A.D.MARINAS
La importancia del deporte por sí mismo para la salud, tanto
física como mental, nadie lo pone en duda. Ya se sabe aquello de mens sana in
corpore sano. Pero igual de importante puede ser el competitivo, sobre todo
para niños que están formándose como personas. Valores como lucha, entrega,
sacrificio, solidaridad, con tus compañeros y adversarios; y respeto. Todo lo
que hay que aprender para ser de mayor una buena persona. Y para ello son primordiales las figuras de
entrenadores, árbitros, padres... y dirigentes. Los primeros son los que
imparten las enseñanzas y los ejemplos, y los últimos los garantes de que se
cumplan. Es así como mi hijo ha podido disfrutar de unos entrenadores que lo
han curtido, a él y a sus compañeros, en estos valores. Juego limpio,
deportividad, respeto, asimilación de la derrota. Y no todo ha sido suerte al
encontrarlos: es que yo no habría permitido un solo minuto estar bajo la
influencia de un entrenador que favorezca el juego sucio, la pérdida de tiempo,
las entradas violentas, etc.., como existen algunos. Gracias a ello, ha
conseguido ayudar en la formación de un equipo en toda la grandeza de esta
palabra, con niños que son amigos dentro y fuera del campo, amigos de
excompañeros y también de rivales, mereciendo el respeto y consideración de
nuestros rivales, tanto por su juego como por su comportamiento.
Por eso apesta cuando individuos apoltronados en la estructura
federativa contribuyen a frustrar y a amargar la consecución de objetivos para
los que se han estado preparando y compitiendo. Me refiero al hecho de no
haberles permitido defender su opción a jugar la final de la copa de su
categoría. Hace meses ganaron el derecho a participar en la fase final de la
Copa COVAP, competición privada, pero auspiciada por la Federación Andaluza de
Fútbol, como se molestaron en atestiguar enviando un representante para
entregar los premios, entre ellos el subcampeonato conseguido por nuestros
niños. Las fechas eran conocidas por la federación almeriense. Y a pesar de que
, al parecer, contábamos con la aquiescencia del equipo rival para cambiar la
fecha, esto no se permitió. Como tampoco el ofrecimiento de nuestro club de
cambiar el día en el mismo fin de semana, de sábado a domingo por la tarde,
corriendo con los gastos que se pudieran ocasionar, y a pesar que nuestros
niños iban a jugar esa misma mañana, y luego desplazarse desde Granada a
Almería, tal era la ilusión de los niños por defender el título obtenido en los
últimos 3 años y al que optaban por cuarta vez. Pero aún así, se recibió la
negativa. No sé si influyó el hecho de que el secretario de la federación sea
padre de niños adscritos al equipo rival, y primaran otros intereses espurios.
Pero todo apunta a ello, por la obstinación mostrada en no encontrar una
solución. Nuestro club se vio obligado a mandar a niños de otro equipo, de
menor edad, que jugaban en otra categoría, que, a excepción de tres de ellos,
no habían participado en el campeonato, y que nunca habían jugado a futbol 11,
todo ello para justificar una competición adulterada. Es como si al Madrid o al
Barcelona, les negaran los cambios de fechas para partidos de liga cuando se
tuvieron que presentar al Mundialito de clubes, y tuvieran que presentar al
Castilla o Barcelona B. Pero no hay que ir muy lejos para tomar ejemplo.
Nuestros niños , este mismo año, debido a un par de tropiezos, necesitaban ,
para conseguir el acceso a la fase final andaluza, ganar al UD Almería, el
mejor equipo de la categoría por clasificación. Cuando llegó el momento, nos
solicitaron un cambio de fechas para permitirles asistir a un torneo, a lo cual
no nos negamos, a pesar de la importante ventaja que podríamos tener
enfrentándonos a un equipo de niños más pequeños que jugaban en categoría
inferior si no hubiéramos accedido. Y la psibilidad de poder optar con ello a
ganar el campeonato de la categoría. Pero ni se nos pasó por la cabeza. Si no
somos capaces de conseguirlo venciendo a nuestros rivales, no tendría valor
alguno. Y los niños deseaban reivindicarse ante el máximo rival que podían
encontrar. No sé si fue Julio César o algún otro afamado general quien dijo que
la gloria de la victoria dependía de la grandeza del enemigo. Y por seguro
tengo la grandeza de nuestro equipo, tal fue la efusiva manifestación de
alegría que mostraron los niños del UDA al derrotarnos en el último minuto,
incluidos passepied y doble tirabuzón del entrenador entrando en el campo para
celebrarlo y la invasión de varios padres para estrechar a sus niños. Pareciera
que los mejores éramos nosotros. Nos entronizaron con nuestra propia derrota.
Lo denigrante de la situación no es solo la frustración y
desilusión que provoca en niños de 12 años a los que no se permite competir,
sino el mal ejemplo y nefasta educación que están mostrando a nuestros rivales,
a los que podría parecer que ayudan. Les muestran que lo importante en la vida
es la pillería y los atajos para conseguir el éxito. Que vale más un rico
aunque ladrón que un pobre honrado. O que un rico honrado, que también es
posible. Todo esto se lo podrían ahorrar regalando a principios de temporada
unas cuantas medallitas y trofeos a los niños, cuyo resultado sería similar.
Está claro que lo único que ofertaron a nuestros rivales fue un esmirriado
triunfo, y acabaron con la grandeza de su triunfo....o su derrota. Que también
las hay, de las de tener la cabeza bien alta.
Sea el hedor por el comportamiento de la federación, o sea
por el de algún elemento que no mantiene la honradez que debe a su cargo, lo cual no deja de ser
distinta ventosidad pero mismo tufo putrefacto, espero que esto ayude a
ventilar el comportamiento malsano que daña la educación de los niños, los
nuestros y los rivales.
Mi reconocimiento al esfuerzo de los niños de nuestro club
de categoría inferior que defendieron al club con su esfuerzo, aunque creo que
no debían haberlos presentado. Y también por ofrecernos las medallas, las
cuales dormirán el sueño del olvido en algún mustio cajón de alguna oficina, y
es que su mayor valor es el cuello que las gana y las luce, del cual van a ser
huérfanas.
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