Un iniciático viaje musical: España
Continuamos el viaje para adentrarnos en nuestro nacionalismo musical. Pero, paradójicamente, comenzaremos desde fuera, pues éste se dejó influir por el sabor exótico y orientalizador que nuestro país sugirió a los músicos amantes de nuestra tierra, nuestros sonidos y nuestro poder evocador, ya que alguno que otro ni pisó nuestros confines. Comenzamos esta página, pues, con la música con que nos "veían" dichos músicos.
Me permito, para encabezar esta entrada, poner una pintura de un pintor inglés llamado Apperley, que se afincó en Granada, donde vivió durante un largo periodo de tiempo en el primer tercio del siglo XX, y donde se asentó sentimentálmente y tuvo descendencia, hasta que se instauró la segunda república. Posteriormente, continuó visitando mi segunda ciudad, donde conoció, y quedó prendado de ella, a mi abuela paterna, a la cuál retrató. Pero no, no es la de este cuadro.
23 de mayo
24 de mayo
23 de mayo
Nada mejor para comenzar esta
etapa del viaje que ofrecerte una obra que podría considerarse casi el segundo
himno español, tan relacionada está su melodía a nuestro acervo musical. Tan es
así, que una buena parte de la gente común piensa que es de algún compositor
español, tipo Falla o Albéniz.
Pero no, es de un compositor
francés, llamado Emmanuel Chabrier,
el cual se quedó encantado con la riqueza musical de nuestro país, al visitarlo
en 1882. Viaje que le llevó por las principales ciudades españolas, incluidas
las más turísticas capitales andaluzas. Pero no fue ninguna melodía del rico
floclore andaluz lo que le inspiró para su obra, sino que fue esencialmente la
jota aragonesa.
Es la obra por la que casi es
únicamente conocido de forma extensa en el mundo. Fue un compositor de escasas
obras, fundamentalmente porque compaginó la composición con su trabajo de
funcionario, y no fue hasta cuando cumplió cuarenta años que se dedicó
exclusivamente a la música. Pero desde ese momento, hasta su muerte, solo
transcurrieron trece años. Destacan en su opus varias óperas, pero no son nada
populares o frecuentes en la programación teatral actual, con sólo dos
producciones y siete representaciones en todo el mundo durante la última temporada.
Así pues, casi se nos queda como
el francés que compuso la rapsodia España.
24 de mayo
Ya sabes que Rimsky-Korsakov perteneció a esa hornada de músicos rusos
nacionalistas, congregados en torno al grupo de Los Cinco, al cual perteneció.
Aparte de inspirarse en la tradición rusa, en su juventud fue aspirante a
oficial de marina, lo que le permitió viajar por todo el mundo a bordo del
buque escuela Almaz. Al parecer recaló en Cádiz, en torno a la década de los
sesenta del siglo XIX, y ahí debió captar el material que le inspiró. No
obstante, al parecer, los temas folclóricos que emplea son asturianos, uno de
ellos un palo llamado fandango asturiano. Pero su música viene a ser lo que hoy
llamaríamos fusión, pues mezcla variaciones de gusto ruso sobre los temas
españoles. No obstante, tenemos ya tan interiorizadas estas melodías que se nos
calan como auténticamente nuestras.
Escucha, pues, este Capricho
español
25 de mayo
Su amigo y colaborador Ernest Guiraud fue quien recopiló los números y creo estas dos suites años después de la muerte de Bizet.
26 de Mayo
Como no podía ser de otra manera, pasamos a un nuevo compositor francés, Maurice Ravel. Se prodigó bastante en la creación de obras con motivos hispanos, pero su embrujo fue más congénito que en otros compositores, pues nació en el país vasco francés, en vecindad, por tanto, con España, y su madre era de ascendencia española. Así pues, fueron muchas las obras inspiradas por nuestra música por este simple motivo.
Fue un compositor muy polifacético en cuanto a sus sonoridades, y no se puede decir, a diferencia de Chabrier, que haya pasado a la historia como el autor de una en concreto. Pero sí hay que decir que el Bolero fue su obra de mayor éxito, y aún hoy en día lo sigue siendo, pues es quizá la más programada en las salas de conciertos del mundo entero.
Mucho se ha interpretado, pero también mucho se ha hablado de ella, sobre todo teniendo en cuenta su simplicidad, como el mismo Ravel reconocía y no se cansaba de declararlo, quizá temeroso que el éxito de esta obra ensombreciese el resto de su creación.
Es una obra iterativa, obsesiva, al estilo del canon o de la chacona o del pasacalle, con la repetición de una estructura armónica llamada ostinato, con la diferencia que en éstas ese ostinato sirve de base para la improvisación de algún instrumento sobre él, mientras que en el Bolero el ostinato es la misma melodía, que se repite sin cesar, cambiando tan sólo los instrumentos protagonistas.
Así pues, el mayor dilema a la hora de interpretarlo no era sino ceñirse a la velocidad deseada por Ravel, el cual se exasperaba cuando veía a algún director intentar modular su interpretación, cambiando incluso el ritmo de la obra.
Por lo que vemos, sedujo la Simplicidad a la Belleza, y es hoy día que su ritmo de carrusel no nos cansa de hacernos girar en su inacabable melodía.
27 de Mayo
28 de Mayo
29 de Mayo
30 de Mayo
31 de Mayo
1 de Junio
2 de Junio
3 de Junio
25 de mayo
Al contrario de lo que ocurrió
con Chabrier, Georges Bizet no
encontró la popularidad hasta el final de sus días, aunque no lo pudo
disfrutar. Se estrenó Carmen en París el 3 de Marzo de
1875 y murió tres meses más tarde, el 3 de Junio. En realidad, el recibimiento
fue frío, y el éxito, como suele pasar muy a menudo, viene inmediatamente a raíz
de su muerte, que ocurrió a la temprana edad de 37 años por una posible
endocarditis.
Tiene otras obras meritorias,
pero incomparables en popularidad a esta, ya que es la segunda en el ranking de
representaciones mundiales, por detrás de La Traviata y por delante de La
Bohéme, tres óperas , precisamente, unidas por su género, el verismo. Este no
consiste más que en representar historias y personajes cotidianos. Tal es el
número de sus representaciones que prácticamente ella sola tiene más que todas
la óperas de Wagner juntas en la última temporada operística.
En mi opinión, y así lo apoya el
ranking, junto a esa otras dos óperas referidas, son las tres mejores para
comenzar a entender y aficionarse a su escucha, por su jovialidad, su ligereza,
sus aciertos melódicos y por sus ritmos pegadizos.
De la ópera se arreglaron dos
suites para orquesta donde destacan los números cargados de sabor español,
imbuidos de él a través de la novela de Prosper Mérimée, en la que se inspiró, ya
que no me consta que Bizet visitara España.
Su amigo y colaborador Ernest Guiraud fue quien recopiló los números y creo estas dos suites años después de la muerte de Bizet.
Como no podía ser de otra manera, pasamos a un nuevo compositor francés, Maurice Ravel. Se prodigó bastante en la creación de obras con motivos hispanos, pero su embrujo fue más congénito que en otros compositores, pues nació en el país vasco francés, en vecindad, por tanto, con España, y su madre era de ascendencia española. Así pues, fueron muchas las obras inspiradas por nuestra música por este simple motivo.
Fue un compositor muy polifacético en cuanto a sus sonoridades, y no se puede decir, a diferencia de Chabrier, que haya pasado a la historia como el autor de una en concreto. Pero sí hay que decir que el Bolero fue su obra de mayor éxito, y aún hoy en día lo sigue siendo, pues es quizá la más programada en las salas de conciertos del mundo entero.
Mucho se ha interpretado, pero también mucho se ha hablado de ella, sobre todo teniendo en cuenta su simplicidad, como el mismo Ravel reconocía y no se cansaba de declararlo, quizá temeroso que el éxito de esta obra ensombreciese el resto de su creación.
Es una obra iterativa, obsesiva, al estilo del canon o de la chacona o del pasacalle, con la repetición de una estructura armónica llamada ostinato, con la diferencia que en éstas ese ostinato sirve de base para la improvisación de algún instrumento sobre él, mientras que en el Bolero el ostinato es la misma melodía, que se repite sin cesar, cambiando tan sólo los instrumentos protagonistas.
Así pues, el mayor dilema a la hora de interpretarlo no era sino ceñirse a la velocidad deseada por Ravel, el cual se exasperaba cuando veía a algún director intentar modular su interpretación, cambiando incluso el ritmo de la obra.
Por lo que vemos, sedujo la Simplicidad a la Belleza, y es hoy día que su ritmo de carrusel no nos cansa de hacernos girar en su inacabable melodía.
27 de Mayo
Edouard Lalo fue
otro de esos compositores afamados por una obra. El que yo diga ésto de este
compositor o de cualquier otro, evidéntemente no quiere decir que yo
menosprecie su valía, pues, en realidad, eso ha pasado con muchos grandes
autores, que hoy reconocemos esenciales pero que pasaron desapercibidos durante
lustros y durante siglos. No hay más que fijarse en Bach, que hasta que no fue
resucitado por Mendelssohn estuvo durmiendo el sueño de los justos durante
ochenta años tras la muerte del primero.
En el caso que nos ocupa, también hay que considerar que la
obra que le da merecida fama, también lo sacó en cierta manera del anonimato,
sobre todo fuera de Francia. Y todo ello se debió a que se apoyó, y a que le dedicó
la obra para su estreno, en un gran virtuoso del violín, nacido en Navarra, que
ayudó a popularizar y difundir dicha obra. Ésta se llama Sinfonía española Opus 21,
aunque su título es engañoso, porque ciértamente es un concierto para violín,
de enormes dificultades técnicas y dificilísimo de interpretar.
Lalo fue de la estirpe de compositores de gran oficio que no
precisó documentarse en la música que quería tributar, y creó una pieza de
marcado carácter hispano sin poder identificar en ella ningún tipo de música en
la que se inspiró. Él nunca visitó nuestro país, aunque parece que hay disputas
acerca de la nacionalidad o ascendencia española de su madre. En cualquier
caso, disfruta estos segundo y tercer movimientos, el primero de los cuales es
el de más marcado acento español.
28 de Mayo
Cuando un intérprete es excelso, no puede sino inspirar las
más desatadas composiciones musicales en los compositores, los cuales,
apremiados por las posibilidades técnicas del virtuoso y las garantías de éxito
en su estreno, corren raudos a dedicar sus piezas más fantásticas y caprichosas
a, en este caso, este Febo del violín que fue Pablo de Sarasate.
Por supuesto, no todo consiste en dificultad y virtuosismo,
sino que hay que encontrar un equilibrio entre la melodía, la exposición
graciosa de temas y el dominio técnico del instrumento.
Camille Saint- Säens
ya le había dedicado un concierto para violín. Más tarde, le dedicó esta
graciosa, y de sabor hispano, romanza para violín, Introducción y rondó caprichoso.
Nuestro exotismo inspiraba a compositores como él, los cuales ejercieron más
tarde una loable influencia sobre nuestra propia música.
29 de Mayo
Cuando pasamos a Luigi Boccherini damos un salto
importante. Evidéntemente porque cambiamos de época, de un siglo prácticamente,
según sea el caso que pongamos. Pero también por la relación que tuvo con
nuestro país y su influencia en su música.
Boccherini vivió la transición en
la que el compositor hizo valer su nombre: el paso de orfebre a artista. Vivió
en una época en la que, al contrario de casi toda la música visitada en este
viaje hasta ahora, todavía no se tenía la concepción actual de nacionalismo.
Incluso la concepción del individuo como centro del universo sólo arribó en los
últimos años de su vida, tras la revolución francesa.
Nació en la localidad italiana de
Lucca, importante musicalmente por la cantidad de músicos que trajo al mundo, encumbrada
sobre todo por la gran figura que gestaría un siglo más tarde, Giacomo Puccini.
Aunque España ya había perdido los territorios italianos de la corona de Aragón
tras la paz de Utrecht, varios siglos de relaciones provocaron una estrecha
conexión entre ambas penínsulas, aunque Lucca no perteneció nunca a España. Era
una época de trotar por el mundo buscando la mejor corte donde desarrollar la
carrera musical al abrigo del empleo ofrecido por algún monarca o noble.
Después de vagar un tiempo por
Europa, al final, lo que llevó a Boccherini a recalar en España no fue sino la
historia más antigua del mundo: el amor. Llegó arrastrado por la pasión
desatada por una cantante italiana, a la que acompañó, junto a su compañía de
ópera, en sus actuaciones por España. Como era normal, sus representaciones se
celebraban en cortes nobiliarias y de la realeza. Hizo un intento por acceder a
la capilla real del entonces Príncipe de Asturias, el que sería luego más tarde
Carlos IV, pero no lo consiguió. Lo que sí logró es que lo contrataran en la
capilla del Infante don Luis Antonio de Borbón, tío de Carlos IV y hermano de
Carlos III, cuya corte sufriría continuos desplazamientos, sobre todo a raíz de
las intrigas provocadas tras su matrimonio morganático, tras el cual se le
excluyó de la línea sucesoria, y que obligó al infante a sufrir un exilio
errabundo. Como ves, las historias son las mismas en cualquier época y en
cualquier lugar. Fue un antecesor de las historias actuales de la corona
británica encarnadas en la abdicación de Eduardo VIII y en el lujoso exilio del
príncipe Harry. Así que, cuando hablas de la metempsicosis, más que reencarnarse
las personas en distintas vidas, es la vida, con sus cuatro o cinco historias,
la que se reencarna constantemente en distintas personas, para autoperpetuarse indefinidamente
sin que nunca acertemos a rectificar los errores.
Este aislamiento que mantuvo en
España no fue óbice para que fuera conocido en el resto de Europa y su
popularidad fuera en aumento, gracias a las publicaciones que de sus obras
hacían en diversos puntos de Europa una vez que él mismo se las enviaba. Y que
incluso le granjeó el mecenazgo del rey prusiano Federico Guillermo II, sin
siquiera haber acudido nunca a Berlín.
Popularidad que, sin duda, fue
merecida. A él debemos sobre todo el desarrollo de un género nuevo, como era el
del quinteto de cuerdas, que fundamentalmente era un cuarteto haydiano al que
se añadía un nuevo violonchelo, el suyo, pues era su instrumento. Con ello,
desarrolló una notable labor camerística, que es uno de los aspectos más
descollantes de su obra.
La obra de hoy pertenece a un
manojo de quintetos encargados por el Marqués de Benavente, el cual pagó 100
francos por cada uno de ellos, y que eran arreglos de obras previas pero
adaptadas a una nueva ensemble resultante de la suma de un cuarteto clásico más
la guitarra. El sabor hispano no venía sólo del uso de dicho instrumento, sino
también del empleo de cantes o melodías populares que le eran familiares por su
larga estancia en nuestro país. Por tanto, era ineludible que pusiera este
Quinteto para guitarra en Re mayor, G.448, que incluye en su tercer movimiento
Grave assai una refinada versión de un fandango.
30 de Mayo
Antes de cruzar los Pirineos,
hacemos una última estancia allende sus cordilleras, para detenernos en la visión
que el gran Debussy captó de nuestra
música. Aquí sí que valdría el concepto de impresionismo, al ser sólo
someramente el modo de trasladar sus percepciones musicales de nuestro legado
musical popular a su obra, donde éste es tamizado por sus conceptos cromáticos y
modales para dar una versión nuestra irreal, o más bien, onírica o fantaseada.
Iberia es un tríptico
orquestal inserto en otro tríptico más amplio, que es Images para orquesta, que
compuso a principios de siglo, impregnado levemente de nuestros acentos
musicales.
31 de Mayo
Para que el salto no sea muy
grande, voy a respetar el título, Iberia, para adentrarnos de lleno en nuestro
nacionalismo musical, que para desesperación de los movimientos disgregadores
de nuestro país, se basó en músicos nacidos en regiones de enorme peculiarismo
en nuestra nación, eso que se llama diversidad cultural, como si un castellano
no la tuviera. El problema es que insistimos en que ése, el castellano, sea el patrón de
normalidad.
La Suite Iberia para piano
de Isaac Albéniz es una obra cumbre
universal en su género, que toma como esencia hispana los aires andaluces,
quizá también conmovido por un cierto exotismo que le podría sugerir esta
región, siendo, en este caso, la variación, un tema castellano. La compuso aproximadamente
en la misma época que Debussy su obra homónima. Sobrevivió a su composición
apenas un lustro, y, si hubiera sido más longevo, a saber que hubiera podido
pasar con su obra.
Pero ésta era tan atractiva, que
rápidamente abrió la espita del deseo de orquestarla. El mismo Ravel, insigne
orquestador de Cuadros de una exposición de Mussorsgy, lo intentó, pero ya los
herederos de Albéniz habían depositado los derechos en otro músico, Enrique
Fernández Arbós.
Destacaba éste, principalmente, como gran figura de la dirección orquestal en su tiempo, pero también era violinista y
compositor (mucho le queda por descubrir aún hoy día a la industria discográfica los
tesoros dormidos de nuestra música). Fue amigo de Albéniz, como delata el hecho
de que constituyeran un cuarteto prácticamente por la época en que Albéniz creó
estas piezas, que conformaban 4 libros con tres temas cada uno. Al final, Fernández
Arbós sólo orquestó cinco de ellas, y que son el motivo de la reseña musical de
hoy.
1 de Junio
Otro de los grandes genios del
resurgir a nivel internacional de nuestra música fue Joaquín Turina. Nació en Sevilla, por lo que debes presuponer que
para él eso del nacionalismo hispano lo tuvo muy al alcance de la mano, al ser
la mayor fuente de inspiración para estos compositores la música popular andaluza.
Sin embargo, sus inicios están más conectados al impresionismo francés, lo cual
se ahonda más cuando viaja a París a estudiar en la inefable Schola Cantorum,
dirigida por entonces por d’Indy, figura crucial por su influencia en gran
cantidad de músicos españoles y franceses de la época.
Y tuvo que ser en París, en un
encuentro con Falla y Albéniz, el momento de decidirse, por consejo de ellos, a
explorar los ritmos, el color y la esencia de nuestras tonadas populares. Y es
a lo que se dedicó en los siguientes años, sobre todo inspirado por el acento
andaluz. Era además un enamorado del sinfonismo. A pesar de ello, la obra que
hoy te muestro, las Danzas Fantásticas Opus 22, que quizá sea la más conocida
actualmente sobre todo gracias a la publicidad moderna, fue compuesta para el
piano y de ahí trasladada a orquesta. Y además, participa de otros bailes
populares españoles. El primer movimiento hace referencia a una jota aragonesa,
el segundo a un zortziko vasco y el tercero a melodías andaluzas, aunque no
tuvo una intención de viajar musicálmente por el país, a semejanza de Albéniz
con sus cuadernos de Iberia y España.
El último movimiento, el más
famoso, llamado Orgía, está basado en una farruca andaluza, e inspirada por una
novela titulada así de José Más, sin que pretenda ser trasunto de ella, aunque
sí extrae un epígrafe de la misma que es lo que infunde la esencia a la obra: “El perfume de las flores de confundía con el
olor de la manzanilla y las estrechas copas, llenas de vino incomparable, como
incienso, se elevaba la alegría”
Optimismo y pasión, pues.
2 de Junio
Enrique Granados fue otro excelso compositor de este ramillete de
creadores que elevaron a la presencia de Euterpe nuestra música a principios
del siglo XX. Otro catalán como muchos otros catalanes, de padres venidos de
otras regiones, siendo su madre cántabra y su padre cubano (Cuba era, cuando
nació Granados en Lérida, provincia, y no colonia, española). Nació casualmente
en Cataluña debido a la profesión del padre, militar, y su más tierna infancia
la vivió en Canarias. Pero pronto regresó a su lugar de nacimiento. Y para
todos aquellos de estirpe exclusivista y nacionalista, que pudieran tener la
tentación de despreciarlo por ello y por su pasión por España, no hay más que
recordarles lo influyente y benefactora para la que fue su vida para la cultura
catalana. Fue actor principal en la creación del Orfeón Catalán e inauguró una
escuela de música que aún hoy día pervive, aunque con el nombre de un
discípulo, Academia Frank Marshall, que ha sido cuna y abrevadero de una
escuela espléndida de pianistas catalanes.
Una de las más afamadas fue
Alicia de Larrocha, divulgadora y embajadora cultural tanto de Albéniz como de
Granados, y de otros músicos como Mompou y Montsalvatge. A cargo de ella corre
la pieza que escuchamos, la danza nº 5, la más famosa y versionada, de sus 12
Danzas Españolas, de un susurrante lamento andaluz, al que debe su
sobrenombre.
Pero sabe a poco una sóla pieza,
así que te voy a mostrar una más, relacionada, quizá, con su obra más
importante, y, a la postre, trágica, pues en cierto modo se mostró fatídica.
A Granados le apasionaba el mundo
relacionado con Goya, y en su honor, escribió un par de cuadernos para piano
inspirados por su obra, justo antes del inicio de la Gran Guerra. Al poco, le
sugirieron crear una ópera a estrenar en París, y él se decidió por este
material para componerla, a partir de un libreto que hubo de acomodarse a la
música escrita. Pero el estallido de la guerra desaconsejó su estreno en París, aunque diversos factores favorecieron el obtener del Metropolitan Opera House la
posibilidad de estrenarla en Nueva York.
No era amante de los viajes
largos, y menos aún en barco, pero allá se dirigió con su esposa en Noviembre
del 1915. No sólo fue un éxito la premiére de su ópera Goyescas sino que
también lo fue toda la serie de actos musicales en que participó. Ello
provocó que recibiera una audiencia en la Casablanca para un recital privado
para el presidente, Thomas Woodrow Wilson, lo que llevó a un cambio en la
programación del viaje de vuelta a España, que en principio era un trayecto
directo en un barco español, y se transformó en otro con escala en Gran
Bretaña, cruzando finalmente el Canal de la Mancha en un barco francés. Este
fue confundido por un submarino alemán, que creyó estar ante un navío de guerra, y lo torpedeó, quebrándolo en dos y provocando la muerte del matrimonio
Granados.
Casualmente, ese mismo inicio de
1916, Juan Ramón Jiménez viajó hasta Nueva York para casarse con Zenobia
Camprubí, y durante el mismo compuso una obra ya de madurez, el Diario de viaje
de un recién casado, donde rompe con la métrica y la rima. Allí también le
pilla la noticia de la muerte de Granados, y le dedica en su diario un poema,
que es el que a continuación os transcribo.
HUMO Y ORO
Enrique y Amparo Granados
¡Tanto mar con luna amarilla
entre los dos, España! – y tanto
mar, mañana sol del alba…-
…Parten,
entre la madrugada, barcos vagos,
cuyas sirenas tristes, cual
desnudas,
oigo, despierto, despedirse
-la luna solitaria
se muere, rota ¡oh Poe! Sobre Broadway-,
oigo despierto, con la frente
en los cristales yertos; oigo
despedirse una vez y otra, entre
el sueño
-a la aurora no queda más que un
hueco
de fría luz en donde hoy estaba
la negra mole ardiente-,
entre el sueño de tantos como
duermen
en su definitiva vida viva
y al lado
de su definitiva vida muerta…
¡Qué lejos, oh qué lejos
de ti y de mí y de todo, en esto
-los olivares de la madrugada-,
al oír la palabra alerta
-¡muerte!-
dentro de la armonía de mi alma
-mar inmenso de duelo o de
alegría-,
a la luz amarilla
de esta luna poniente y sola,
España!
Juan Ramón Jiménez, Nueva York, 1916
Estando en Nueva York, Granados, antes del estreno, fue instado a componer sobre la marcha un Intermedio para la ópera, lo que hizo inmediátamente. No quedó muy contento porque al final le había salido una jota. El empresario que le sugirió la idea le contestó: ¿acaso Goya no era aragonés? Esta obra, su Intermezzo, fue , pues, la última que compuso, y situándola al lado del poema no parece sino la inmensidad del mar oscuro bajo una luna amarilla, un estallido de jota después, y de nuevo esa inmensidad marina, oscura, bajo una pálida y fúnebre luna crepuscular, entre la esperanza y la fatalidad. Todo, en conjunto, como un amargo epitafio, si no fuera por la dulzura de su armazón musical.
Juan Ramón Jiménez, Nueva York, 1916
Estando en Nueva York, Granados, antes del estreno, fue instado a componer sobre la marcha un Intermedio para la ópera, lo que hizo inmediátamente. No quedó muy contento porque al final le había salido una jota. El empresario que le sugirió la idea le contestó: ¿acaso Goya no era aragonés? Esta obra, su Intermezzo, fue , pues, la última que compuso, y situándola al lado del poema no parece sino la inmensidad del mar oscuro bajo una luna amarilla, un estallido de jota después, y de nuevo esa inmensidad marina, oscura, bajo una pálida y fúnebre luna crepuscular, entre la esperanza y la fatalidad. Todo, en conjunto, como un amargo epitafio, si no fuera por la dulzura de su armazón musical.
3 de Junio
Muchas de las melodías que hemos
visitado en este recorrido nos resultan muy familiares, por la amplia difusión
que han recibido a través de películas y sintonías de programas o anuncios. Lo
que en apariencia es una ventaja para mejorar su accesibilidad y conocimiento,
al final, algunas veces, termina por prostituir su creación, sobre todo cuando
se abusa de su uso y se mercantiliza su sintonía como un soniquete gracioso que
ayuda a las ventas de cualquier producto. Es el caso de la obra que nos ocupa.
Para su remedio no hay nada mejor que escucharla muchas veces en su concepción
original y rodeada de otras obras del mismo porte, que nos la devuelva a su
naturaleza primigenia.
Francisco Tárrega, nacido en Villarreal, fue un virtuoso de la
guitarra, clásica o española, de fines del siglo XIX, que más que un romántico
propulsor de la ideología del nacionalismo español, realmente no le quedó otra,
por su instrumento y por su inmersión cultural, que desarrollar una música de
marcado espíritu hispano. Ya desde su tierna infancia, con su ceguera adquirida
accidentálmente, llevó una existencia procelosa, que no le impidió superarse y
conseguir hacerse una reputación como el “Sarasate de la guitarra”.
Su obra más conocida,
indubitativamente, es Recuerdos de la Alhambra, a la que
me refería al inicio, obra de gran lirismo y sensibilidad apoyados en sus
constantes trémolos, que aúna misterio y melancolía con su tonalidad menor, que
se transforma en optimista y alegre cuando la melodía torna a la tonalidad
mayor. La interpretación es a cargo de otro gran guitarrista español, Narciso
Yepes, que porta su guitarra de 10 cuerdas, aportación suya a la musicología.
Aunque hasta ahora no me había
salido del ámbito de la llamada música clásica, quiero enseñarte esta versión
que hizo Mike Oldfield de esta obra, para la banda sonora de The killing
fields, en España titulada como Los gritos del silencio, para mostrar lo que es
una adaptación respetuosa y brillante de una obra ajena, que nos hace amar y
apreciar más la original, por los detalles que son capaces de captar otros
creadores en ella y que la engrandecen aún más.
4 de junio
5 de Junio
6 de Junio
7 de Junio
8 de Junio
4 de junio
¡Para qué recordarla si podemos
estar En la Alhambra! Pasamos a un prolijo autor de zarzuelas y un
avezado compositor de óperas, aunque hoy en día, si buscas en la web para
comprarte un cd suyo apenas si encuentras seis referencias. Sin embargo, Tomás Bretón fue un gran impulsor de lo
que quiso que fuera la ópera España, no tanto por añadir el sabor popular de
nuestra música sino por el hecho de introducir nuestro idioma en los libretos.
Sin embargo, el mayor éxito lo consiguió con La Dolores, la más castiza de todas ellas. No obstante, luchó por,
usando un lenguaje universal, alentar la creación operística en nuestro país.
Queda también, como gran éxito dentro del apartado de la zarzuela, su obra La verbena de la Paloma.
Pero también cayó en las
corrientes de moda de su época, y una de ellas, exclusiva de nuestro país, fue
la del llamado alhambrismo. No fue sino un brazo más del pintorequismo y el
exotismo alabado dentro de la corriente romántica de la primera mitad del siglo
XIX, que en nuestro país alcanzó, como materialización de esa ensoñación
orientalista, a la Alhambra como símbolo y estandarte de esa corriente. Como en
aquel entonces no se tenía un conocimiento profuso de la música árabe, la mejor
fórmula para relacionar el arabismo con la melodía era identificarlo con la
música andaluza, ¿acaso no ha sido la zona de España que más tiempo estuvo en
contacto, o, por mejor decir, de dónde más emanó esa rica cultura árabe, en los
más esplendorosos momentos de la misma?
Recupero esta obra de un exquisito
disco dedicado a lo mismo, intitulado Alhambrismo sinfónico, de un sello
andaluz de escueto catálogo, Almaviva, pero que nos deja esta joya, tocada por
la Orquesta Ciudad de Granada.
5 de Junio
Ya te he referido lo difícil que
es conseguir la música española de la época que estamos tratando estos días. A
veces tienes la suerte, como yo, de tropezarte con ella de las formas más
inverosímiles. Era estudiante en Granada cuando vi un anuncio de conciertos en
el conservatorio a un precio muy asequible. Rezaba el programa que se trataba
de música del siglo XX. La presunción de dificultad en cuanto a la música
elegida, y el poco prestigio que inspiran precios baratos en la entrada, hizo
que fuésemos pocos los que nos decidimos a comprarlas. Y ahí descubrí los dos
cuartetos de Jesús Guridi.
Como casi todos los músicos de la
época, realizó el inevitable periplo por ciudades españolas hasta desembocar en
la prestigiosa Schola Cantorum parisina. Y como casi todos, aunó un sólido
bagaje musical clásico y un amor profundo por las músicas populares de la
infancia. Esto último le permitió componer sus obras más famosas, 10 melodías vascas, y las zarzuelas Amaya y El caserío.
Pero lo primero le permitió crear
obras de una innegable maestría, diríamos, universal. Y a ella pertenece el cuarteto
para cuerdas nº 2 en la menor, que le permitió conquistar en 1949 el
Premio Nacional de Música, del que te traigo el elegíaco segundo movimiento
Adagio sostenuto, toda una preciosidad. La versión es la misma que yo conseguí
en CD al poco de asistir al susodicho concierto, y que hoy es tan difícil de
conseguir, del sello Ensayo. Me parece una versión más lírica la de este
Cuarteto Enesco que no la interpretación del Cuarteto Bretón, del sello Naxos,
que es la más fácil de conseguir hoy en día.
6 de Junio
Salvador Bacarisse es otro de esos compositores españoles
prácticamente desconocidos. Nacido en Madrid en el fatídico 1898, es músico de
una generación posterior a los tratados anteriormente. Desarrolló un estilo que
algunos catalogan de neorromántico, aunque quizá sería más preciso neoclasicismo,
usado para ciertas composiciones de otros autores foráneos como Stravinsky o
Respighi, cuya fuente de inspiración son los temas clásicos.
En cualquier caso, son etiquetas
muy artificiales, pues las épocas en las que se apoyan son muy dispares
estilísticamente. Bacarisse tiene un sabor muy parecido a Joaquín Rodrigo, y su
Concertino
para guitarra y orquesta en la menor Opus 72 se ha beneficiado de este
parecido al ser presentado en el mismo álbum que otras obras de su colega, que
siempre ha disfrutado de mucho más éxito, a lo cual también contribuye la
elección de guitarra como instrumento solista.
Bacarisse imprime un estilo
arcaizante, pues su música, al igual que la de Rodrigo, parece rescatar esa
esencia medieval o renacentista de nuestro siglo de oro, en que nuestro país
era potencia musical en el mundo. Y así, se ve impregnada de la jovialidad
juglaresca de los villancicos, el esplendor cortesano de los ministriles y el
encanto bucólico de las danzas de esas épocas.
Te traigo la Romanza del
concertino, que rezuma nostalgia quizá por el largo y definitivo exilio tras la Guerra Civil.
7 de Junio
Y ahora pasamos al que podríamos
considerar el “greatest hit” de la música española, si no mundial, por lo
conocido que es, por las versiones que se han hecho de él y por lo apreciado por el gran público.
Es el Concierto de Aranjuez, de
Joaquín Rodrigo, escrito en Paris en
1939, para guitarra, aunque no es un concierto al uso. La guitarra siempre está
presente, pero hay momentos que la voz solista la toman otros instrumentos, así
como intensos y arrebatadores instantes a cargo de la masa orquestal. Participa
de ese estilo arcaizante que referí en la anterior entrada, al hablar de
Bacarisse.
Aunque la parte más conocida es
el Adagio central, es como un descanso del movimiento previo y una preparación
para coger fuerzas para el final, por lo que, al estar tan bien enmarcado, y
ser obra tan principal, te la pongo en versión completa.
8 de Junio
Llegamos a la última parada de
este capítulo. Con Manuel de Falla,
quizá el más eximio compositor español. Con permiso de Tomás Luís de Victoria,
que le alcanza e incluso supera en fama y reconocimiento en su época, el Renacimiento,
en nuestro siglo de oro, teniendo en cuenta, sobre todo, las dificultades para
publicitar su trabajo, pero, también, el simple hecho de que su labor fuese
reconocida y su nombre celebrado.
Vivió, Falla, los mismos avatares
e influencias que los músicos antes nombrados, pero su personalidad
independiente es la que hizo que sobresaliera con luz propia frente a los
demás. Aunque esto también se debe, en parte, al conocimiento parcial que
tenemos del resto. Así, por ejemplo, poco se sabe entre el público general del
ramalazo wagneriano que desarrolló Albéniz en algunas de sus óperas. Pero se le
ve más como parte del trío de oro del nacionalismo español, junto a Turina y
Granados.
Falla bebió también de este
manantial, sobre todo por influencia del padre de esta corriente en España, que
fue otro catalán, Felipe Predell. Pero fue éste, también, quien le recomendó
salir de nuestro país y encaminar sus pasos a Paris. De este modo, se embebió
de ese rico ramillete que floreaba en su ambiente, con los Dukas, Ravel,
Albéniz, etc… Y también, como no, con su querido y estimado Debussy.
Esto supuso entre Francia y
España una relación como la que constituyeron los cantes de ida y vuelta con
Sudamérica, que tanto hizo influir nuestra música popular en ellos, como sus
atrevimientos y modernidades embebieron a los nuestros de ese toque universal y
objetivo que era la música francesa de vanguardia.
Por ello, esta obra, Noche
en los jardines de España, rezuma españolidad a través del tamiz del
impresionismo. Su hispanidad es más auténtica, pero pasada por la nebulosa
modal de Debussy, del que es deudor.
Curiosamente, y aunque a Falla se
le relaciona hondamente con Granada por sus casi veinte años de residencia en
nuestra ciudad, cuando comenzó a escribir esta obra no la conocía aún. Comenzó
a componerla en 1909 y no fue hasta 1915 que viajó a Granada y Ronda,
acabándola inmediatamente después en Sitges, en casa del pintor Rusiñol, de
quien era amigo. A principios de 1916 se estrenó en el Teatro Real, dirigida
por Fernández Arbós e interpretada al piano por José Cubiles, aunque su
dedicatario fue Ricardo Viñes.
La obra se divide en tres movimientos,
aunque son como tres poemas sinfónicos más bien. Y su estructura ecléctica viene dada,
además, porque no es en sí un concierto de piano tampoco. Este se desliza sobre
la música como la brisa marina sobre las olas, impregnándose a cada momento de
la humedad embriagadora de la orquesta. Son sendos cuadros nocharniegos, que
más que evocaciones resultan ser ensoñaciones, y las melodías, más que
impresiones, son expresiones del sentimiento que despiertan en el encantado
ingenio de Falla.
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