Adagio de Barber

 



Pasamos ahora a una obra que en sí misma es el adagio. No corresponde a ningún movimiento de una obra completa, sino que ella misma lo es. De todas maneras, este Adagio para cuerdas no es más que una transcripción de un movimiento previo compuesto para un cuarteto de cuerdas, lo cual hizo Samuel Barber (1810-1981) a instancias de Arturo Toscanini, al que supongo encantado de la belleza del mismo y de las posibilidades que podía tener su interpretación a cargo de una orquesta. Posteriormente también fue transcrito para una obra religiosa con coro, un Agnus Dei.
También tengo una relación cinematográfica con esta obra, pues la primera vez que la escuché, y ya me impactó, a pesar de su aparente inoportunidad con la temática, fue en la película bélica de Oliver Stone, Platoon.
No es Barber un compositor muy conocido. Yo mismo apenas he escuchado alguna obra más. Aún así, tuvo una carrera muy meritoria en su país, Estados Unidos, quizá gracias en parte a ser de la estirpe de compositores del siglo XX que no abandonó la tonalidad, excepto para algún escarceo, sobre todo al final de su vida. Eso le valió obtener en dos ocasiones el premio Pulitzer de música. Sí, has leído bien: premio Pulitzer.
Dicho premio fue creado al final de sus días por el editor, de origen húngaro y judío, Joseph Pulitzer, para galardonar fundamentalmente méritos periodísticos y literarios, pero concedió la libertad al jurado de ir modificando las categorías según se considerase necesario con el devenir de los tiempos. Así, los premios comenzaron a entregarse en la edición de 1917, pero no fue hasta 1943 que se instauró el de música. Eso sí, todos los premios guardan relación con que el premiado cree en Estados Unidos o posea vinculación con dicho país aquello de que es tema la obra que se premia.
Hoy en día, como supongo que sabrás, es un premio muy prestigioso, pero, como casi todo en esta vida, cuando se indaga, terminas encontrándole sus claroscuros. Esos por los que ante la moral mojigata de hoy en día, según la cual cualquier episodio del pasado no digerible por ciertas sensibilidades de nuestro tiempo, según los parámetros estériles que manejan, cualquier mérito humano debería ser denostado y borrado de la faz de la tierra. Es el sempiterno error de no aprender de los males de la historia, sino de querer juzgarlos fundamentados en una ignorancia supina con los criterios de nuestros logros actuales. Mírese, es el caso estos días, el ensañamiento con las estatuas de Colón en Estados Unidos, asunto que no es ajeno a ciertos individuos en nuestro país desde hace tiempo. Pues según esa moral retorcida y bisoña, Pulitzer debería ser conducido al infierno de estos nuevos jueces dantescos. Fue un gran impulsor del periodismo moderno, sobre todo desde el punto de vista empresarial, con innovadoras ideas tendentes a aumentar las tiradas y las ventas de su periódico, por lo que comenzó a focalizar las noticias en aspectos cotidianos y populistas, con fuerte repercusión en la opinión pública, con la perspicacia de mostrar sensacionalismo y escándalos que llamaran impúdicamente la atención de la audiencia. En una palabra, creó lo que hoy se llama prensa amarilla.
No fue el único. Su mayor contrincante fue William Randolph Hearst, el cual, pasado el tiempo, cuando Pulitzer ya era multimillonario y poseía el principal periódico de Nueva York, adquirió el de la competencia. Este personaje fue el que inspiró a Orson Wells para crear su película Ciudadano Kane. Debido a esta encarnizada rivalidad, en aquella época de finales del siglo XIX, empezaron  a difundir noticias escandalosas y faltas de veracidad con el único objeto de ser el que más vendía,  incluyendo también acontecimientos acerca de la provincia española de Cuba, como el accidente de la voladura del acorazado Maine en el puerto de La Habana, del que culparon a España, sin haberlo podido demostrar una comisión estadounidense que se desplazó allí, y azuzaron posteriormente a la opinión pública de su país para entrar en guerra con nuestro país.
La historia posterior ya es conocida, con el tránsito de Cuba desde las dictaduras autárquicas a la Revolución y a la dictadura proletaria que aún en nuestro siglo XXI sufren. Pero quizá el dato más escarnecedor, como consecuencia del amarilleo de aquel reporterismo, fue el de mantener hoy en día la, probablemente, única colonia que queda en el mundo: Puerto Rico. Lo catalogan de país asociado, y es cierto que si su economía no estuviera en relación con la continental aun serían más pobres, pero lo amargo del asunto es que pueden elegir representantes al Congreso norteamericano, donde tienen voz pero no así voto. ¡Come y calla!

En fin, esto no empaña nuestro disfrute de la música, que en este caso es maravillosa. Comparándolo con el de Mahler, éste es más elegíaco, apesadumbrado. Es como un canto nostálgico ante una pérdida, mientras que el de Mahler es un canto intimista y emocionado ante la felicidad inmensa provocada por una esperanza prácticamente tangible, ya sea un amor terrenal, la contemplación de la belleza o la certeza del más allá. Disfruta su descorazonada melancolía, pues.


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