Lápiz, tinta...


Hace ya tiempo que no pido nada a los Reyes. Lejos queda aquella bisoña niñez en la que su llegada se me escabullía y sólo quedaban las huellas de su paso. Ahora que capto a los verdaderos magos, los veo irse, dejando las entrañas de la casa vacías, como desierto, lleno de dunas de recuerdos, aunque también de vaguadas de lo que ya nunca fue. ¡Y es que pasa el tiempo tan deprisa! Su infancia se ha escurrido en mi memoria y tengo la sensación, a veces, de no haberla vivido. Pero no siento tristeza. Creemos, como el proverbio chino, haberles dado la caña y no el pez, con que hemos puesto sus bajeles rumbo al incierto camino de sus sueños. Ahora no me toca pedir, sino darme a ellos tres, como los jirones sedosos de la crisálida para que desplieguen las alas de una vida dichosa y plena. Así pues, lápiz, tinta...y al placer de reencontrar.
Felices Reyes





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