CAMINITO



Apenas sé algo de tango
sino ojos en campaneo
lazados,  y el terso lanceo
de siseados en el fango
que talla recio el tamango,
cuando se vierte la Plata,
espeso arroyo escarlata,
sobre irisada calleja
de Caminito, cual teja
que danza de ángel delata.

Los corazones, abrazados,
se desgarran, e insólito
abandona el bagayito
de besos contorsionados
el catriel, atenazados
por los celos, el amor,
el despecho, el deshonor,
que es el teatro del baile
bandeonista, desfile
pasional que al tango es loor.


Ahora que está de moda esto de independizarse, arguyendo primordialmente la exclusividad idiomática, yo, en el día de Santa Cecilia, patrona de la música, voy a reivindicar la República Melodiosa, cuyo lenguaje será la filarmonía. No será ésta una nación excluyente, sino un régimen sonoro en el que imperen tan sólo las leyes auditivas, y también las canoras, en la que quepan el bolero, la siguiriya y la canzoneta, donde convivan las familias, así el taranto como la tarantela, ya sea música religiosa o impía, regia como tributo a reyes, proletaria como shostakoviana, o tirana como la lullyana. Armoniosa o atonal. Que vaya de la balada al aria, desde el escolasticismo más severo hasta la más libérrima improvisación. Que quepa en ella todo el mundo, o, con un sol la fa fa do, como en Encuentros en la tercera fase, un universo entero.
Como única nota discordante tendríamos al tango, pues podría querer independizársenos, pues mientras mi república es imaginaria, el tango ya disfruta de idioma propio: el lunfardo , que no es lengua baladí, pues consta en la actualidad de unas 6000 palabras.
Para congraciarme, pues, dedico esta portada al tango. Y por curiosidades ciberespaciales, a los dos bailarines de la foto, pues el navegar en el ciberocéano me ha permitido saber quiénes son gracias a un like suyo a una foto mía publicada en Instagram sobre ellos bailando. Así que dedicado queda a ellos, Almendrita y Juan, ella toda sensualidad, belleza y plasticidad; él, gallardía, arrogancia y adustez. Y lo hago con algo de mi cuna, dos espinelas, que deben su nombre a un egregio rondeño: Don Vicente Espinel. Pero con la picaresca de incrustarles algunos términos lunfardos, cuyo significado aquí dejo:
- campaneo: mirada disimulada
- lancear: robar
- catriel hombre
- bagayito: equipaje
- tamango: zapato, botín



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