EL SOMNI DE TABARNIA: MATER HISPANIENSIS





Me dijo mi hija el otro día una cosa preciosa: que era yo un hombre culto. Luego rectificó, y dijo que, más bien, cultivado. Y no digo que no, pues culto hace referencia a alguien dotado de las calidades que provienen de la cultura o instrucción, mientras que cultivado es el que pone los medios necesarios para mantener y estrechar el conocimiento. O sea, uno
lucha por alcanzar el status, mientras que el otro vive instalado en él.
Y debido a ese grado de ignorancia del que estamos imbuidos, a pesar de bregar por salir de él, es por lo que yo no tenía muy claro, cuando oía alguna discusión desaforada acerca del tema, que Cataluña nunca había sido independiente. El motivo de mi ignorancia no venía de no haber leído alguna vez fragmentos de la historia medieval de nuestro país, donde perfectamente podría haber extraído la información, sino la confusión permanente en la que uno queda cuando lee acerca del tema, pues siempre empiezas desde la perspectiva de la creación de un reino, y cuando crees tenerlo todo claro, lees desde la perspectiva de otro, y todos los datos se superponen o mezclan de tal manera que termina uno liándose. Ayuda al embrollo la coincidencia de nombres de reyes o reinas en los distintos reinos, como Alfonso, Ramiro, Sancho o Sánchez, García, etc…, el que continuamente las dinastías se crucen, también las distintas uniones y separaciones entre los reinos… Pero arrostrando el reto de informarse uno de una vez de si esto es cierto, no hay nada mejor que abandonar todas las perspectivas accesorias y tomar el tema desde el punto de vista de la historia de Cataluña.
Y aunque dicen que las comparaciones son odiosas, también a veces son ilustrativas. Así que voy a comenzar por algo que parece no tener que ver con el tema, pero que me servirá para redactar la conclusión. Y es el hecho de que, al contrario de lo que piensa mucha gente, España es una de las naciones más antiguas del mundo. Y eso se debe a que el concepto de nación, como dice Ortega y Gasset, no proviene de la historia previa, pues claramente todas las naciones que han llegado a serlo nunca pudieron haberlo sido antes, pues entonces no existía su historia, incluso a veces  ni existía historia en general. Lo que crea la nación es un proyecto de futuro. Ese proyecto de futuro que define España comienza durante el Imperio romano, pues antes, realmente, no hay datos históricos ni los pueblos ibéricos tenían las suficientes referencias como para saltar de una situación tribal a una organización más compleja, que ayudaran a los pobladores de nuestra península a pretenderlo. Existían referencias de ellos en la Biblia, en los mitos griegos, evidencias de asentamientos fenicios, griegos, etc…, civilizaciones legendarias como la tartesia, protagonismo indirecto como en las guerras púnicas,… Pero ningún pueblo primitivo de la península había aportado ninguna referencia escrita de nuestros antepasados (al menos hasta ahora, de manera descifrable), ni ninguno abrigaba ningún proyecto de nación. Es con la victoria romana, y la desaparición de Cartago, que entramos en la historia, al pretender nuestra conquista los romanos. Y es esta romanización, que se extiende durante más de dos siglos hasta completar la conquista de Iberia, o Hispania, que son, al parecer, sinónimos, y nuestra peculiaridad geográfica (península aislada del resto de Europa por una cordillera), lo que favorece que nazca España, eso sí, como provincia en un principio, pero como una provincia con unos pobladores que ya eran considerados por los romanos como individuos muy característicos, de una manera muy general y homogénea: inhóspitos, leales y belicosos, como ya lo referían los antiguos historiadores. Así, en el año 19 a.C., en época de Octavio Augusto, España se convirtió en provincia pacata, esto es, pacificada. Fue Hispania, además, una de las provincias más fieles al imperio durante su existencia, incluso cuando tenía que tomar partido en las numerosas guerras civiles. Y es esa fidelidad la que comenzó a crear un proyecto dentro de los límites peninsulares. Es cierto también que, para facilitar su gobernación, Hispania fue dividida en provincias, al principio Citerior y Ulterior, según la lejanía a Roma, con sus ciudades más importantes, Tarraco y Corduba; posteriormente, con la división de la segunda, aparecerían la Baetica y la Lusitania, pasando la Citerior a denominarse Tarraconensis,
y ya en época de Diocleciano, encontramos a esta subdividida en otras tres más: Gaellica, Cartaginensis y Ballearica, además de la Tarraconensis . Todas con el prefijo de Hispania y ninguna coincidente con ningún país o región actual.
Si hay fechas emblemáticas en la caída del imperio romano, estas estaban relacionadas con nuestra historia, pues el desplome definitivo se inicia en el año 406 con el paso por un Rín helado de las tribus bárbaras de alanos, suevos y vándalos, empujados, entre otros factores, por la presión de los hunos,  y que fueron los siguientes pobladores, aunque efímeros, de nuestra península. Y es que inmediatamente fueron seguidos por los visigodos, cuyo rey Alarico saquea Roma en el 410. Rápidamente, éstos pasan a la Galia, donde se les permite formar un reino asociado, el de Tolosa, en el 413, desde donde iniciaran su ocupación de la península, con el pretexto de expulsar a alanos, suevos y vándalos. A su vez, ellos fueron rechazados por el empuje de otro pueblo bárbaro, los francos, concentrándose los visigodos a partir de entonces en dominar España, fundando un reino cuya capital fue Toledo, y que unificó toda Spania a finales del siglo VI, bajo el reinado de Leovigildo. Esta España dura hasta el 711, en que los árabes hacen acto de presencia en la península y provocan una expansión inversa a la de los visigodos, llegando a penetrar en el sur de Francia, siendo nuevamente ocupada Tolosa, hasta que son detenidos por los carolingios en el 732, en la batalla de Poitiers, para ser restringidos en los límites peninsulares hacia el 752. Con lo que volvemos a tener a España, esta vez denominada Al-Andalus, con capital en Córdoba.
Y es en este momento cuando vuelve a desarrollarse la simiente de lo que muchos consideran hoy día España, que no es otra cosa que el proceso de reconquista cristiano con el objetivo de recuperar el proyecto visigodo. Este proceso se inicia en distintos puntos del norte de España, ayudados en el sector pirenaico por los francos. Derivan estos acontecimientos en una situación de equilibrio tras la derrota de las tropas carolíngeas en Roncesvalles, que lleva a estos últimos a promocionar una serie de territorios que mantengan la frontera con el mundo árabe bajo la denominación de condados, a cuyo cargo establecerá condes cuyos nombramientos serán directamente realizados por el emperador. Esto lleva a la aparición de los condados de Pamplona, Aragón, Urgel, Pallars, Gerona, Barcelona, etc…. En ellos siempre se produce una tensión entre los que quieren colocar como conde a algún personaje local, y los que siguen las directrices imperiales permitiendo el cargo a individuos de origen franco. El primer caso se consigue en los dos primeros, por los que son los que alcanzan en primer lugar la independencia efectiva y su constitución precoz en reinos. En los demás, es el segundo caso el que se impone, por lo que siguen siendo condados dependientes de un imperio carolíngeo que, poco a poco, va entrando en declive, hasta que llega el momento de la supuesta discordia en nuestra historia.  (continúa EL SOMNI DE TABARNIA: DE L'PELÓS A CATÒLIC)

El suplemento musical es un extracto de El canto de la Sibila galaica, escrita por Alfonso X, con interpretación a cargo de Montserrat Figueras y Jordi Savall, al mando de su La Capella Reial de Catalunya


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