ROSA DIEZ: España pierde aunque España manda


España pierde; aunque España manda
Rosa Díez

Hoy me meto en camisa de once varas. Y es que, como dirían Tip y Coll, esta noche hablaré del gobierno. O, lo que sería lo mismo, de política. O de políticos.
Ya cuando era pequeñín tuve mi despertar político, esa adolescencia democrática y de verdadero cambio, casi antes que el despertar sexual, que es el que más nos suele marcar, allá por el moribundo franquismo y afloramiento de las libertades. Y ese entusiasmo me duró lo que a muchos (y no me refiero al sexual), hasta que empezaron los problemas gordos de corrupción en el PSOE, que me llenaron de honda desilusión, y de profunda desconfianza hacia los políticos.
Entonces tuve claro que ya los políticos no eran como los de antes. Mi familia ya sufrió en sus carnes el precio de dejarse la vida al servicio de los demás. De ahí mi opinión de que los verdaderos últimos políticos (y no digo ni siquiera buenos politicos) fueron los de la 2ª República. Porque gracias a su prestigio profesional y humano eran buscados por los partidos para representarlos e impregnarse de su valía. Eran ellos los que cedían su prestigio a los partidos. Hoy día es al contrario, son los políticos los que buscan el prestigio, cuando no el beneficio, a través de su carrera en el partido, que es, en muchos casos, la única que conocen. Y no teniendo prestigio alguno intrínseco ningún partido, porque el que tienen depende de sus afiliados, podemos entender que nadie puede encontrar el prestigio allá donde no se haya. De ahí la ralea generalizada de representantes que tenemos. No nos sirven, sino que se sirven de nosotros y nos subyugan.
Siendo esto general, y, por tanto, pudiendo haber honrosas excepciones, yo salvaría de manera generalizada a sólo dos subgrupos. El primero, el de aquella pandilla variopinta, que, representándonos o no, tuvo la suficiente valentía, coherencia y generosidad de sacarnos de la dictadura, y abrirnos paso a una democracia sin nuevos enfrentamientos y derramamiento de sangre, dando muestras de una madurez hasta entonces oculta, pero que comenzaba a dejar vislumbrar que somos esencialmente un pueblo tolerante, a pesar de todos los pesares. Y el segundo, ese pelotón de políticos castigados social y humanamente por el simple hecho de representar unas ideas allí donde no sólo se jugaban la vida por mostrarlas, sino que vivían contínuamente marcados y vilipendiados en su propio hogar. Me refiero a los políticos vascos no nacionalistas durante todos estos años marcados por el terrorismo etarra.
Pues así las cosas, ¿qué es lo que necesitábamos en los tiempos que corren? Sin poder esperar que nadie de prestigio se arriesgue a sucumbir en las conspiraciones de los partidos, ávidos de poder y enseñoramiento, cuando no de enriquecimiento, lo único que nos quedaba era esperar a alguien trallado en esta escuela, dispuesto a dirigir una formación en la que imperara la honradez y la rectitud. Y tuvimos el milagro de conseguirlo cuando la señora Díez escapó del PSOE marchito y puso rumbo a lo que muchos españoles ansiábamos. Ha sido una singladura difícil. Partieron cuando la sociedad española aún no estaba verdaderamente mosqueada, cuando la crisis aun no nos enseñó sus truculentas garras, con lo que casi todo el mundo la observó con curiosidad y algo de suspicacia. Eso impidió un contundente despegue. Para cuando vinieron los tiempos propicios, surgieron nuevas formaciones a las que se adjudicó la etiqueta de practicar una nueva política, cuando es al día de hoy y , todavía, o dudamos o no hemos comprobado que así sea. Pero la Sra Díez y su UPyD ya sí que estaban haciendo nueva política, sobre todo denunciando casos de corrupción, para lo cual se gastaban su dinero, que nunca ha provenido de financiaciones irregulares. De ahí que se les agotara en el servicio a la sociedad y no les quedara para hacer campañas costosas y dispendiosas, como era regla en los otros partidos. Estos que se han paseado estos años sin sacarse los trapos sucios por temor a que les levantaran los suyos propios. Sólo cuando eran ajenos, como sucedió con Gil y Gil, se atrevieron.
Y luego de no reconocerles la virtud, sociedad, medios de comunicación y partidos sí que los incluyeron en la misma panda de los partidos emergentes y peligrosos, que vienen a acabar con el chollo. Dieron lo suyo, todo lo que pudieron, a Podemos y Ciudadanos, pero estos venían con el empuje del mosqueo. A UPyD le castigaron su sensatez, que a pocos atrajo, con un supuesto autoritarismo. Está bien esto, viniendo de partidos que han demostrado poca democracia interna. Pero confundieron, engañando con ello a muchos españoles, rectitud con autoritarismo, esa rectitud de la madre que se obstina en que su niño no se tome el chupachup media hora antes de la comida. Esa rectitud que significaba que yo no actúo como el resto de partidos. Yo no cambio mi programa para así mejorar mis resultados electorales. Ni pacto con nadie, si eso significa cambiarlo, aunque me aseguren más votos. Porque lo que quiero demostrar es que estoy convencido de lo que quiero hacer, y quiero conseguirlo, convenciendo a los demás. No esto común en los partidos de ir cambiando de un lado para otro detrás de lo que ellos creen que una mayoría de ciudadanos quieren, sin darse cuenta que eso sólo lo pretenden sus afiliados y grupúsculos sociales a los que, sin representatividad manifiesta en la sociedad, se les hace más caso del que se debe. Cuando no abogan por algo que realmente nadie pide, como el PSOE, yendo detrás del federalismo, que ni los que queremos una España igual  deseamos, ni los nacionalistas aceptarían, pues lo único que buscan es separarse.
Por eso, hemos tenido un partido que ni los resultados adversos han hecho que cambie su programa: reducción de la burocracia, sobre todo política, finalización de la evolución de las autonomías, con un planteamiento claro y definitivo de sus atribuciones, con igualdad para todas, con recuperación de algunas competencias para el Estado, como la educación, para así no ser fuente de proselitismo nacionalista, cambio de la ley electoral, separación clara de los poderes del estado, etc… Aunque sí han logrado que cambiara la cabeza visible. Y aunque a Herzog se le ve buena persona y con buenas intenciones, no tiene el carisma de Rosa Díez. Y eso, en nuestro país, que no leemos los programas, sino que nos orientamos por simpatía hacia una persona o por fenotipia ideológica, ha sido fatal para este partido.
Hay quien piensa que ahí ha estado el error. Tenían que haber cambiado, o pactado, que implica lo mismo. Pero yo lo veo de otra manera. Soy un fanático de los documentales de la dos. Pero fanático de los de verdad. Todo los días mi buena ración de reportajes de animalitos. Y de verdad. No como otros muchos, que dicen verlos, pero lo cierto es que la audiencia de esta cadena es paupérrima. Y puesto que nadie los ve, y nadie duda de su utilidad formativa, muchos podrían pensar que cambiándoles el formato, alguien más los vería. Ya me lo estoy imaginando: Guepardo y  gacelas y viceversa. O bien otro, tipo magazine, como Devórame, con un hipopótamo en tutú, al estilo de los de Fantasía de Walt Disney, al frente, con un tabernáculo de hienas alrededor, dispuestos a despedazar cualquier víctima. ¿O qué tal un El gran rebaño, con un montón de herbívoros nominándose para ser devorados por un felino, y, si sobreviven, ser luego despedazados en el Devórame? Yo creo que para esta mierda ya tenemos a Telecinco. Dejémonos de sucedáneos y fomentemos y aprovechemos lo original y lo honesto. Deberíamos confiar, o más bien promover, que la gente se dé cuenta de hacia dónde hay que ir, por cultura y convencimiento. Ya sé que es muy difícil, y el hecho es que eso es lo que le ha pasado a esta formación, que no ha conseguido explicar o hacer comprender su programa a extensos ámbitos de población. Pero sigo pensando que no deben cambiar, como no cambiará mi voto a ellos mientras duren,
Por eso estoy de acuerdo con lo que  Herzog ha manifestado después de tan malos resultados: España pierde, aunque España manda. Y yo os diré aquello tan manido de que tendréis los políticos que os merecéis, pero no los que ni yo ni España nos merecemos.


El himno de Yago dedicado a los políticos actuales:


Creo en un Dios cruel que me creó
a su semejanza, y que nombro con ira.
De la vileza de un germen
que me engendró vil.
Soy malvado porque soy hombre;
y siento el barro originario en mí.
¡Sí! ¡Ésta es mi fe!
Creo con firme corazón, como cree
la viudita en el templo,
que el mal que de mí procede,
por mi destino lo cumplo.
Creo que el justo es un histrión burlón,
tanto su rostro como su corazón,
son falsos:
lágrimas, besos, miradas,
sacrificios y honor.
Y creo al hombre juguete
de una inicua suerte
desde el germen de la cuna
hasta el gusano de la tumba.
Llega luego la Muerte.
¿Y luego? La Muerte es la Nada.
¡Eso del cielo es una vieja fábula!

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