Navidad barroca: ADVIENTO
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El Adviento supone el comienzo
del año litúrgico, y es un periodo de preparación espiritual antes del
nacimiento de Jesús. Es, en cierto modo, análogo a la Cuaresma, aunque con un
aparente final más feliz, pero cuenta con parecidas restricciones en la
efusividad o en los componentes de las celebraciones. Abarca desde el 4º
Domingo antes de Navidad hasta el día de Nochebuena, por lo que es un tiempo
discretamente variable.
Como en cualquier época del año o
festividad, los textos elegidos para lectura en la misa suelen ser los mismos
siempre, y todos versan acerca de la venida de Dios, en un triple aspecto: como
hombre, como profeta y como encarnación de Dios. Por tanto, los textos tratan sobre una serie de personajes del Nuevo Testamento, como son la Virgen María,
preñada y dispuesta a dar a luz a su Hijo, y San Juan Bautista, como primo de
Jesús y anunciador de la venida de uno más grande que él, el verdadero Dios.
Pero también se recurre a algunos pasajes del Antiguo Testamento,
fundamentalmente a las profecías de la venida del Salvador contenidas en el
libro de Isaías.
Aunque el Adviento se celebra en los cuatro domingos de su período, yo voy a hacer un recorrido diario y previo a la Nochebuena para presentarte música barroca relacionada con esta celebración. Y, como te contaba, uno de los temas tratados en las misas es el embarazo de María. En el tercer ciclo de misas para el 4º Domingo de Adviento se lee un fragmento de Lucas acerca de la visita de María a su familiar Isabel. Era esposa de Zacarías. Se encontraba ya entrada en años y no lograba quedarse embarazada. Pero Dios le hizo la promesa a su marido de que, a pesar de todo, ella quedaría finalmente en cinta. El fruto sería el futuro Juan Bautista.
Cuando María llegó
a visitarla a causa del ya manifiesto embarazo de Isabel, esta se dio cuenta del embarazo de María, y de que se trataba del
hijo de Dios, por la alegría y alborozo que notó en su propio feto depositado en su seno.
Fue cuando Isabel comenzó a decirle eso de “bendita tú eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”, que es el inicio de una de las
principales oraciones del catolicismo. A lo que María le contestó lo que a fin
de cuentas era una refundición de salmos de acción de gracias que comenzaba con
“Mi alma glorifica al Señor”, que en Latín se escribía como Magnificat.
Esta oración de acción de gracias ha encontrado cabida en muchas celebraciones litúrgicas, sobre todo en el oficio de vísperas, y ha sido musicado para tal festejo en muchas ocasiones. Monteverdi la incluyó en su compendio Vespro della Beata Vergine, de 1610, que es una obra cumbre de la música barroca temprana. Y digo compendio, porque los musicólogos no se ponen muy de acuerdo en si considerar esta obra como un catálogo de himnos y salmos de los que se puede uno servir para una celebración, o si todo el material incluido, que además está singularmente ordenado, serviría todo él para una misma celebración. En este último caso, sus enormes dimensiones provocan nuevas conjeturas acerca de cuál pudo ser el motivo de su composición. Monteverdi trabajaba en la corte mantuana de los Gonzaga, encargado fundamentalmente de la música secular. Con el tiempo ganó el puesto de director musical general, pero aun así, las competencias para composición de música sacra para la capilla palatina estaban en otro músico, e, incluso, cuando éste murió, el duque nombró a otros nuevos músicos para la misma función. Esto justificaba el malestar que tenía Monteverdi con su patrono, a lo que se sumaba la gran demanda y exigencia musical que sufría en el apartado secular, y lo mal pagado y reconocido que se sentía. Así que las tesis tiran o bien por componer un gran trabajo que deslumbrara a su patrono y así le permitiera encargarse de la música religiosa, o bien un intento de evadirse mediante la adquisición de un mejor puesto, cual podría ser trabajar para el mismo papa en Roma. A favor de la primera tesis nos encontramos con que antes de iniciar el Magnificat, se entona una antífona en estilo antiguo, al cual no era ajeno Monteverdi a pesar de su vanguardismo, que está dedicada a Santa Bárbara, a quien, a su vez, está consagrada la capilla ducal, y que se interpreta en la versión que te muestro, a cargo de Jordi Savall y su La Capella Reial de Catalunya.
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