CANDIDA




Prendí tus labios vetustos y asaz ajados,
acañaverado por sus besos atávicos
de broza añeja, de la pasión olvidados,
aunque de fraterno y tierno amor entusiásticos.

Quedos, soñolentos, en su frunce moraban
los perdidos aromas que el recuerdo anhela,
como pergaminos prietos que declamaban
manteca, cuajo, guinda en orujo y canela.

Mi infancia se filtró por sus avejentadas
grietas, al musitar lejanas remembranzas
de campo y de hechos de dolida infinitud.

Ya se apagaron sus corolas marchitadas,
y como lívidos lirios sin esperanzas
yacen plenos de, al fin, cándida beatitud.



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