EL NOBEL MALDITO
Un enlace recibido de mi amigo Alberto me ha animado a
escribir esto. Se trata de una diatriba en contra de la concesión del premio
Nobel a Bob Dylan.
https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2016-10-13/bob-dylan-premio-nobel-fin-literatura_1274692/
Me parece una reacción furibunda impropia de personas que
escriben y deberían meditar las cosas con algo más de sosiego, máxime cuando
plantea un perfil cultural sesgado y prejuicioso de las personas a las que le puede agradar dicha
concesión. Los tacha poco menos que de ignorantes y de, no probablemente, sino
seguro, no leer apenas nada. Yo he seguido a Dylan desde sus inicios hasta el
disco de su conversión al catolicismo, Slow train coming, y aunque yo no había
nacido cuando comenzó su carrera, sí sé del prototipo de persona que lo seguía.
Era el típico intelectualillo, con gafas, que siempre acostumbraba a
acompañarse en sus paseos de un libro en mano, a ser posible de corriente
existencialista. También eran amantes de la poesía, esa rama de la literatura
tan poco seguida por los más acerbos lectores actuales. Así que se equivoca. Lo
más probable es que sea él quien nunca haya escuchado más de una canción o dos
de Bob Dylan, y, por tanto,no se haya acercado a sus letras con curiosidad. En
parte comprensible, porque te metes en Amazon, por ejemplo, y sólo encuentras dos libros en
los que te ofrezcan todas ellas traducidas al castellano. No es una rama a la
que se dedique apenas ningún traductor, a la de hacernos ediciones críticas y
traducidas de estas obras. Y tal vez sea por lo que ya comenté en una ocasión. Una
persona culta es aquella que lee mucho. Si entiende o conoce de música pues es
algo que simplemente le jalona, pero no es esencial para que se pueda
autodefinir como intelectual. Al contrario, es simplemente un bruto con algo de
sensibilidad. Claro está, considerándome yo melómano, no voy a decir que con
eso baste para tener cultura. Creo que hay que leer, y no sólo literatura, sino
historia, ciencia,..., que estando escrita también lo es. Y es que todas las
manifestaciones culturales, todo el arte, está tremendamente imbricado. ¿Quién
puede separar la danza de la música, o la escultura de la pintura y la
arquitectura?¿No necesita la filosofía de la palabra, el cine del teatro, el
cómic de las artes plásticas? La concepción estanca del arte es la que propicia
casos como los que paso a comentar. Seguramente ninguno de vosotros, a no ser
que os guste la ópera, habréis leído en ningún libro de literatura la
existencia de autores como Metastasio o Da Ponte, por el simple hecho de que fueron
libretistas de óperas. Puede ser una actividad menor, pero ese oficio lo
desempeñaban poetas adscritos a las cortes de los monarcas y de los nobles. No
era su única actividad. Pero aunque así lo hubiera sido, sus libretos no eran
más que obras de teatro muy adecuadas para musicar. No creo que fueran obras
menores o despreciables cuando, por ejemplo, el primero escribió obras como
Artajerje, que encandiló a 93 compositores a lo largo de 120 años, para crear
sendas óperas, entre ellos Haendel, Hasse, Porpora, Scarlatti, etc... O Dido
abandonada, musicada por otros 73 durante 100 años, o La clemenza de Tito,
puesta en escena incluso por Mozart. Da Ponte fue colaborador de Mozart en 3 de
sus óperas, por poner un ejemplo. Y ya se sabe la meticulosidad de Mozart por
caracterizar bien a sus personajes y por dar sentido dramático a sus óperas, por lo que no se trataban de óperas sujetas al capricho de los cantantes
para solamente lucir su voz. Así nacieron La boda de Fígaro, Don Giovanni y
Cossi fan tutti, pilares básicos de la cultura universal. También colaboró con
Salieri, generalmente conocido simplemente por ser un personaje en la película
Amadeus, o Martin i Soler, prácticamente desconocido incluso aquí, a pesar de
ser español y ser el compositor más famoso y de moda en la Europa de la época de
Mozart. Ninguno de estos autores habrían recibido hoy día el premio Nobel,
porque seguramente los más rígidos catalogadores del arte no lo habrían
considerado literatura. En Bob Dylan tal vez, además, vean algo que lo aleja
definitívamente del concepto que ellos tienen del escritor, un intelectual
abstraído, asistente asiduo a foros de debates, expuestos a un escenario
solamente cuando están dispuestos a dar clases magistrales, no un bufón que se
sube a un escenario a interpretar su propia obra con gestos desenfadados y a
veces provocadores. Habría que recordarles entonces la existencia de uno de los
más excelsos comediantes, no por sus interpretaciones, que nadie puede ser
testigo de ellas, sino por las obras que creó para poderlas interpretar con su
compañía: Shakespeare. Quizá si hubiera vivido en nuestros días y le hubieran
dado el Nobel, a más de uno habrían encendido de cólera también.
Pues en Francia, como no podría ser distinto a otros lugares del orbe, también se dio la existencia del poeta de corte. Y seguro que nadie conoce a Quinault. Fue libretista de Lully y colaboró en crear la ópera nacional francesa, caracterizada por el extenso uso del ballet, las buenas formas y, sobre todo, el canto declamatorio, que era un verdadero recitado apoyado en música. Algo impensable sin la base de un buen poema. Pero no fue éste su primer colaborador, sino otro bufón de corte, otro comediante de palacio, al estilo de Shakespeare, sólo que éste además se atrevió a crear obras musicales llamadas comedias-ballets junto al mismo Lully. Ni más ni menos que un desconocido: Molière. Otro al que seguro no le habrían otorgado un Nobel. Menos mal que escribió algunas obras "serias". También colaboró con Corneille, y otro gigante posterior de la música, como Rameau, hizo lo propio con Voltaire. Nada más y nada menos que la flor y la nata de la literatura del siglo dorado francés.
Pues en Francia, como no podría ser distinto a otros lugares del orbe, también se dio la existencia del poeta de corte. Y seguro que nadie conoce a Quinault. Fue libretista de Lully y colaboró en crear la ópera nacional francesa, caracterizada por el extenso uso del ballet, las buenas formas y, sobre todo, el canto declamatorio, que era un verdadero recitado apoyado en música. Algo impensable sin la base de un buen poema. Pero no fue éste su primer colaborador, sino otro bufón de corte, otro comediante de palacio, al estilo de Shakespeare, sólo que éste además se atrevió a crear obras musicales llamadas comedias-ballets junto al mismo Lully. Ni más ni menos que un desconocido: Molière. Otro al que seguro no le habrían otorgado un Nobel. Menos mal que escribió algunas obras "serias". También colaboró con Corneille, y otro gigante posterior de la música, como Rameau, hizo lo propio con Voltaire. Nada más y nada menos que la flor y la nata de la literatura del siglo dorado francés.
Pensaréis que en nuestro país carecemos de ejemplos
similares y que andan perdidos en las bibliotecas, olvidados por todos los
libros de literatura. Pero resulta que no. Que tenemos un ejemplo, el cual no
solo es conocido por todos los españoles, sino por todo el mundo, aparece en
todos los libros de literatura y es una pieza básica y trascendental tanto de
ella como de la música, aparte de ser un caso curioso, aunque no aislado, por
tratarse de un insigne monarca, conocido por toda la influencia cultural que
ejerció desde su corte en Toledo. Lo habéis adivinado: Alfonso X el Sabio.
Compositor él mismo o apoyando a colaboradores de una de las más importantes y
extensas obras de la lírica medieval: las Cantigas de Santa María. Vaya, el
oficio de cantautor elevado a la más alta nobleza. Parece que encontramos más
sentido ahora a lo de Dylan.
Si no se está conforme, pues, con que le entreguen el Nobel,
no será porque sus letras(¿o tal vez poesía?) no puedan ser consideradas
literatura. Si se quiere aducir que no es un escritor al uso, tampoco lo fueron
Shakespeare y Moliêre. Si se piensa que es el principio del fin de la literatura,
y que lo próximo podría ser dárselo a un guionista, ¿por qué no? Sería difícil
porque serían obras a veces inconexas ya que los guiones, muchas veces, se basan
en pasajes más o menos largos en los que la sucesión de imágenes o escenas, y
la música, son los que nos narran la historia. ¿Pero qué es el teatro, sino un
guión, desnudo de narración, dispuesto para ser declamado e interpretado, y no
leído? Si es por su escasa prolijidad, con solamente poco más de 50 álbumes,
algún autor, muy apreciado por mí, lo recibió con apenas 6 novelas escritas,
tremendamente breves todas, a excepción de una, por la cual debería ser
glorificado por toda la eternidad: García Márquez. Luego tan sólo escribió
otras tantas. Tal vez influyó también su obra periodística, pero quizá eso
tampoco sea literatura. También otro de mis autores favoritos se hizo famoso
por una pequeña y temprana obra, llena de sinceridad, sencillez y honestidad:
Veinte poemas de amor y una canción desesperada, sola ella digna de cien nobeles,
y que sería el equivalente a un doble LP de Dylan. Si es por su estilo, no hay
otro más sencillo y lacónico que el del mejor Hemingway. Si es por inmerecido,
ya lo dijeron de Aleixandre, lo cual fue injusto, el decirlo, no el
concedérselo, aunque es cierto que se quiso con ello subsanar la injusticia de
no premiar a nuestra generación del 27. Si es porque no es la categoría la
adecuada, y esto amenazara los pilares básicos de la literatura, ésta ya
hubiera fenecido hace más de 70 años cuando se lo concedieron a Winston
Churchill, por apenas haber escrito sus memorias. Y es que probablemente les
hubiera gustado a los suecos haberle concedido el de la paz, cosa difícil para
alguien que tuvo que usar de la guerra para conseguirla. Si es porque esto
puede desanimar a los amantes de la "clásica" literatura y ávidos
lectores, yo animo a estos que entretengan el resto de sus días a leer autores
como Bjorson, Eucken, Mommsen, Carducci, Lagerlöf,... Incluso Echegaray. Todos
ellos premios Nobel y olvidados hoy en día.
En fin, si es por envidia, yo sí que no se lo daba. ¿Hay
algo más bello que un poema? Creo que sí, uno al que se le prende un hálito de
vida mediante la música, que lo echa a andar, que le da los matices que está
reclamando, como un arrebol a las elegías de Jiménez. ¿Habrá algo más bonito
que escuchar el surrealismo de Lorca en su Poeta en Nueva York, relleno con los
suspiros de melancolía en la musicación que le dio Cohen, incluso aunque fuera esta en
versión en inglés? ¿O Víctor Manuel con otro poema del mismo libro? ¿Y un Poe
traducido al castellano y musicado por Radio Futura? ¿Y qué decir de Serrat con
Machado y Paco Ibáñez con más de uno? Probablemente sí: el poder hacer tú las
dos cosas y que resulte una verdadera obra de arte.
No seré yo quien diga que lo merezca, pero desde luego no
seré quien diga que no, cuando además pienso que ni el mismo jurado está
capacitado para discernir quién lo merece. Infinidad de autores en distintas
lenguas, a las cuales no puedes acceder directamente por desconocimiento. Para
mí el Nobel resulta ya ser una fuente de sorpresas, de autores a veces
completamente desconocidos , y una fuente en la que curiosear, porque si de un
privilegio goza es que, aunque no están todos los que son, seguro que son todos
los que están. Así que, al no ser un premio al que se opta, sino simplemente
uno que te cae como llovido del cielo, no entiendo cómo nadie tiene la
capacidad para enfadarse por que no te lo den. Por mal camino iría la
literatura si ésta sólo se crease para ser reconocida y premiada. El escribir
es un acto íntimo y recogido que nace de una desazón de plasmar lo que uno
siente. No va encaminado a nadie, de ahí siempre la reticencia y el pudor del
escritor novel, sólo vencidos cuando alguien siente honesta atracción por lo
creado, y que nunca debe ser guiado por el gusto de las gentes sino por su
necesidad creativa.
Así pues, leamos, escuchemos música, disfrutemos, que nada
de eso cambió de unos días a acá, y conozcan a Roth y a Krasznahorkai también, y acérquense no
sólo a la música, sino a sus letras y sus historias, y no cierren sus mentes a experiencias sólo
porque un par de idiotas puedan compartir el mismo gusto que ustedes.
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