SYMPHONIC OF PINK FLOYD





¡Estupendo concierto!
Y por doble motivo
El rock es una música intermedia entre el jazz y la clásica. Comparte con la primero el personalismo (hasta ahora). Es decir, la música está identificada con el intérprete. En el jazz esto llega a un punto tan radical que, aunque se interprete un estandar, éste llega a ser tan individual que es irreconocible o perfectamente diferenciable de la versión de otro músico. Nadie tocará como Coltrane, o las obras tocadas por él, del mismo modo, y no por incapacidad técnica, sino porque es en lo que se basa la interpretación del jazz. Por tanto, para disfrutarlo a él, o a Davies, o a Gordon, o a Gillespie, hay que ir a verlos a ellos. Ni que decir tiene si hablamos de acid o free jazz. El rock se acerca a él en el sentido que la única interpretación que aceptamos para esta música es la que hace precisamente su creador. O quien la hizo famosa. De tal modo que nos es inconcebible ir a ver los Rolling Stones sin los Rolling Stones. Y si alguien hace una versión, excepto excepciones, la mayoría de los seguidores dirán que la ha estropeado. Por tanto, para escuchar a Genesis, a Beatles,a Prince, etc… hay que esperar a que lleguen a nuestra ciudad, a que no se separen, o a que se reúnan de nuevo, o a que no se mueran. Pero, afortunadamente, el rock se diferencia del jazz en algo que lo asemeja a la música clásica, por tanto: en que la queremos inalterada, tal como la oímos por primera vez en una grabación, si acaso con algún sólo imaginativo nuevo, por supuesto a cargo del solista de la banda. Y así como la música clásica está sellada en los pentagramas por sus compositores y permite su interpretación por cualquier orquesta, por cualquier solista, en cualquier ciudad, incluso simultáneamente, en cualquier época, la música rock podrá ser reproducida de la misma manera mientras tengamos un reproductor. Y, entonces, ¿por qué no abandonar ese personalismo y dejamos que tenga la misma oportunidad que la clásica? Muchos grupos no van a volver a juntarse, algunos componentes se han muerto, otros han perdido la voz, y otros siguen tirando del carro reemplazando las ausencias con nuevos músicos que lo hacen igual de bien. Es difícil encontrar un guitarrista como Steve Howe, que toque tan bien la guitarra y que haya hecho esas maravillosas piezas. Pero si ya las tenemos, ¿por qué no permitir a otros que las toquen? Yo ya he podido disfrutar en directo de una de esas bandas llamadas tributo, en este caso a Génesis, llamada The musical box, que era alucinante ver como tocaba los temas originales, con incluso el mismo tono de voz que Peter Gabriel. Por tanto, primer motivo, encontrarse con este bonito experimento reproduciendo la música de Pink Floyd, de forma magistral, como ya habían demostrado previamente con Queen, de modo tal que ni se echaba de menos a Freddie Mercury.
El segundo motivo, por lo de Pink Floyd. No soy amigo de rankings y menos en el arte, pero si tuviera que elegir mi banda preferida, diría sin duda Pink Floyd. Su trilogía de los setenta es insuperable, con Dark side of the moon, Wish you were here y Animals. El primero marcó un hito en la música rock, un antes y un después en su elaboración, además de ser un portento técnico de sonido, usándose aún en las tiendas de alta fidelidad para probar los equipos de música, siendo el segundo o tercero album más vendido de la historia.
Por tanto, experiencia religiosa. Y nada más empezar. Porque lo hicieron con un tema nada usual y nada comercial, Welcome to machine, con una interpretación de los sintetizadores magistral. Lo mejor de la velada fue, como no podía ser de otra manera tratándose de Pink Floyd, los dos guitarristas, que estuvieron soberbios, muy solventes. Sobre todo en la atmósfera llena de matices y potencia que crearon en Have a cigar, uno de los temas más contundentes y briosos de la banda. Pero también fue una sorpresa grata, diría que alucinante, la aportación de verdaderas prima donna que realizaron las dos coristas en The great gig in the sky, con ese fluir de quintas y ese malabarismo vocal de la primera al inicio de la canción, y la ductilidad y sensibilidad de la segunda al finalizarla. Ya las quisiera David Gilmour para su próxima gira. Por lo demás, todo un placer oyendo en directo temas clásicos de Pink Floyd con una calidad asombrosa, sin excesos en el sonido.
En el lado negativo diría que hubo un poco de desequilibrio a favor de los dos últimos discos del grupo, antes de la aparición del último este año pasado, que no son para mi lo mejor, no tocando, en cambio, ningún tema previo al Meddle, y que tampoco tocaran nada del Animals, lo que para mí es un pecado. También una curiosidad: no me creo el tema On the run, del Dark side…, que quizá es el menos musical de los temas, repletos de efectos sonoros grabados y trabajo de computadora. Sonaba exactamente igual al original. Y ya es difícil. Y emplearon un juego de luces cegador, de tal manera que no se podía visualizar al batería, que hubiera delatado si este tema venía ya grabado. Sobre todo contrastaba con la sencillez  con que posteriormente comenzó Time. Ni siquiera a David Gilmour le sale tan fidedigno en el Pulse de 1994. En fin… Pero no desluce el resto.
Así que….espectáculo muy recomendable. Y van de gira por toda España



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