SAMYORG 5J VINTAGE



¡Cambié de móvil! In memoriam a Lucas M., que ya hizo un intento de colecta para conseguirlo, y a Pepe M., que hizo todo lo posible por abortarlo:
Por fin he conseguido cambiar el móvil, y, como veis, ha sido por un modelo retro, lo que se llama hoy estilo vintage. Dada mi pereza a la innovación tecnológica en este campo, y con las dificultades del idioma, me decidí por un modelo, podríamos decir, híbrido, una especie de mezcla de clasicismo y modernidad, con lo que conseguí un móvil equilibrado que aúna las desventajas de la telefonía clásica con los engorros de la tecnología actual.
Goza de innumerables atractivos. A saber: teclado clásico 3D, función de llamada en espera (como dos manzanas de cola si te haces con tarifa plana y no paras de hablar, no te digo nada si en navidades colocas el letrero de "se vende lotería de doña Manolita). Posee la aplicación "joke", que me aseguraron que, en el momento de traspasar la frontera hacia Andalucía, se transforma en "whasa", así, sin p final. Le dio la risa a la dependienta. Parecía entonces una risa picarona, quizá de pura cortesía. Ahora ya sé que la gachona se me "whaseaba". No sé si es que era andaluza.
Venía con una aplicación llamada One Download, que pensé yo que sería el número uno en descargas, o que te descargas todo lo que quieres de una vez. Craso error. Significaba exáctamente lo que parece, una sola descarga, y debía venir ya de fábrica, porque es la que te hacen cuando te traen el aparato y te lo colocan en la calle. Eso sí, la calle, la que tú les pidas.
Posee sauna, no virtual; no tiene pantalla, pero a cambio todo él es táctil.
El sistema operativo es "Humanoide", que es un tipejo tal que así: recio, barrigoncete, mal encarao, con nariz como de payaso, impregnada de piñones rojizos y pustulosos, de estatura mediana, a no ser que le hinches las pelotas (que son como las pulgadas españolas, pero las malas, que en inglés se expresa mismamente como inches), y un aliento que es esencia pura de enebro. Eso sí, muy educado. Nada más llegar, cuando lo llamas, te dice su nombre, algo así como Juan. Lo que pasa es que debe tener ascendencia andaluza, como de Alcaudete la Real,porque lo pronuncia entre Huan y Guan. Te suele decir el nombre completo, Guan Momen, y entonces desaparece como una semana, que en Inglaterra viene a ser prácticamente como una week completa. Con lo que te quedas afuncional un buen tiempo.
En la compra te ponderan mucho su consumo. Y con sumo gusto se lo regalaba a alguno de los que están leyendo esto. Lo malo es conseguir, en caso de insatisfacción, una buena portabilidad. Tiene que ser a través de alguna empresa, mayormente de transporte o mudanzas, y si posee camiones, mejor.
Un problemilla es la batería, que es muy grande. Tiene la ventaja de que, al parecer, perteneció a Phil Collins. Y, aunque te deja poca capacidad en el interior, y al no disponer de memoria, con las baquetas puedes marcar el compás de la giga, que es lo más parecido a que alcanza, famoso baile previctoriano, y muy armónico con el look retro de su diseño.
No trae GPS, pero te transforma en eso , osea, en G---P----S, palabra de cuatro sílabas y nueve (o diez, según los diccionarios) letras, que si no la adivinas eres tonto del sexo.
Lo mejor, indudablemente, la cobertura: te metes dentro y te cubre por completo.
Tiene el inconveniente del contrato de permanencia. Es un mínimo de 50 años. Y es que se rige por la Ley General de Arrendamiento de Bienes Inmuebles Históricos. Debe ser el mismo tipo de contrato que hicieron los pobres sindicatos, que no hay manera de que suelten un edificio. Me imagino que por la letra pequeña, no porque ellos no ardan en deseos de devolverlos.
Trae jueguecitos y todo. Uno, famosísimo, con alguna variante: el Tétrisco. Se trata de que entran en mi teléfono un montón de vagabundos , que se van alineando dentro, acoplándose perfectamente, sin dejar nada de espacio, como los palomos en la tranca del sargento...(bueno, esto es otro chiste, para otro día), hasta que los logras expulsar, y te vuelven a entrar otros nuevos. Tiene cubitos como el original, pero son de agua para limpiarlo de las meadas que dejan. También trae otro divertidísimo. Te quedas encerrado, vamos, bloqueado, en el interior, durante unas cuantas semanas, y ni Dios te hace caso ni nadie te ayuda a salir. Es como si Mel Brooks hubiera hecho una parodia de la premiada película de Mercero. Se llama La Cabina 2.0.
Los mensajes no son por sms, sino, como los de los indios en los Westerns, por señales de humo, aprovechando las hogueras que levantan los vagabundos cuando montan timbas descomunales entre partida y partida de Tétrisco. A veces te cruzas ahí con Guan, pero sigue sin estar excesivamente operativo.
Hay una oferta.... para huir de ella, que consiste en que te regalan una tablet. Pero para que os hagáis una idea: si éste no tiene pantalla que se mida por pulgadas, sino paneles que se miden por pantagrueles, cómo no será la dichosa tableta. Es como si una pesadilla hubiera multiplicado infinitamente tu celular por arte de encantamiento, y te encontraras, de pronto, como en la torre de Babel, rodeado de multitud de personas hablando ingentes cantidades de idiomas, sin entenderse los unos con los otros, tan sólo todos con una señorita detrás de un teclado analógico, a condición que le des una moneda. "Querido sobrino Oblongo, en mi vida había oído hablar de nada que se pareciera tanto a un locutorio", que dirían los inefables Les Luthiers (por cierto, según aclaran ellos, Oblongo, en swahili, significa más largo que ancho, pero éste es todo más por todas partes). El único problema es que, para conseguirla, tienes que adquirir otra unidad. Sigue sin traer GPS, pero esta vez te transforma en GPS 2.0. Espero que ésto no tenga que aclararlo.
Tal vez mi error haya sido comprarlo en Inglaterra, con el obstáculo del idioma. Y es que yo, por hacerme el chulito, pues pedí: Please, I want a smartphone!. Y ellos, efectívamente, me dieron un phone de Smart, pero de Maxwell Smart. Para los jovencitos: el famoso superagente '86, aplaudida serie de los '60. Eso sí, me aseguraron que éste era de una serie ilimitada que habían esparcido por las calles de Londres. Y alguno preguntará por qué no me decidí por el otro, ya puestos, quizá más práctico y manejero, el celebérrimo SmartShoePhone, usease, el archiconocido Zapatófono. Pues sencillamente porque parecía que, en vez de la función Bluetooth, traía incorporada la de Trashfoot (chistecito sólo apto para mis amigos vasculares) y exhalaba un hedor nauseabundo a pinreles. Eso sí, supongo porque debía ser el original.
Ya sólo espero, en contra de lo pudierais pensar, que no me llaméis mucho, porque cada vez que suena tengo que coger un vuelo hasta Londres. Es el único desvío de llamadas que admitía.

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