HARNONCOURT



Hoy ha fallecido un verdadero icono, una enorme personalidad, un importante músico en la historia reciente de la música. Su mérito ha consistido en ser uno de los pioneros de las interpretaciones  historicistas en la música antigua, sobre todo en el Barroco. Y no se trata tan sólo, como al principio algunos detractores se empeñaban en argumentar, en usar instrumentos antiguos en la interpretación de las obras, sino que ha sido algo más profundo, como  la manera de interpretarlas y la recuperación de un legado musical perdido u olvidado.
En cuanto a instrumentación, no se trataba simplemente de usar instrumentos antiguos, sino investigar, restaurar y copiar otros instrumentos cuyo deterioro no permitía la supervivencia a través del tiempo, que sí han logrado, sin embargo, las maderas de violines y violonchelos, como si de buenos vinos se tratara. La investigación llegaba hasta la observación de cuadros de época, en los que se mostraba el diseño de algunos de estos instrumentos, para dedicarse a reproducirlos en talleres artesanos actuales.
Pero además esta recuperación también consistió en el uso de cuerdas naturales, disposición de la orquesta, cantidad de intérpretes, recuperación de instrumentos olvidados para los cuales estaba escrita la música, como la viola da gamba, para conseguir no la música pretendida por su autor (siempre se arguye que si tal o cual compositor hubiera tenido más medios...), sino la música adecuada para las fuerzas de las que disponía, por lo que el verdadero equilibrio en su interpretación y en su degustación es intentar reproducir todos estos parámetros.
Como digo, también innovaron la interpretación, prestando más importancia al contrapunto y a la armonía que a la expresividad romántica posterior, responsable del excesivo edulcoramiento con que nos han llegado las pocas interpretaciones que se hacían en la primera mitad del siglo XX de la música barroca y renacentista. Se despojó de este elemento superfluo, al principio dando lugar a versiones un poco ácidas y secas, pero con un colorido nuevo y equilibrado. Se potenció la vivacidad italiana, la escrupulosa matemática  alemana, y la galantería declamatoria francesa, sin olvidarnos que todo ello es dentro del contexto de la música, que aporta la sutileza y la belleza de los genios que supieron crearla. No vaya a pensar alguien que era música poco menos que marcial. Sólo hay que explorar la maestría y fecundidad melódica de Haendel en sus óperas.
Esta interpretación también llevó a una nueva perspectiva en la música de siglos posteriores, pues él, como otros de los pioneros, se acercaron a Mozart y Haydn, y después Beethoven e incluso música contemporánea, desde la posición y conocimiento que tenían estos compositores de la música anterior, y despojándolos de las cuestiones estéticas aparecidas tras ellos, que también contaminarían su interpretación. Y aunque una sinfonía de Beethoven o de Mozart suena estupendamente con una orquesta tradicional, invito a cualquiera a probar la experiencia de escucharlas bajo el prisma de un Gardiner, un Hogwood, un Brüggen o un mismísimo Harnoncourt. Su evolución ha sido tal, que, sin batuta, como era su costumbre, ha llegado incluso a dirigir el famoso concierto de año nuevo vienés, cargado de música decimonónica de su ciudad vital.
Tras ellos hubo una eclosión de nuevos intérpretes que han enriquecido esta corriente musical, cada uno aportando nuevas innovaciones en la música antigua, como Savall, Herrewheghe, Christie, Minkovski,Goebel,  y un largo etcétera, y sólo nombrando directores. Porque otra figura que han rescatado, con altibajos, ha sido la del castrato (hoy día sin intervención quirúrgica, claro).
Finalmente, no ha sido menos importante la recuperación de un legado musical prácticamente perdido, dando a conocer obras no interpretadas previamente de un músico, descubriendo nuevos compositores olvidados, reconstruyendo o restaurando obras incompletas, etc... En particular, a él debemos la primera grabación integral de las cantatas sacras de Bach, junto a otro genio ya también desaparecido: Gustav Leonhardt. Con interpretaciones rigurosas, en las que no había cantantes femeninos, y no por machismo, sino porque así era la interpretación de estas obras luteranas, y aún hoy, creo, tal como pude comprobar en una misa en la iglesia de Santo Tomás, en Leipzig, donde trabajó Bach y donde compuso el mayor corpus de cantatas que han sobrevivido hasta nuestros días. En lugar de mujeres, las voces de soprano y alto eran asumidas por niños. Y así nos las legó él discográficamente.
Así pues, nos deja una importantísima figura musical, que ha puesto las raíces para la recuperación de una música celestial, a la cual podemos acceder gracias a su extensa discografía, sobre todo en el sello Teldec.
Descanse en paz



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