las obras. Uno de los matices es el tempo, y es a éste al que debemos adscribir la palabra Adagio.
Adagio, en italiano, significa
lento o despacio. Se establece que es más lento que Andante, y más rápido que
larghetto o grave, e incluso se indica el número de negras (nota) que entran en
un minuto para cada uno de ellos, aunque es bien sabido que el número de notas que
caben en dicho tiempo las más de las veces depende del movimiento de brazos del
director.
Pero hoy en día, adagio se relaciona
con otro aspecto de la pieza musical, como es su carácter. Y así, el adagio se
identifica con una pieza sentimental o romántica, melodiosa y atemperada. Es
por eso que en esta nueva estación de nuestro viaje voy a mencionarte obras
que, no siendo catalogadas como adagios, comparten esta característica quietud
o reposo en su desarrollo.
Mi intención es exponerte obras
del clasicismo en adelante, pues es a partir de ahí que las composiciones
transpiran estos cambios de expresión, tal vez ayudadas por el progreso en la
construcción de instrumentos con teclados, que preferentemente han sido los
usados por los compositores para sus creaciones, al ser un instrumento armónico
y melódico al mismo tiempo. A partir de 1700 comenzó su aparición el
pianoforte, pieza fundamental de esta evolución, que era una desarrollo del clave -y un antecesor del actual piano-, en el que se transforma radicalmente la manera de obtener el sonido, gracias a que se percute una cuerda, en
vez de rasgarla, al pulsar la tecla. Esto permitía modular la intensidad del
sonido, lo cual era imposible con el clave. De ahí su nombre original, "gravicembalo col piano, e forte",
esto es, un cémbalo o clave capaz de producir sonidos de elevado volumen
(forte) o bajo (piano). Y gracias a este nuevo instrumento, los músicos fueron capaces de implementar distintos humores a la hora de interpretar.
Pero a pesar de querer iniciar el viaje en el clasicismo, al final he de rendirme y
retrotraerme al barroco para presentarte, en primer lugar, a modo de introducción de este viaje, el quizás más famoso Adagio (en sol menor para cuerdas y órgano),
el de Tomaso Albinoni. ¿O
puede que no tenga que retroceder tanto en el tiempo? Parece que ahora está en entredicho, por no decir absolutamente
rechazada, la autoría de Albinoni. Resulta que a mediados del siglo XX, un
crítico musical italiano, llamado Remo Giazotto, estaba escribiendo una
biografía del compositor y estructurando un catálogo de sus obras, que tiene aun hoy día
vigencia, y anunció que había encontrado, entre los restos de la destruida
Biblioteca Estatal de Dresde por los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra
Mundial, un fragmento incompleto de una trío-sonata de Albinoni. Al parecer
tenía todo el desarrollo del bajo continuo y seis compases de la melodía, y a
partir de ahí, reconstruyó la obra en 1945 y la publicó en 1958. Desde
entonces, su popularidad no paró de crecer, hasta que en 1990 comenzaron a
surgir las dudas, porque los responsables de la biblioteca declararon que nunca
habían poseído ese fragmento, que además tampoco apareció más tarde entre los documentos
pertenecientes al crítico cuando murió en 1998.
Un dato sospechoso ha sido siempre el de no encontrar versiones de la obra a cargo de las orquestas historicistas, y es que algo en su armonía las debió poner en sobreaviso. Así que, el más famoso adagio del barroco y de todos los tiempos, ni es barroco ni es de un compositor conocido. Dios me libre de aseverar nada yo al respecto, pero siempre quedarán algunas dudas no resueltas. ¿Un crítico sin conocimientos compositivos va y crea una obra que es un gran éxito internacional? Y vista la celebridad, ¿nunca más se animó a componer otra obra? Al igual que, al parecer, él vino a decir, ¿qué importa quién lo compuso y cuándo?: lo importante es que te guste. Yo, por otro lado, no daría marchamo de verdad absoluta a lo declarado por los responsables de la biblioteca: no sería la primera vez que se descubren obras escondidas en los anaqueles vetustos y cochambrosos de los archivos museísticos.
Pero Albinoni tampoco era manco, y como la recuperación audiófila se ha encargado de mostrarnos en estos tiempos modernos, te traigo otro Adagio, esta vez de su puño y letra, que se encuentra en su Concierto para oboe en re menor Op.9 No.2, que no precisa de aditamentos ni contaminaciones, y que suena tan bonito , o más, que los otros dos. Hay que tener en cuenta que Albinoni fue discretamente más viejo que Bach, y que éste, como le pasaba en general con la música italiana, era admirador suyo, y alguna obra del italiano había llegado a su poder -y conservado en su biblioteca-.
Rodri me ha encantado tu publicación y he disfrutado con la música que propones! Gracias bombón !!
ResponderEliminarJaja. Me alegro
EliminarAnónimo
ResponderEliminarNo ! Soy Marigeli
Genial Rodrigo
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