Adagio Pastoral

Waterhouse - el alma de la rosa



 

Está claro que Ludwig van Beethoven es uno de los grandes genios universales de la música. Pero para mí representa algo más. Después de tanto años de melomanía, es claro que ya me he acostumbrado a su lenguaje, y lo encuentro deleitante, aunque en ocasiones duro, y ello porque considero su lenguaje musical puro. Es la música absoluta o pura. Este es un concepto usado para designar la música que no presenta ningún programa ni ningún condicionamiento externo, por ejemplo, literario, en su concepción. Pero en el caso de Beethoven yo ahondaría un poco más. Es una música desnuda, trasparente, cristalina como el gotear de un inmaculado hontanar, abandonado de los melismas del viento o las suntuosidades de las mareas. Es pura armonía y ritmo, sin excesos ni aditamentos superficiales, sin afectación desbordada, como uno podría esperar del paradigma del romanticismo. Diríase que es el centro de la música occidental, a partir del cual evoluciona tanto al pasado como al futuro. No tiene un acento especial. Frente a él distinguimos la jovialidad mozartiana y el dramatismo wagneriano, gracias a que los enfrentamos a él, el cero absoluto, la desnuda concepción musical.
Existe el convencionalismo de la crítica musical que su obra se divide en tres periodos, de los cuales, el primero, está impregnado de la lógica influencia clasicista, como se puede observar en sus primeras sinfonías, o conciertos para piano o cuartetos. Pero posteriormente es capaz de imprimir su carácter propio creando ese espejo musical en que todos se mirarán. No de otra manera podría explicarse que en el famoso conflicto de la guerra de los románticos, los dos bandos lo proclamasen alarife de sus postulados, unos, los conservadores, como portador de la esencia musical ejemplarizante, y otros, los progresistas, como la piedra angular de la nueva música que ellos apoyaban y desarrollaban.

A pesar de todo ello, siempre hay en la vida excepciones, y en el caso que nos ocupa lo fue la composición de su Sinfonía nº 6 en fa mayor Opus 68, “Pastoral”, porque es una clara excepción de lirismo e, incluso, de insuflación programática en una partitura que es un canto sentido a la naturaleza, como se desvela de los propios epígrafes con que acompañó a cada uno de los movimientos, aunque él mismo trató de excusarlo, reflejando que no eran descripciones musicales de eventos naturales, sino la expresión musical de los sentimientos que habían provocado en él. Fue creada en los albores de su dramática sordera, coetánea absoluta de su opuesta Sinfonía nº 5. Como es lógico, te traigo su segundo movimiento, Andante molto moto, titulado Escena en el arroyo.



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