A HEAD FULL OF SONGS
Quién dijo que estos muchachos eran unos tristes?
Coldplay es el único grupo actual al que sigo su carrera de
manera integral, desde que lo conocí con su primer disco, que me lo presentó mi
amigo y, por entonces también, compañero Otto, mientras me hacía un auxilio
automovilístico, camino del trabajo.
Es cierto que es un grupo muy intimista, con muchas
canciones lentas y románticas, pero también tiene composiciones animadas,
aunque siempre líricas, y muchas veces inspiradas en el sonido U2 que tanto
éxito le reportó en su The Joshua Tree. Esto es, batería y cuerdas en un rítmo
casi frenético, mientras la voz va pausada, como fusas frente a redondas.
Pero cuando este afán alegre ha ido in crescendo, sobre
todo, ha sido a partir de su disco estrella, el que le lanzó a la fama
definitiva, Viva la Vida. Para mí fue quizá un pasito atrás el Mylo Xyloto,
porque parecía un intento, como diríamos en mi época, comercial y discotequero,
acompañándose, precisamente, de estrellas de este tipo de música. Dio un parón
en ese sentido con el Ghosts stories, pero es que, claro, nadie puede
abstraerse de su vida personal, y ese disco le pilló en un momento de depresión
a su cantante, Chris Martin, por la ruptura con su mujer, Gwyneth Paltrow. Y es
que creo, aunque los créditos no lo especifican, que es el autor de las letras
y, posíblemente , de las líneas maestras
de las canciones. En cualquier caso, consiguió un disco soberbio, con canciones
como Magic, Always in my head y Midnight. Y por qué no decirlo, una magistral
mezcla de melancolía y esperanza en su magnífica A sky full of stars. Pero con
su nuevo disco, retoma la senda de la alegría y la jovialidad, acompañado otra
vez de divas comerciales.
Y es en este punto que he logrado ir a verlos.
Para centrar tu expectación en el comienzo del espectáculo,
recurren al mismo arma que ya usó Yes en sus conciertos: abrir con una
grabación de una pieza de música clásica. Yes con El pájaro de fuego, y
Coldplay, con una versión de María Callas del Gianni Schichi, de Puccini. Y,
como de sopetón, primeros compases y, como por arte de magia, el espectáculo
esparcido por todo el recinto. En la entrada nos habían entregado unas pulseras
que nadie sabía para qué eran. Y nada más estallar las primeras luces en el
escenario despertamos de nuestra curiosidad. Todas se tintaron de un rojo
encendido, que cubrió como una alfombra cárdena todo el césped y graderío,
agitándose al rítmo del brinco de los espectadores, mientras seguían los
primeros compases del tema que da título al último disco y a la gira: A head
full of dream. Cómo cambia la sensación que nos deja una música cuando la
escuchamos en directo! No me llamó mucho la atención en mi hi-fi, pero qué
alegre e intenso en directo. Y ahora quién dice que son tristes estos
muchachos. No sólo fue una explosión de alegría y ritmo, de optimismo, como se
desprende de la propia letra de la canción, sino que también lo fue de colores,
porque las pulseras no respondían monocrómicamente a la señal del operador,
sino que se turnaban en colores y se entremezclaban, dando un maravilloso
aspecto de arco iris a las canciones. Estos señores han elevado a cotas
insuperables el concepto del mecherito en las canciones!
No sólo no son tristes, sino que además son simpáticos.
Echaron guiños a los espectadores, luciendo Chris Martin una señera en una de
sus canciones y hablando contínuamente en español. La presentación del grupo,
así la hizo. También deslocalizándose del escenario principal, para llegar, en
un par de canciones, más cerca de las entradas más baratas. Y agradeciendo a
todos por igual el esfuerzo por haber acudido a verlos, pese al tráfico y al
gasto.
A pesar del tremendo despliegue técnico exhibido, con
altavoces en alto y en varios puntos del recinto, para llegar por igual a todos
los puntos del amplio estadio, el único pero es el habitual en estos conciertos
modernos: el exceso de bajos al inicio, que apaga en demasía los agudos, que
son los que nos llevan la melodía. Pero esto se fue corrigiendo conforme
avanzaba el espectáculo, y así pudimos disfrutar plenamente el Adventure in a
Lifetime, el Sky full of stars y el Viva la Vida
Además, para mí, la experiencia ha sido… ¿Cómo decirlo? Como
lo de la master card. Comprar dos entradas, cuando llegas con dos horas de
retraso al ordenador, dándote cuenta de que casi todo está vendido, y que
tienes que hacerlo ya a precio de reventa…. Pues… ¿cuánto os diría, por no ser
grosero hablando de dinero? Pues un ojo de la cara.
Darte cuenta que te equivocas, y que has sacado las entradas
que no querías, justo en el gallinero, y pensar que, para una vez que llevas a
tu niña, no la vas a sentar en el quinto pino, teniendo que sacar dos nuevas
entradas, esta vez sí, con más sosiego, consiguiéndolas más baratas y más
cerquita, pero también a precio de reventa… pues otro ojo.
Saberse nada fenicio, y así, ¿cómo traficar con ellas, con
las primeras, con las del gallinero, ofreciéndolas a familiares e íntimos, y al
precio que las conseguí y adonde los mandaba? Pues las regalé a mi hermano y mi ahijado; no es que me costara, es que no
recuperaba.
Coger el coche, pues el avión, yendo cinco familiares, sí
que iba a ser oneroso, pues qué os digo. 800 kms de ida y otros tanto de
vuelta, a 7,7 litros cada 100, al precio actual del gasoil… Multiplicad
vosotros mismos.
Ir a un hotel sacado dos noches antes, por esta agorafobia
temporal que sufro, por mi miedo a los planes a siglos vista… Pues imaginaos. Y
si no, entrad en booking o en Trivago.
Ya que estás en Barcelona, y que comerás mucho de
hamburguesa y de sándwich, qué menos que una visitita a un sitio bueno, en este
caso un restaurante en Montjuic, recomendado en otra ocasión por mi amable y
hospitalario amigo Arturo, cuyo nombre no os relevo (el del restaurante), para que no se popularice,
con lo que sube la cuenta otro piquito….
Pero ver la cara de mi niña entrando en el recinto, con su
camiseta de Coldplay ya comprada, y, sobre todo, al inicio de los primeros
compases, que yo os la enseñaría, pero median copyright de autor adolescente y
vergüenzas cibernéticas….. Eso sí que no tiene precio!!!!!
Queda para nosotros dos, y para mi hijo mayor, que lo
disfrutó en el césped con su primo. Y es que nosotros, la familia, somos de
Coldplay, de Queen, de Austin Power, etc, etc, etc….
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