Adviento y Letanía

Sandro Botticelli - Madonna della melagrana
Galleria d'Uffici, Firenze

 

Una de las más populares tradiciones navideñas mejicanas es la celebración de las Posadas, una suerte de emulación de las dificultades que hallaron María y José al llegar a Belén para cumplir con su obligación de censarse, ya que encontraron la ciudad abarrotada, como si se tratara de nuestras ciudades actuales agobiadas por el turismo desmesurado,  plagadas de pisos turísticos y sin posibilidad alguna de encontrar alojamiento. En ellas se canta una especie de letanía, pues a los ruegos del matrimonio para obtener cobijo se oponen los huéspedes de Belén, que no les ceden posada. Esta celebración se lleva a cabo en Adviento, en los nueve días previos a la Natividad de Jesús, simbolizando la cifra los nueve meses de embarazo de María.

Pero aunque se les denomina letanías a estos ruegos populares, en realidad, el verdadero significado de la palabra hace referencia a un tipo de oración, más seria y solemne, según la creencia cristiana, y que reza así en el diccionario de la RAE:

1.      f. Rel. Oración cristiana que se hace invocando a Jesucristo, a la Virgen o a los santos como mediadores, en una enumeración ordenada.

Consiste, pues, en una serie de invocaciones, expresando distintos atributos del interpelado, e interponiendo de vez en cuando plegarias, que servían para mantener una especie de diálogo entre el sacerdote y los feligreses.

Su origen parecía estar en la repetición continua y exaltada que se realizaba en la iglesia primitiva, cuando se cantaba el Kyrie, que era una advocación de Dios, traducida como "Señor", y que se continuaba con la de Kristie, y a las que se respondía en latín eleison, que significa “ten piedad”. Fue tal su popularidad, que formó, indefectiblemente, el proemio de la misa romana o católica, aunque su innovación parece radicar en la iglesia oriental.

La sencillez del rezo facilitó su uso durante las procesiones sagradas, a las cuales cedió su denominación, y de ahí la popularidad en la adopción, a su modo, en la festividad de las Posadas.

El uso de esta oración se amplió posteriormente para interpelar a otros personajes sagrados, como fueron la Virgen y los distintos santos. Fueron estas últimas las primeras en aparecer, en el siglo VII, pero las que más difusión y aceptación consiguieron fueron las dedicadas a la Virgen María. De tal modo, y como pasa en todo el universo místico del cristianismo, se tuvo que poner coto terrenal para controlar todas las advocaciones que se inventaban en honor a la madre de Dios. De esa forma, el papa Sixto V las aprobó en el año 1587, y desde entonces, cada nuevo añadido a la oración debe ser bajo aprobación papal.

Las que más difusión alcanzaron fueron las originadas en el Santuario de Loreto, en Italia. Fue tal la devoción con que se practicaron, que prácticamente todos los días del año se rezaban innúmeras versiones, hasta que Clemente VIII, en 1601, reglamentó los momentos de la liturgia en que habrían de cantarse, que eran los incluidos en los Misales y los Breviarios, prohibiéndose cualquier versión a excepción de las de Loreto, llamadas lauretanas.

A partir de entonces, en raras ocasiones, y siempre por indicación papal, se han ido añadiendo advocaciones de la Virgen a las ya existentes, como la curiosa y actual del papa Francisco, que la corona como Madre de la Misericordia, Madre de la Esperanza y Consuelo de los migrantes.

Como es lógico, las letanías también fueron populares entre los compositores musicales barrocos, esencialmente los adscritos a las naciones de la contrarreforma, para ser empleadas en los servicios religiosos y las celebraciones litúrgicas, con un patrón más o menos homogéneo. Suelen comenzar con un Kyrie, al que siguen las interpelaciones a María en sus calidades de Madre, Virgen y Reina, aunque se añaden otras que podríamos considerar aisladas, y exóticas, como la famosa Estrella de los mares. Y suelen terminar con el rezo Agnus Dei (Cordero de Dios), que no es más que otra letanía a Jesús.

Hoy te traigo una de las Letanías compuesta por el insigne compositor napolitano Francesco Durante (1684-1755), que aunque hoy día no suene su nombre fuera de los círculos de la melomanía, devino uno de los músicos más influyentes y respetados en su época, sobre todo por su labor docente. Fue un compositor cuya actividad quedó, por decisión propia, esencialmente relegada al campo de la elaboración de música religiosa, no adentrándose en el mundo operístico, a pesar de haber nacido y haber vivido prácticamente toda su existencia en uno de los centros neurálgicos y primigenios de la ópera. Por contra, su actividad docente la desempeñó, en distintos momentos, y a pesar de la rivalidad inherente entre las entidades que comparten la misma actividad en un mismo lugar, en tres de los cuatro importantes conservatorios de la ciudad, prolifera cantera de músicos para toda Europa: en el de Poveri di Gesú Cristo, en el de Santa Maria di Loreto, y en el de Sant’Onofrio, donde él mismo se formó y donde acabó su actividad docente y sus días. Entre sus numerosos alumnos destacan Giovanni Battista Pergolesi, Giovanni Paisiello, el español Domingo Terradellas (no hay que perder de vista que Nápoles, por aquel entonces, pertenecía a la Corona de Aragón) , Niccolò Piccini, Tommaso Traetta, Niccolò Jommelli,…

Su Litanie della Beata Vergine Maria in fa menor data de 1750, y se ciñe a la estructura de la letanía lauretana. Es, posiblemente, la misma letanía que escuchó el viajero y diletante Charles Burney el 25 de Octubre de 1770 en el Conservatorio de St. Onofrio, cuando eso del turismo era una rareza, y más, cuando este viaje tenía un substrato fundamentalmente musical. Así, a pesar de nuestro desconocimiento del compositor, no fue una obra que, como otras del barroco, se perdiera en los laberintos del olvido, aunque sólo fuera de una manera local. Disfruta de su estilo concertado y estrófico, impregnados de la alegría de la música italiana.



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