Escuchando a Iñigo Urkullu, no hace mucho, un poco antes del referendo ilegal en Cataluña, cualquiera podría pensar que estaba en contra de la autodeterminación de los pueblos hispánicos. De hecho, recibió críticas, sobre todo del mundo abertzale, acusándole poco menos que de traidor. Por supuesto, como buen político, reculó un tanto y mantiene, como otras veces anteriores, un discurso que puede resultar ambiguo, pero que, yo creo, es fruto de la moderación. Y es que si uno intenta ponerse en su lugar, puede quizá atisbar la razón de tal posición.
Nadie como los vascos saben mejor qué es vivir en una sociedad fracturada, sobre todo cuando tú perteneces al sector verdaderamente amenazado y hostigado. Desde los que se consideran españoles hasta los que, sin sentir tal apego, no comulgaron con los procedimientos de la banda mafiosa y terrorista que representaba ETA. Por tanto, ese nacionalismo moderado, o civilizado, aprendió que no se puede ir a cualquier sitio según con qué gente. También debieron darse cuenta que la derrota de ETA no se debió a ellos, ni siquiera, exclusivamente , a los sectores no independentistas, sino que se consiguió gracias al apoyo de toda la nación de España. Sin ella, no hubiera podido diluirse tanto dolor y tanto odio para poder reducir pacíficamente el terrorismo. Si, por casualidad, hubieran conseguido la independencia con la banda asesina aún activa, ¿cuánto tiempo hubieran tardado en controlar todos los resortes del régimen que hubiera podido surgir?¿no habrían cambiado la violencia en pro de la independencia por la violencia a favor de sus intereses ideológicos totalitarios?
Urkullu ha debido comprobar que, una vez derrotada ETA, no se vive nada mal en un país tan imperfecto como es esta España, y que tal vez se vive mucho mejor sin ser independiente que como podría vivirse siéndolo según con qué socios.
Y es por eso que debe ver a CiU en semejante carrera suicida con tal de no renunciar al triste honor de liderar la desunión, basada fundamentalmente en odio y rencor, del resto de España, que no le permite ver que su posición ideológica se está ahogando entre otras posiciones más radicales lideradas por CUP y ERC. Si alcanzaran la independencia, no solo habrían castigado imperdonáblemente la economía y la sociedad catalana, sino que ellos mismos se percatarían del derrumbamiento de su opción política, dejando Cataluña en mano de opciones políticas ante las cuales nunca cederían en condiciones normales.
Eso es lo que debió ver Urkullu. Seguir siendo nacionalista pero dejando en standby (o expectativa) la independencia mientras no se demuestre que estarían mucho mejor de lo que ya están en este régimen "totalitario" y "fascista" que es la actual España. Y no abandonar la moderación para entregar una sociedad al desconcierto y a la deriva. Confiemos en que no se precipite en el mismo abismo...

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