TRUEBA, PREMIO APATRIDA DE CINEMATOGRAFIA
Nunca me ha gustado ser tajante.
Creo que me ha ido más el eclecticismo, porque aunque un tema, aparentemente,
oscile tan solo entre blanco y negro, mis bastoncillos mentales son capaces de
captar una amplia gama de grises. Por eso, cada vez más, no me gusta enjuiciar
a las personas, porque por mucho que lo parezca, y merezca las más agrias
invectivas, al final te entra un poco de remordimiento: piensas que bastante
tiene ese individuo con sobrellevarse, o que ningún tema es de tal importancia
como para adjudicarle crueles estampas. Ya me lo decía mi amiga Geli: Yoldi, a
ti te da lástima todo el mundo, hasta el más gilipollas.
Pero hay veces que no te puedes aguantar. Ultimamente me hastía el tema de las banderitas, de los himnos y de los nacionalismos. Pero no desde la perspectiva del blanco o del negro. Nunca he creído en ello por sí sólo, pero tampoco en el desprecio de cualquier estigma que nos compacte como grupo. No soy viejo, pero tampoco tan joven como para no haber sufrido en mis propias carnes a verdaderos facistas. No de estos que son de derechas, ocasionalmente pijitos, muchas veces conservadores, y que a sus opositores más bien del lado haragán se les llena la boca colocándoles el epíteto, cuando la mayoría de las veces ni siquiera nacieron en época de dictadura. Yo los traté en mi época del instituto, justo en el inicio de la democracia. Tenía el centro un internado especial para hijos de militares, y, aunque no todos, claro, había un importante núcleo de chavales de los que sus padres ya no saben qué hacer para encarrilarlos, con lo cual había muchos malos alumnos y muy peculiares. La mayoría escorados hacia la ultraderecha. Recuerdo incluso que uno tenía por mote "el nazi", otro, con aspecto de mastodonte seboso, al estilo del pirado personaje de "La chaqueta metálica", que termina suicidándose en la película, presumiendo, y lo que es peor, presumiendo de él otros muchos más, de que había sido guardaespalda de Blas Piñar en sus mítines electorales. Pues bien, todos estaban con su banderita española en la correa de los relojes, todo el día declarando que la bandera era lo más y que si tienen que elegir en un campo de batalla entre la bandera y la vida de un compañero, sin duda eligen la bandera. Estos sí que eran capaces de hacerte renunciar no sólo a ella, sino también a tu condición de español. Pero, si lo pensabas, te rebelabas.¿ Por qué he de renunciar a sentirme español y a alegrarme con los colores de mi bandera solo porque unos radicales hagan un uso abusivo y exclusivo de ciertos símbolos?
Ahora hay un resurgir, y no sólo entre gente ignorante y radical del lado opuesto, sino también entre gente que deberían destacar por su mesura, de repudiar ciertos símbolos, no porque haya alguien hoy día que haga ese uso abusivo y exclusivo de ellos, sino porque deben suponer que son los herederos de esos energúmenos que quisieron apropiarse de ellos. Y nos devuelve a esa posición en la que no sólo hay que renunciar a la ostentación de los símbolos del país, por parecer una manifestación facista o franquista, sino también a la de renunciar y avergonzarnos de nuestra condición de españoles. No hay nada bueno en nosotros como pueblo. Hemos sido exterminadores de indios en América, la cual, por cierto, no descubrimos, sino que fueron previamente unos señores vikingos los que lo hicieron; renunciamos al último tren hacia el liberalismo y la industrialización a cambio de las cadenas de Fernando; inventamos la Inquisición y liquidamos a otras religiones, con cuyo sufrimiento nos hermanamos, y rechazamos el catolicismo por ser consustancial con la nación; nos masacramos en la guerra civil, bueno, unos más que otros; no hemos hecho nada bueno, somos, de natural, envidiosos y flojos, etc... Pero claro, de todo esto son culpables los que se consideran españoles, porque los que no, resulta que sus antepasados no estaban por aquí entonces.
No pienso que un pueblo tenga que pedir etérnamente perdón por los pecados de sus antepasados, porque esos pecados fueron de ellos, no nuestros, y porque los pueblos no son los mismos, ni por su composición ni por su actitud en el devenir de la historia. A uno lo hace donde nace y con quien se cría. La vida es un camino y tu origen son los zapatos con los que empiezas a caminarlo. En ello te acompañan muchos. Unos son mejores, otros no tanto. Pero como perteneciente a un grupo, no sólo intentas mejorar personalmente, sino que aportas tu granito de arena para que el grupo mejore. Y cuando en conjunto os reconocéis como semejantes, os alegráis de los logros comunes y del avance del grupo. Y observas que en tu zapato no sólo caben los de tu pueblo, sino también los de tu comarca, y luego descubres a los de tu provincia, y, después, a los de toda tu región. Y ves que hay cosas que te gustan y otras que no. Pero no renuncias a tu zapato, sino que luchas por que mejore. Y en esto me gusta ser andaluz: Andalucía por sí, para España y para la Humanidad. Así pues, en nuestro zapato caben otras regiones. Y para reconocernos se usan unos símbolos, que te recuerdan la alegría de pertenecer a ese grupo que avanza y que no renuncia a relacionarse con otros zapatos. Por tanto, ¿qué malo hay en usar unos símbolos, bandera, himno, etc... que nos permite celebrar los logros y animarnos a seguir adelante? No tiene nada que ver con fronteras, con xenofobia, con atavismos.
Todo esto viene a colación de la polémica surgida con Trueba y el estreno de su película. Había leído retazos de su discursito, pero quise pensar que estaban fuera de contexto, pero el otro día recibí por redes sociales el discursito, y me lo descargué luego por completo. Y no daba crédito a mis oídos. Pero me repuse y pensé: es un cretino. Se pudo quedar en un gris de no soy nacionalista, no siento los símbolos, soy un apátrida, o, mejor, un ciudadano universal... Pero no: él quería dar el numerito delante de los mandatarios del PP. Porque no fue un discurso antisistema, sino antiPP. Eso sí, cuando fue a recoger el Oscar, ahí sí que no fue cáustico. No le hubieran venido mal unas cuantas genuflexiones. Pero aquí sí que se atrevió, porque realmente sabía que no iba a tener consecuencias.
Primero reconoce que los premios le dan igual, que deberían ser secretos, pero él no renunció a publicitarse. Y por supuesto, con gran muestra de cinismo, a lo que no pensaba renunciar de ninguna manera era al dinerillo. Va, unas bagatelas que no lo sacaran de antisistema e izquierdoso rico. Pero lo peor fue al referirse a nacional. Esta clase de premio es de los que a los que nos gustan las artes nos sentimos orgullosos cuando se lo dan a alguien que creemos que se lo merece y/o nos gusta. Por tanto es un premio que trasciende el momento en que se lo entregan. Cuando consultas la lista de los premiados no sabes quién gobernaba ni te importa. Y nos satisface independientemente de nuestra condición ideológica, puesto que esto no es un condicionamiento para otorgarlo. Y ahí empezó con sus perlas: que si en caso de guerra va con el enemigo, que si la guerra de la independencia debía haberla ganado Francia, que si no gane España nunca. Lleva la cosa desde" a mí la bandera me da igual" a un terreno antiespañol estúpido. Si fuera un espíritu libre no hablaría de ponerse de lado de nadie en una guerra. Es más, no hablaría de guerra. Cuando ha visto caer la recaudación ha declarado que ironizaba con los nacionalismos. Sin embargo, el premio lo recibió en San Sebastián, y no hubiera estado mal que también hubiera ironizado con la, por un poner, kale borroka. Pero estaba claro que se quería hacer el graciosillo con el PP, olvidando que el premio y el Gobierno representa a todos los españoles. Si supiera comportarse, habría agradecido el premio y esas lindezas las podría haber dejado para un monólogo en el club de la comedia.
Pero lo que más me indigna es ese rechazo altanero hacia España de personajes que alcanzan el éxito y la ven provinciana y estigmatizada por el sempiterno pecado de la envidia. Suele coincidir que son artistas que , para superar ese provincianismo, se refugian en Francia, y la alaban como verdadero paradigma de nación gloriosa, no sólo ahora, sino también en el pasado. Y la idolatran, sobre todo por el regalo que hizo al resto de la humanidad con su Revolución. Parece que eso los hace superiores. No fue ningún regalo a los demás. Fue el único remedio para solucionar una situación de injusticia y empobrecimiento de los humildes por parte, precísamente, dela crueldad otros franceses. Luego, ellos mismos, se ensañaron con la misma crueldad con monseiur guillotine, y para más INRI, después vino Napoleón, que convirtió Europa en un erial por sus sueños cesáreos de grandeza (el tuvo a su vez otro imitador en el siglo XX: Hitler). De ese nos independizamos. Y sí, es verdad, también de sueños de liberales como Rousseau, que nos hablaba de cómo educar a los niños mientras él mismo abandonaba a los suyos propios en un orfanato. Esa misma Francia, colonizadora de América también, exterminadora y negrera, que en el siglo XX fue protagonista de dos guerras mundiales, pero que, es más no es su record, pues es responsable de la guerra más duradera del mundo, en principio con Inglaterra, pero que en realidad fue una guerra prácticamente civil, entre Francia y Normandía, y que duró 116 años: la guerra de los cien años. Todo esto lo refiero no para denostar Francia, sino para mostrar que en todas partes cuecen habas.
Es un lerdo que puede amar el jazz, pero desprecia la música española por ser española. ¿Desprecia Albéniz? ¿Lo habrá escuchado? ¿Despreciará también a Chabrier, Debussy, Ravel, Bizet, franceses que escribieron páginas memorables inspiradas en España? ¿Rimsky korsakov , Tchaikovski, por lo mismo? ¿A Victoria, Falla, Rodrigo...? ¿Los distingue del resto y los rechaza sólo por españoles? ¿Desprecia al flamenco solo porque pueda parecer tipical spanish? Pues desprecia a otros artistas por puro prejuicio y eso es lo que se merece él por parte de todos esos artistas: puro desprecio. Yo también adoro el jazz, pero no desprecio otras músicas. Es compatible y enriquecedor. Supongo que también despreciará el cine español, precisamente por eso, aunque ya ha declarado: Atacar a una película como la mía forma parte de una serie de ataques al cine español que supone atacar al país. Cínico y presuntuoso.
Y la guinda fue la parte final. Se inventa el discurso de la tercera parte solo por hacerse el procaz, como si ya no estuviéramos curados de espanto. Me recuerda a los grupillos rockeros jovencitos que por hacerse los snobs hacen el chorra.
Creo que cada cosa tiene su momento. Perdió la oportunidad de hacer felices a sus admiradores recibiendo y agradeciendo el premio, a cambio de dar una imagen patética mediante un discurso deslavazado y a trompicones, lleno de cinismo y mal gusto. Si no quiere premios, que no los acepte; si odia a los ricos, que no coja el dinero; si odia a España, que eso trasluce con sus "ironías", que se vaya a otra parte, y si lo que quiere criticar son problemas de nuestra sociedad, que lo haga con la herramienta que mejor sabe usar: el cine. Pero, eso sí, que se busque un buen guionista. Yo, hoy, y por hacer algo que nunca hago, le voy a desear un mal: que se estrelle el estreno de su película. Yo, por mi parte, o la veré en la tele, o, por fastidiar, si puedo, a ver si la consigo en descarga pirata
Que le den
Pero hay veces que no te puedes aguantar. Ultimamente me hastía el tema de las banderitas, de los himnos y de los nacionalismos. Pero no desde la perspectiva del blanco o del negro. Nunca he creído en ello por sí sólo, pero tampoco en el desprecio de cualquier estigma que nos compacte como grupo. No soy viejo, pero tampoco tan joven como para no haber sufrido en mis propias carnes a verdaderos facistas. No de estos que son de derechas, ocasionalmente pijitos, muchas veces conservadores, y que a sus opositores más bien del lado haragán se les llena la boca colocándoles el epíteto, cuando la mayoría de las veces ni siquiera nacieron en época de dictadura. Yo los traté en mi época del instituto, justo en el inicio de la democracia. Tenía el centro un internado especial para hijos de militares, y, aunque no todos, claro, había un importante núcleo de chavales de los que sus padres ya no saben qué hacer para encarrilarlos, con lo cual había muchos malos alumnos y muy peculiares. La mayoría escorados hacia la ultraderecha. Recuerdo incluso que uno tenía por mote "el nazi", otro, con aspecto de mastodonte seboso, al estilo del pirado personaje de "La chaqueta metálica", que termina suicidándose en la película, presumiendo, y lo que es peor, presumiendo de él otros muchos más, de que había sido guardaespalda de Blas Piñar en sus mítines electorales. Pues bien, todos estaban con su banderita española en la correa de los relojes, todo el día declarando que la bandera era lo más y que si tienen que elegir en un campo de batalla entre la bandera y la vida de un compañero, sin duda eligen la bandera. Estos sí que eran capaces de hacerte renunciar no sólo a ella, sino también a tu condición de español. Pero, si lo pensabas, te rebelabas.¿ Por qué he de renunciar a sentirme español y a alegrarme con los colores de mi bandera solo porque unos radicales hagan un uso abusivo y exclusivo de ciertos símbolos?
Ahora hay un resurgir, y no sólo entre gente ignorante y radical del lado opuesto, sino también entre gente que deberían destacar por su mesura, de repudiar ciertos símbolos, no porque haya alguien hoy día que haga ese uso abusivo y exclusivo de ellos, sino porque deben suponer que son los herederos de esos energúmenos que quisieron apropiarse de ellos. Y nos devuelve a esa posición en la que no sólo hay que renunciar a la ostentación de los símbolos del país, por parecer una manifestación facista o franquista, sino también a la de renunciar y avergonzarnos de nuestra condición de españoles. No hay nada bueno en nosotros como pueblo. Hemos sido exterminadores de indios en América, la cual, por cierto, no descubrimos, sino que fueron previamente unos señores vikingos los que lo hicieron; renunciamos al último tren hacia el liberalismo y la industrialización a cambio de las cadenas de Fernando; inventamos la Inquisición y liquidamos a otras religiones, con cuyo sufrimiento nos hermanamos, y rechazamos el catolicismo por ser consustancial con la nación; nos masacramos en la guerra civil, bueno, unos más que otros; no hemos hecho nada bueno, somos, de natural, envidiosos y flojos, etc... Pero claro, de todo esto son culpables los que se consideran españoles, porque los que no, resulta que sus antepasados no estaban por aquí entonces.
No pienso que un pueblo tenga que pedir etérnamente perdón por los pecados de sus antepasados, porque esos pecados fueron de ellos, no nuestros, y porque los pueblos no son los mismos, ni por su composición ni por su actitud en el devenir de la historia. A uno lo hace donde nace y con quien se cría. La vida es un camino y tu origen son los zapatos con los que empiezas a caminarlo. En ello te acompañan muchos. Unos son mejores, otros no tanto. Pero como perteneciente a un grupo, no sólo intentas mejorar personalmente, sino que aportas tu granito de arena para que el grupo mejore. Y cuando en conjunto os reconocéis como semejantes, os alegráis de los logros comunes y del avance del grupo. Y observas que en tu zapato no sólo caben los de tu pueblo, sino también los de tu comarca, y luego descubres a los de tu provincia, y, después, a los de toda tu región. Y ves que hay cosas que te gustan y otras que no. Pero no renuncias a tu zapato, sino que luchas por que mejore. Y en esto me gusta ser andaluz: Andalucía por sí, para España y para la Humanidad. Así pues, en nuestro zapato caben otras regiones. Y para reconocernos se usan unos símbolos, que te recuerdan la alegría de pertenecer a ese grupo que avanza y que no renuncia a relacionarse con otros zapatos. Por tanto, ¿qué malo hay en usar unos símbolos, bandera, himno, etc... que nos permite celebrar los logros y animarnos a seguir adelante? No tiene nada que ver con fronteras, con xenofobia, con atavismos.
Todo esto viene a colación de la polémica surgida con Trueba y el estreno de su película. Había leído retazos de su discursito, pero quise pensar que estaban fuera de contexto, pero el otro día recibí por redes sociales el discursito, y me lo descargué luego por completo. Y no daba crédito a mis oídos. Pero me repuse y pensé: es un cretino. Se pudo quedar en un gris de no soy nacionalista, no siento los símbolos, soy un apátrida, o, mejor, un ciudadano universal... Pero no: él quería dar el numerito delante de los mandatarios del PP. Porque no fue un discurso antisistema, sino antiPP. Eso sí, cuando fue a recoger el Oscar, ahí sí que no fue cáustico. No le hubieran venido mal unas cuantas genuflexiones. Pero aquí sí que se atrevió, porque realmente sabía que no iba a tener consecuencias.
Primero reconoce que los premios le dan igual, que deberían ser secretos, pero él no renunció a publicitarse. Y por supuesto, con gran muestra de cinismo, a lo que no pensaba renunciar de ninguna manera era al dinerillo. Va, unas bagatelas que no lo sacaran de antisistema e izquierdoso rico. Pero lo peor fue al referirse a nacional. Esta clase de premio es de los que a los que nos gustan las artes nos sentimos orgullosos cuando se lo dan a alguien que creemos que se lo merece y/o nos gusta. Por tanto es un premio que trasciende el momento en que se lo entregan. Cuando consultas la lista de los premiados no sabes quién gobernaba ni te importa. Y nos satisface independientemente de nuestra condición ideológica, puesto que esto no es un condicionamiento para otorgarlo. Y ahí empezó con sus perlas: que si en caso de guerra va con el enemigo, que si la guerra de la independencia debía haberla ganado Francia, que si no gane España nunca. Lleva la cosa desde" a mí la bandera me da igual" a un terreno antiespañol estúpido. Si fuera un espíritu libre no hablaría de ponerse de lado de nadie en una guerra. Es más, no hablaría de guerra. Cuando ha visto caer la recaudación ha declarado que ironizaba con los nacionalismos. Sin embargo, el premio lo recibió en San Sebastián, y no hubiera estado mal que también hubiera ironizado con la, por un poner, kale borroka. Pero estaba claro que se quería hacer el graciosillo con el PP, olvidando que el premio y el Gobierno representa a todos los españoles. Si supiera comportarse, habría agradecido el premio y esas lindezas las podría haber dejado para un monólogo en el club de la comedia.
Pero lo que más me indigna es ese rechazo altanero hacia España de personajes que alcanzan el éxito y la ven provinciana y estigmatizada por el sempiterno pecado de la envidia. Suele coincidir que son artistas que , para superar ese provincianismo, se refugian en Francia, y la alaban como verdadero paradigma de nación gloriosa, no sólo ahora, sino también en el pasado. Y la idolatran, sobre todo por el regalo que hizo al resto de la humanidad con su Revolución. Parece que eso los hace superiores. No fue ningún regalo a los demás. Fue el único remedio para solucionar una situación de injusticia y empobrecimiento de los humildes por parte, precísamente, dela crueldad otros franceses. Luego, ellos mismos, se ensañaron con la misma crueldad con monseiur guillotine, y para más INRI, después vino Napoleón, que convirtió Europa en un erial por sus sueños cesáreos de grandeza (el tuvo a su vez otro imitador en el siglo XX: Hitler). De ese nos independizamos. Y sí, es verdad, también de sueños de liberales como Rousseau, que nos hablaba de cómo educar a los niños mientras él mismo abandonaba a los suyos propios en un orfanato. Esa misma Francia, colonizadora de América también, exterminadora y negrera, que en el siglo XX fue protagonista de dos guerras mundiales, pero que, es más no es su record, pues es responsable de la guerra más duradera del mundo, en principio con Inglaterra, pero que en realidad fue una guerra prácticamente civil, entre Francia y Normandía, y que duró 116 años: la guerra de los cien años. Todo esto lo refiero no para denostar Francia, sino para mostrar que en todas partes cuecen habas.
Es un lerdo que puede amar el jazz, pero desprecia la música española por ser española. ¿Desprecia Albéniz? ¿Lo habrá escuchado? ¿Despreciará también a Chabrier, Debussy, Ravel, Bizet, franceses que escribieron páginas memorables inspiradas en España? ¿Rimsky korsakov , Tchaikovski, por lo mismo? ¿A Victoria, Falla, Rodrigo...? ¿Los distingue del resto y los rechaza sólo por españoles? ¿Desprecia al flamenco solo porque pueda parecer tipical spanish? Pues desprecia a otros artistas por puro prejuicio y eso es lo que se merece él por parte de todos esos artistas: puro desprecio. Yo también adoro el jazz, pero no desprecio otras músicas. Es compatible y enriquecedor. Supongo que también despreciará el cine español, precisamente por eso, aunque ya ha declarado: Atacar a una película como la mía forma parte de una serie de ataques al cine español que supone atacar al país. Cínico y presuntuoso.
Y la guinda fue la parte final. Se inventa el discurso de la tercera parte solo por hacerse el procaz, como si ya no estuviéramos curados de espanto. Me recuerda a los grupillos rockeros jovencitos que por hacerse los snobs hacen el chorra.
Creo que cada cosa tiene su momento. Perdió la oportunidad de hacer felices a sus admiradores recibiendo y agradeciendo el premio, a cambio de dar una imagen patética mediante un discurso deslavazado y a trompicones, lleno de cinismo y mal gusto. Si no quiere premios, que no los acepte; si odia a los ricos, que no coja el dinero; si odia a España, que eso trasluce con sus "ironías", que se vaya a otra parte, y si lo que quiere criticar son problemas de nuestra sociedad, que lo haga con la herramienta que mejor sabe usar: el cine. Pero, eso sí, que se busque un buen guionista. Yo, hoy, y por hacer algo que nunca hago, le voy a desear un mal: que se estrelle el estreno de su película. Yo, por mi parte, o la veré en la tele, o, por fastidiar, si puedo, a ver si la consigo en descarga pirata
Que le den
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