Las puertas del delirio




 
PROEMIO

No creo que yo deba definirme como tal, pero si tuviera que clasificarme como escritor, diría que soy uno perezoso. Comencé esta entrada al poco de comenzar el conflicto que trato, y lo he ido completando en todo el tiempo que lleva desarrollándose este desgraciado acontecimiento. Es por eso que hablo como si las cosas hubieran pasado en este mismo instante, aunque el instante no es siempre el mismo. ¿O sí?

EL MIEDO

A pesar de haber disfrutado de una infancia feliz, nada ni nadie nos libra de haber padecido nuestros pequeños y particulares traumas, nuestra diminuta galería de horrores. Uno que me viene a la mente ahora trata de un asunto que, creo yo, era compartido por otros niños de mi época, e incluso por más de un adulto. Consistía en el temor, con visos de certeza, a que se iba a volver a repetir una guerra en cuanto que Franco muriera. No sé si respondía a una propaganda subliminal del régimen, para que llegado el momento del deceso del caudillo no tuviéramos la tentación de descarriarnos del camino trazado tan cuidadosamente por la dictadura, o si, simplemente, no era más que el recelo transmitido por nuestros mayores a recaer en un nuevo enfrentamiento civil una vez que desapareciese la férrea mano del dictador.

En mi caso, acuciaba además el hecho de que se refiriesen hechos desafortunados familiares, como la muerte de mis dos abuelos como consecuencia de la guerra civil, de tal modo que yo no podía evitar espantarme, sobre todo en las noches desveladas, al pensar en una existencia sometida al miedo a bombardeos, a la angustiosa necesidad de esconderte para que no te encontraran los desalmados de uno u otro bando.

Como todos los traumas, los vas enterrando conforme vas creciendo y otros eventos van apagando en tu mente esos insensatos terrores, sobre todo cuando vas comprobando que no se cumplen los funestos presagios que temías. Pero como cualquier trastorno psicológico, siempre estará vigil a que cualquier suceso nos lo reviva y nos provoque un impune y nuevo atormentamiento. Para que ocurra esto no hay mejor manera que recurrir a una terapia de recreación de la situación temida, y con la mejoría de los efectos especiales, qué mejor que una buena película que sepa transmitirte el suficiente grado de subjetividad como para incrustarte artificiosamente en el mismo centro de tu terror.

Una de las películas que más capaz ha sido de recrearme esa sensación angustiosa y claustrofóbica de encontrarte acorralado por el horror de una guerra fue La guerra de los mundos, aunque mi primer contacto no fue a través del visionado de la antigua película, casi de serie B, de 1953, que es el día de hoy y ni me acuerdo de ella. Fue a través de una especie de banda sonora o, más bien, ópera rock, debida a un compositor de musicales prácticamente desconocido llamado Jeff Wayne. En el disco intercalaba música con pasajes leídos del libro de H.G.Wells, y el hecho de escucharlo componiendo las estampas en base a tu imaginación, no dejaba de despertar un sentimiento perturbador, supongo que similar al que debieron sentir los estadounidenses que escucharon el programa radiofónico de 1938, protagonizado por Orson Wells, con tanto viso de realismo, que sembró el pánico en parte de la población, que pensó que se trataba de una situación real. Tal vez contribuyó a ello, por un lado, el auge y el temor al nazismo, en su apogeo, y que en breve sí desencadenaría una situación de pánico mundial y real; y, por otro, el que se eligiese la fecha de la festividad de Halloween para su emisión.

Ya más recientemente, en 2005, se realizó una nueva película, protagonizada por Tom Cruise, que tuvo notable éxito, y que a mí me gustó bastante, porque aprovechaba un guion ya contrastado con un uso mesurado y eficiente de efectos especiales, que conseguían meterte en la piel y en el sentir del protagonista. En resumen, mostraba la impotencia de una sociedad vanidosa y engreída por vivir en una realidad de privilegio, con tan altas cotas de perfección, que vive convencida de que es imposible que nada pueda suceder para destruirla. Todo se viene abajo cuando comienzan a aparecer, diseminadas por todo el mundo, unas máquinas infernales, extraterrestres, con un inquietante parecido mecánico a dinosaurios, letales a la vez que literalmente voraces, y ante las que la tecnología y el ejército más avanzados de nuestro planeta no son capaces de infringir el más mínimo daño. La película es una continua huida en busca de salvación por parte del protagonista ante la imposibilidad de enfrentarse cara a cara con el invasor, y contemplamos escenas que nos deberían ser familiares, por los continuos conflictos de los que somos testigos, eso sí, por televisión, cómodamente sentados en nuestros sofás, de multitud de gentes en éxodo, abandonándolo todo, huyendo sin orden ni esperanza. Pero también hay otras escenas que mueven a espanto, como cuando el protagonista con su hija se guarece en el sótano de una casa, para ocultarse y descansar, cuando, de repente, el pánico se desata en ellos al sufrir un registro inesperado por parte de los extraterrestres, que lleva al personaje incluso a matar a su huésped, pues estaba poniéndolos en riesgo de ser descubiertos.

Ya sé que esto puede mover a chanza a cualquier lector, pero es increíble que, aun así, a veces nos conmueve e impresiona más un efecto visual de una película que la realidad misma, por muy cruda que ésta se presente.

Haciendo un poco de espoiler, al final surge la esperanza tras comprobar que los alienígenas, como los indígenas de América, empiezan a sucumbir por el contacto con microorganismos de la Tierra, frente a los cuales no presentaban defensas. Un compendio de lo que nos sucede hoy día: pandemia y guerra.

LA DESIDIA

Todo esto me lo ha rememorado el surgimiento del actual conflicto de Ucrania, que me ha despertado, como a mucha más gente, esos sentimientos de miedo y rabia frente a una guerra injusta. Ante esto, ya sé que se han levantado voces, pocas, que nos echan un poco en cara nuestra hipocresía, como si no hubiese ya o hubiera habido innúmeras guerras en los últimos años. Es cierto que se ha alegado la proximidad y el siglo en el que vivimos para justificar esa actitud, pero yo creo que es algo más profundo.

En España hemos tenido el privilegio de vivir casi medio siglo, lo que va de democracia, sin guerras, 83 años si contamos desde la finalización de nuestra sacrílega guerra civil, y si exceptuamos la participación en algunas misiones bélicas por parte de pequeños destacamentos de nuestro ejército, que, en cualquier caso, con la denostación y desprecio que actualmente sufren por parte de una sociedad, más que pacifista, papanatas y mojigata, no deja de ser más que, en opinión de ella, unos cuantos fanáticos y nostálgicos de la violencia los que allá irán y, si mueren, seguro que no es uno de los nuestros, de los de nuestras sagradas convicciones.. Así pues, lo más cerca que tuvimos una guerra fue en los años noventa del siglo pasado en Yugoslavia, pero ahí estaban bien definidos los contendientes, su incapacidad para dañarnos y lo susceptible que era el conflicto de ser apañado por la moderna Roma, o sea, Washington.

Es verdad que ha habido otros conflictos que nos han salpicado algo, también a la conciencia, como los desarrollados en Irak, en los países afectados por la llamada Primavera árabe y, más recientemente, en Siria, sin contar con el conflicto continuo de Palestina. Pero hay una serie de aspectos que los diferencia, desde nuestra perspectiva y desde nuestra conciencia.

EL MIEDO Y LA EMPATÍA

La primera es la proximidad. Y no me refiero a proximidad geográfica. Hablo de proximidad social. Ucrania es un país que se ha debatido en los últimos tiempos en una azarosa determinación por conseguir vivir en libertad y democracia, que es un aspecto que seguramente también anhelaría conseguir gran parte de la población rusa. Lo malo para esta última es que sigue viviendo bajo los designios de un nuevo dictador, mientras que Ucrania vio la luz tras su desgajamiento de la antigua URSS, y pretende igualarse al resto de Europa, uno de cuyos pasos es estrechar lazos precisamente con ella. Porque su modo de vida es similar: ordenamiento jurídico, costumbres, cultura…. Y es una de las cosas que más nos espanta, porque al ver su sufrimiento actual nosotros mismos nos vemos en su situación, contemplando cómo de repente esa ilusión de completar unos estudios, ahorrar para hacer un viaje, casarte, comprarte una casa nueva, ahorrar para comprarte un coche, de repente, todo, se viene abajo, y tu mayor preocupación es sobrevivir. Hacer colas para obtener comida, conseguir un refugio seguro que te proteja de las bombas, no tener un día aciago en que te cruzas con un individuo igual que tú y que resulta ser tu enemigo y te dispara a bocajarro en el entrecejo. Me conmovió especialmente, en los primeros días de invasión, una entrevista realizada en un programa de televisión con una nativa, conectada mediante videollamada desde su casa. La habitación permanecía en penumbra, iluminada por alguna vela o algún foco de luz de escasa potencia, sin luz natural, al tener cerrados los postigos o las persianas de la vivienda para no ser descubierta ni ser objetivo de bombardeo. Y mientras contestaba las preguntas del presentador en un civilizado y esperanzador castellano, pues el conocimiento de nuestra lengua formaría parte de sus ganas de mejorar su futuro con lo que ella pensara que pudiera ser un mejor porvenir, no podía evitar, o al menos disumular, una expresión de pavor, con la exasperada prominencia de sus órbitas, que hundían los párpados en un pozo de desesperación y daba la sensación de saltarles de un momento a otro, con sus comisuras labiales contraídas y descendidas, y con un rictus de inseguridad y espanto, enmarcado todo ello por su demacrado rostro por el probable insomnio, el miedo y la escasa alimentación. Me recordó la escena de la película, y me agobió de tal modo que tuve que cambiar el canal. Por tanto, lo primero, una enorme empatía.

LA SOLIDARIDAD

Lo segundo, quizá, la indefensión. A mí siempre me ha podido esto: siempre he ido, a priori, con el que lleva las de perder. En las retransmisiones deportivas,  voy con el débil. Y yo creo que nos pasa a todos. Contemplar cómo se va organizando un ejército pletórico, exultante de carros de combate y de aviones, y, de la noche a la mañana, sin motivo, comienza a hostigarte, a destruirte, a masacrarte, sin justificación, pues volvemos a lo primero. Es una cuestión de no pararle los pies a este nuevo sátrapa para que cualquier día haga esto mismo en nuestra casa. Ha habido personas, y sectores políticos de nuestro país, que sí creen ver motivos. Aducen, primeramente, que si hay una agresión por parte de la OTAN, al querer expandir sus fronteras hasta la misma sombra de sus fronteras. Aunque, para ello, lo primero que hay que hacer es demonizar a la OTAN, acusándola de ser el instrumento del neoimperialismo del neoliberalismo burgués. Sandeces. No es más que la herramienta que nos da seguridad, que nos permite vivir tal como lo hacemos, con esta sociedad papanatas y crédula, que debe pensar que Europa es rica porque sí, porque es un maná del que surge la abundancia y que es injusto no dejar que todos los pueblos de la tierra se acerquen a él para nutrirse de su opulencia. Se podría discutir qué nos ha hecho llegar a este nivel de riqueza en Europa, pero hay que saber que uno de los factores ha sido construir, tras siglos de conflictos, una sociedad eminentemente laica, con una burguesía asentada y abundante, que ha permitido el afloramiento de unas reglas de juego que permiten, con sus defectos, que el chiringuito no se venga abajo. La justicia con el resto del mundo, más pobre, y del que en muchas ocasiones se ha aprovechado Europa, no es permitir que todo el mundo venga aquí para demacrarnos extrayendo nuestra última gota de savia, sino ir progresivamente exportando el sistema hacia otros rincones. Eso es lo que intentaba con Ucrania no sólo Europa, sino también ella misma, y es lo que no se puede conseguir en otros países, y es lo que también cambia nuestra actitud en los diferentes conflictos. Ucrania tiene una sociedad estructurada en la que puede brotar la democracia. Al mundo, árabe, por ejemplo, todavía le debe faltar seis siglos más de conflictos internos sociales y religiosos para que por fin permee en él la democracia. De ahí los continuos conflictos en Libia, Líbano, Irak, Afganistán, con sus atavismos tribales, que impiden que progresen una vez que los desunces del yugo de la tiranía.

La OTAN es, pues, un sistema que nos permite cierta seguridad para resguardar esta semilla tan valiosa que es la libertad, la justicia y la democracia. Pero aun así, el otro argumento es el de la intromisión en lo que era, en cualquier caso, un enfrentamiento doméstico, pues se trata de dos pueblos hermanos, que han tenido, si no una historia común, sí muy confluyente. Y pudiera ser. De hecho, yo creo que la gran esperanza de Europa habría sido el atraer hacia nosotros a la misma Rusia, pues es una cultura afín a la nuestra, y en la que podría prender la semilla de la democracia. El problema es que no ha sido así. Vuelven a padecer un sistema político que a Putin gusta de llamar democrático, pero que no lo es en absoluto, y no hay más que ver las medidas que ha tomado en el conflicto al que ni siquiera llama guerra: represión, manipulación, censura…. Y podrían seguir estos mismos políticos españoles alegando que la manipulación es nuestra. Pero es el mismo Putin, con sus contradicciones, quien definitivamente inclina la balanza de la verdad en su contra. Al principio eran unas maniobras y no iba a pasar nada; inmediatamente después, una invasión. El crucero se ha hundido sólo; al día siguiente, bombardeo masivo de escarmiento. Vamos a desnazificar ucrania, y el presidente resulta ser judío. Nadie me ataca y evacuo a miles de niños del Dombás insurgente para protegerlos, y crear la opinión en su país de sufrir una agresión por parte de Ucrania, y de ahí la invasión ¿Con qué ejercito iba a invadir Ucrania a Rusia? Si iban a desnazificar ellos, ¿por qué ahora dicen que la OTAN los iba a invadir? La demencia y el populismo en estado puro. Pero, bien, dejémoslo en un asunto entre pueblos hermanos: ¿a un hermano se masacra de semejante manera?¿se le amenaza con el uso de armas nucleares?

En fin, está claro. Aquí hay un país que quiere salir del pozo de la tiranía y otro que se encuentra atrapado y cegado en él.

LA FATALIDAD

Finalmente, como tercer aspecto, el de la injusticia. En esto sí nos podríamos llevar las manos a la cabeza por nuestra hipocresía. Se cita mucho la guerra de Irak para intentar hacernos ver que no hay diferencias, que las dos guerras son injustas. Lo que realmente la guerra manifiesta es crueldad. Pero hay veces que no te queda más remedio que recurrir a ella, sobre todo si la razón y la justicia está de tu lado. A todos se nos pueden hinchar los carrillos criticando a Bush y a Aznar, y, en cierto modo, no les falta la razón, sobre todo una vez que no parece demostrarse que hubiera armas de destrucción masiva, y que también pudieran influir factores geoestratégicos (que también son los que permiten a los críticos vivir bien y en libertad en esta nuestra sociedad tirana precisamente para ejercer su derecho a la crítica), pero se olvidan que ellos mismos escupían diatribas contra el dictador Sadam Hussein. Solamente por el logro de quitarlo de en medio, ya deberían estar satisfechos. Pero culpar a occidente de la incapacidad de los mismos irakíes de organizarse y vivir en paz….No hay más que ver lo que ha pasado en Afganistán en cuanto el último soldado occidental dejó de pisar suelo árabe: la crítica ahora es que los abandonábamos. Habría que ser un poco coherentes.

EL CINISMO

El problema de estos sectores que no ven esta guerra como un conflicto entre el bien y el mal, es que no consideran al régimen ruso injusto. Tal vez uno de los motivos es que han sido apoyados previamente por él. Quizá eso explique que pensamientos tan dispares encuentren justificación a la ofensa y a la agresión rusa subsecuente. No olvidemos, por ejemplo, en el conflicto independentista catalán, no sólo el apoyo  de Rusia a sus escaramuzas, sino también el lisonjeo que mantuvieron entre sí para despreciar nuestra democracia y convivencia hispana. Podemos sumar a los nacionalistas de toda jaez, desde húngaros y polacos hasta nuestros radicales denominados de derechas, pues ven una afirmación de un yo cultural, patriótico y excluyente que ellos mismos explotan. Pero conformarse en pensar que el problema del influjo o intromisión de Rusia en Europa viene a través de la identificación ideológica del sistema de Putin con la ultraderecha, es falaz y pernicioso para encontrar la raíz del problema de la injerencia rusa en nuestra sociedad occidental.

Los apoyos y alianzas se basan en muchos y diversos factores, muchas veces impregnados de cinismo, como lo fue la alianza que protagonizaron en el comienzo de la 2ª Guerra Mundial la Alemania nazi y la Rusia estalinista, para dejarse las manos libres para hipotecar el resto de Europa, y que supuso la invasión de Polonia por los alemanes y la de Finlandia por la Unión Soviética. Y erramos en nuestras etiquetaciones si no entendemos que todas las oligarquías, tiranías y dictaduras son de la misma estofa.

Mismamente, considerar al propio régimen ruso como de ultraderecha resulta una afirmación desorientante. Putin ha establecido un sistema pseudodemocrático, con poderes omnímodos acuñados en su persona, de intenso matiz nacionalista, de un patriotismo aglutinador, en el que incorpora tanto la gloria expansiva del zarismo como el imperialismo comunista europeo fijado tras el telón de acero. Por eso añora aquella estado de privilegio de Rusia dominando medio mundo mediante reyezuelos proletarios que cercenaban hasta la libertad de los ciudadanos para poder escapar a sus tentáculos.

Y es por ello por lo que no le importa estrechar lazos con la China comunista, aunque de comunista sólo le queda la maquinaria de opresión de libertades, pues tras el doble fracaso económico de Mao Tse-Tung, la primera de las cuales provocó la gran hambruna con treinta millones de muertos tras el fallido plan denominado El gran salto adelante, y que provocó un primer intento de reactivación económica liberal en los años 60, de manos del renovador Deng Xiaoping, la cual fue reprimida y represaliada por la Revolución cultural promovida por un celoso Mao, después de la muerte del dictador fundador del comunismo chino, se volvió a la senda del abandono de la producción soviética a un impostado y lucrativo sistema capitalista, que hace convivir la extrema pobreza con los mayores ricachones del planeta.

Y es este fundamento engañoso de reverdecimiento de lazos comunistas en el que encuentran desahogo formaciones patrias como Podemos o Sumar, en los que seguramente encontrarán apoyos. Los caminos de la política son tortuosos, pero siempre dejan un hediondo rastro de desvergüenza. Rusia no solo se apoya en añoranzas comunistas, sino en construcciones de bloques antagónicos, y, por tanto, ayada y espolea a todo aquel que es enemigo de sus enemigos. Y los enemigos de Estados Unidos y del mundo occidental, claro está, lo forman un batiburrillo de ideologías entre las que se encuentran el rancio comunismo de Cuba, el neosocialismo bolivariano de Venezuela y el islamismo integrista y beligerante(si es que existe otro) de Irán. Todo esto nos lleva a entender cómo postulados de la ultraderecha encarnados en Orban, Robert Fico o Salvini en cuanto al conflicto ucranio, coincidan con los de la ultraizquierda española. Esto es lo que los hace feroces reprensores del régimen israelí en el conflicto de Gaza, y tibios justificadores del malestar ruso con la abusiva provocación de la OTAN al amenazar veleidosamente su seguridad por el apoyo a los esbozos ucranios de democracia. Y eso también nos haría comprender cómo la financiación iraní del canal de televisión de Pablo Iglesias y la timorata respuesta a las agresiones sexistas del régimen de los ayatollahs son compatibles con el empacho feminista ideologizado con que nos atiborran. A pesar de su coincidencia, es lógico que no reconozcan su alineamiento con la ultraderecha, porque todos los extremismos, que son negacionistas por naturaleza (antiloquesea) hallan su razón de ser en la oposición al radicalismo del supuesto signo contrario. Lo mismo que la ultraderecha precisa de ese antagonismo, pues no olvidemos que todos los movimientos fascistas fueron una reacción al comunismo: fascismo italiano, nazismo y falangismo. Todos de una pasmosa similitud a su opuesto según expongo en esta otra entrada mía, Semejanzas y disimilitudes, y de los cuales la ultraizquierda actual les está usurpando el carácter que esencialmente los distinguía: el nacionalismo. Pues su mayor conflicto radica en que ambos radicalismos pescan en el mismo caladero de populismo.

Esto hace que en nuestro país, Bloque Gallego, Bildu y Esquerra Republicana de Cataluña, todos de izquierdas, que deberían abogar por la internaciolización de sus postulados y el abandono de las fronteras, prevalezcan el carácter nacionalista y excluyente por encima del resto de sus valores, a semejanza del fascismo, eludiendo todos posturas enérgicas frente al abuso e injusticia de Rusia ante Ucrania. Y que también permita a Putin conciliar el zarismo con el régimen soviético, y a Corea la dictadura del proletariado con la monarquía absolutista dieciochesca.

EL DELIRIO

Putin ha ido todavía un paso más allá en la sublimación del despotismo. A la conciliación nacionalista e imperial tanto del zarismo como del comunismo soviético, ha añadido un componente completamente digno (o, más bien, indigno) de Al Capone. Ha logrado asimilar a todo este entramado un auténtico espíritu mafioso, no sólo aniquilando, exterminando literalmente, a la oposición y a los medios críticos con su política, sino manteniendo una inestable estructura de familias cohesionadas por el terror. Permitió a todos los nuevos jerarcas económicos surgidos como cucarachas de la descomposición soviética a mantener sus privilegios y su corrupción, a condición de la asunción de su vasallaje al gran capo.

Es curioso cómo ya en el comienzo del conflicto, hizo ridiculizar y amedrentar a sus propios acólitos, como sucedió con el episodio difundido por la misma Rusia con el Jefe de Inteligencia Exterior durante el Consejo de Seguridad Nacional, a quien trató como a un niño de mis tiempos de escuela, en que el profesor, a la vez que te tomaba la lección, te reprendía desairadamente con sus correcciones. O imposiciones bochornosas, públicas y vergonzantes a oligarcas, como Oleg Deripaska, uno de los principales magnates metalúrgicos allá por 2009, a quien humilló haciéndole levantar hasta su sitio para que firmara un acuerdo impuesto, y al que sólo le faltó mandarle al despacho del jefe de estudios a por tizas o darle un tirón de orejas.

Referí este sistema de terror, tan consistente e irreductible, como inestable, lo cual puede ser una contradicción. Pero si uno piensa en la fragilidad del poder, sustentado en la quebradiza naturaleza de un cuerpo mortal, uno entiende que una persona que no es capaz de arrancar un gesto de simpatía de ninguna persona de su entorno, incluidos los mandamases de las fuerzas armadas, todo se base en un entramado de desconfianza y cizaña gestado por un psicópata con la suficiente inteligencia como para que cada elemento se disuada de llevar a cabo ninguna acción atentatoria contra su autoridad por desconfiar en que los demás lo secundaran, y porque todos, a su vez, están tan alentados en sus ambiciones, que esperan la caída de otros para auparse en la pirámide de la oligarquía y afianzar su riqueza.

EL SILENCIO

¿Madre, oíste las bombas caer?

Duérmete niño, despejaré con la nostalgia

de una canción fragante

en flores imaginadas

el atosigante hedor a pólvora

que esparce el turíbulo de la guerra.

Caerán las nieves, y el frío

depositará en un conspicuo túmulo de terror

toda la esperanza acribillada.

El olvido flota más que el dolor,

pues uno es sueño que se evanesce,

el otro hemorragia que riega nuestros campos,

y en la mar roja sin olas

depositará un atronador,

un remordedor silencio,

donde nadará la sorda conciencia

de quienes nos olvidan.

 

LA CANCIÓN

Es extraño cómo a veces confluyen los acontecimientos con las aficiones. Este año se celebra el 50 Aniversario de la publicación de uno de los mejores discos de una de mis bandas de rock favoritas: se trata del Relayer del grupo británico de rock progresivo Yes. Yo llevo casi el mismo tiempo escuchándolo, y siempre me pareció magnífico el tema de la cara A, de más de 20 minutos de duración, paradigma del más excelso rock sinfónico. A pesar de ello, nunca ahondé en su letra hasta recientemente, pues su cantante y letrista, Jon Anderson, se caracterizaba en aquella época por la elaboración de unas letras complejas y densas, que deben ser enrevesadas y de una arcanidad desmesurada hasta para un angloparlante. De hecho, este disco sucede a otro soberbio titulado Tales from topographic oceans, y durante el interín entre ambos se produjo la deserción de su gran teclista Rick Wakeman, quien aducía que no podía permanecer más en un grupo en el que no sabía qué es lo que estaba tocando, debido a la complejidad de las letras de Anderson.

Cuando me he enfrentado a ella para darte mi humilde traducción, me he encontrado con que se trata de una narración bélica. Y cuál fue mi sorpresa al parecerme como si estuviera escrita para estimular y confortar al pueblo y a la lucha ucranianos. Hay arenga y esperanza. Hay estridencia, delirio y lucidez. Nada que me hubiera podido esperar de un grupo que en aquel entonces estaría inmerso, como casi todos, en el espíritu hippie de los 70, con el pacifismo a ultranza en contra de la guerra del Vietnam. Espero que Ucrania, al igual que la canción, tras traspasar ser empujado a través de puertas del delirio, encuentren y traspasen, finalmente, si es con nuestra ayuda, mejor, la de la esperanza y hallen la esplendente gloria de la libertad que nos promete Jon Anderson en su canción.







Stand and fight we do consider,
Reminded of an inner pact between us
That's seen as we go
And ride there In motion
To fields in debts of honor defending.

Alzate y lucha, proclamamos,
una vez acordado en un íntimo pacto
entre nosotros, surgido mientras marchamos
y nos encaminamos gesticulantes
al campo de batalla como baluartes del honor.

Stand the marchers soaring talons
Peaceful lives will not deliver freedom
Fighting we know,
Destroy oppression
The point to reaction
As leaders look to you attacking

En pie, milicia, blandiendo garras.
El pacifismo no cristalizará la libertad,
luchando sabemos,
destruyendo la opresión,
su punto de sazón,
mientras los líderes nos observan atacar.

Choose and renounce throwing chains to the floor
Kill or be killing faster sins correct the flow
Casting giant shadows off vast penetrating force
To alter via the war that seen
As frictions spans the spirits' wrath ascending to redeem

Elige y resígnate, arrojando lejos tus cadenas.
Matar o estar matando canaliza aprisa los pecados
proyectándolos como sombras gigantescas
de vastas y lacerantes fuerzas
que transformarán a través de la guerra surgida,
mientras la fricción expande la altiva ira de la redención.

Wars that shout in screams of anguish
Power spent passion bespoils our soul receiver
Surely we know.
In glory we rise to offer,
Create our freedom, a word, we utter a word.

Guerras que claman a través de gritos angustiosos
El poder de nuestra ajada pasión estropea la vasija de nuestro espíritu.
Lo sabemos.
En el altar de la gloria nos sacrificamos,
y creamos nuestra libertad con una sóla palabra musitada.

Words cause our banner, victorious our day
Will silence be promised as violence display
The curse increased we fight the pow'are and live by it by day
Our Gods awake in thunderous roars and guide
The leader's hands in paths of glory to the cause.

Las palabras flamean nuestra bandera, nuestro victorioso día.
Será el silencio promesa de exhibición violenta.
Luchamos el poder de la espigada maldición y vivimos de ello cada día.
Nuestros dioses alborean en tormentosos rugidos
y guían al caudillo por los senderos gloriosos de la causa.

Listen should we fight forever
Knowing as we do know fear destroys?
Listen should we leave our children?
Listen our lives stare in silence.
Help us now
Listen your friends have been broken
They tell us of your poison.
Now we know.
Kill them give them as they give us,
Slay them burn their children's laughter on to Hell.

Escucha, ¿deberíamos luchar siempre
sabiendo cómo el miedo asola?
Escucha, ¿deberíamos abandonar a nuestros hijos?
Escucha nuestras vidas enajenadas por el silencio.
Ayúdanos ya.

Escucha a tus amigos destrozados,
advirtiéndonos de tu degradación; ahora lo sabemos.
Mátalos a hierro con el hierro que nos clavan.
Mátalos y quema la sonrisa de sus hijos en el infierno.

The fist will run grasp metal to gun
The spirit sings in crashing tones we gain the battle drum
Our cries will shrill the air will moan and crash into the dawn.
The pen won't stay the demon's wings, the hour approaches
Pounding out the Devil's sermon.

Soon oh soon the light
Pass within and soothe this endless night
And wait here for you
Our reason to be here.

Soon oh soon the time
All we move to gain will reach and calm
Our heart is open
Our reason to be here.

Long ago, set into rhyme.

Soon oh soon the light
Ours to shape for all time, ours the right
The sun will lead us
Our reason to be here.

Soon oh soon the light
Ours to shape for all time, ours the right
The sun will lead us
Our reason to be here.

El puño ejecuta
con el arma cargada;
el espíritu canta estruendosas tonadas,
tocando los tambores vencedores.
Nuestros lamentos resonarán, el aire gemirá e impactará contra el amanecer.
La pluma no detendrá las alas infernales,
la hora se acerca golpeando el sermón del Diablo.

Pronto, muy pronto, la luz
nos anegará y calmará esta interminable noche,
y aquí te esperará
nuestra razón de ser.

Pronto, muy pronto, el tiempo
sacrificado a la victoria nos premiará.
Nuestro corazón se abre
a nuestra razón de ser.

Desde antaño, en armonía.

Pronto, muy pronto, la luz
se plasmará eternamente nuestra:
el sol guiará
nuestra razón de ser.


 


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