División azul, esperanza cainita


 

¡Éramos pocos y parió la abuela! Normal. Tanto se ha abusado de ella que no es de extrañar que se preñe. Y ya se sabe, de esas gravideces, estos partos. Por fin ha encontrado fruto tanta invocación e insistencia por parte de la extrema izquierda para tener un enemigo frente al que polarizar sus dogmas y populismos, y reclutar y engañar a la masa, como gusta de llamarla, para reconducirla hacia las ambiciones de unos pocos aprovechados. Creyeron lograr ese enemigo en Vox, pero más que les pese a ellos y a otros muchos, no han dado muestras aún de eso que les gusta tildar como de fascismo. No me engaño que acogerá Vox en su seno a individuos de ese talante, pero yo, que he visto y estado cerca de auténticos fachas, puedo decir que se comportan de manera muy distinta. No se confesarían constitucionalistas y no se dejarían acorralar en un acto público político. Serían ellos los agresores, e irían preparado para ello, pues su naturaleza es fanática y violenta. Ya había aventurado Iglesias, incluso, que al fin está mostrando su cara ese fascismo latente que no terminábamos de vislumbrar al crecer el apoyo electoral de Vox en las últimas elecciones catalanas. Pero eso sólamente demuestra la desorientación y desesperación en las que están sumidos los votantes constitucionalistas, después del desamparo sentido por la mala decisión de Inés Arrimadas de irse a Madrid a hacerse cargo de la dirección nacional de su partido, con el regustillo de deserción y extranjería que transmite, sobre todo a los parlamentos nacionalistas. De ahí puede que venga el éxito de Illa, que mal haría en repetir la jugada de su antecesora en la victoria en las urnas, si una vez que fracase en ser presidente de la Generalitat pasase el testigo a otro correligionario para él dedicarse a actividades más fructíferas para su carrera.

Pero al parecer ahora sí lo han logrado. Con motivo de la conmemoración de una batalla famosa en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial, en la que participó un cuerpo de voluntarios en el bando de la Alemania nazi, denominado División Azul, se ha congregado un grupo de nostálgicos de esas ideologías en el cementerio de la Almudena. Han sido, al parecer, unos trescientos, poco más o menos. Pero lo mismo es. A ellos ya les estamos dando la publicidad que necesitaban para ser más. Y al bando contrario también le viene bien, porque ya puede mostrar que tenía razón, que el enemigo estaba agazapado ahí, justo en el lado opuesto de su pensamiento.

Y para variar, no podrían venir con un discurso más necio y rancio. Lo que más ha trascendido ha sido el estulto discurso de una de sus oradoras echando la culpa de todo a los judíos ¡Por Dios Santo! No sé a quién quieren emular, pero aquí en España nunca hubo nazismo. Existió un pseudofacismo alentado, entre otros, por Primo de Rivera, que se desvirtuó y descafeinó con su muerte y con la intrusión de Franco en el poder. Igual que el fascismo italiano no era semejante al nazi, el fascismo español también era distinto. Con ellos compartía el aspecto nacionalista, y también su concepción social, no muy diferente de la del socialismo, pues no hay que olvidar que las raíces son esencialmente proletarias. Lo distintivo del fascismo español es su reivindicación religiosa, católica y romana, fruto de la fusión que propició Franco de sectores falangistas, monárquicos y tradicionalistas carlistas, cuyo nexo más evidente era la religión. Así pues, el fascismo español no fue racial, y, por tanto, tampoco era un fundamento suyo la pureza racial, que bien sabido es que los españoles no la poseemos. Pero es que para más inri, en España, desde la época de los Reyes Católicos, no ha habido judíos, por lo que cualquier problemática que pudiera darse con el pueblo o la creencia judía en Europa, en nuestro país no existía. Se podrán discutir los motivos que tuvo Isabel I hace 500 años, que fundamentalmente fueron políticos, ya que la religión era la que marcaba la política, pero no fueron ni motivos xenófobos ni racistas, pues ella siempre se apoyó en amigos judíos para mantener su corona. Podría aducirse intolerancia religiosa, pero el problema era sutilmente distinto a ésto.

Así que, sin que yo tenga ninguna afinidad ni simpatía por estos elementos, se me ocurren un montón de excusas para animar a sus bases (desde su perspectiva, claro), como la sociedad descreída y apóstata que está creciendo, la inmoralidad de la sexualidad, la indecencia, el libertinaje, etc…, de cuyo combate tendrían muy orgulloso al mismísimo Franco. Incluso tienen la eclosión y proliferación del “rojo” en nuestras calles. Pero no, eligen a los judíos. Parece que ya se ha movilizado, y me parece muy bien, la fiscalía para sondear si existe delito de odio o racismo. Pero es interesante considerar cómo ya hace un par de años se aprobó una iniciativa en ayuntamientos españoles gobernados por Podemos para boicotear cualquier relación con productos, actos culturales, actividades, etc.,  relacionados con el estado de Israel o sus habitantes. Ellos lo explican como una lucha contra la xenofobia de los israelíes. Pero al encuadrarlo como una manifestación del sionismo global, y al ser la población de Israel abrumadoramente judía, no es más que otra manera de practicar antisemitismo o xenofobia . Porque seguro que si la persona a boicotear les dijera que pertenece a la comunidad islámica del país, que supone un 15% de la población, el boicot cesaría.

Al final, como ya he manifestado otras veces, en el abanico político puede existir un centro; una derecha y una izquierda; una extrema derecha y una extrema izquierda, como polos más irreconciliables de la práctica política; y luego unos ultras, que no son ni de izquierdas ni de derechas, sino solamente ultras, fanáticos, dogmáticos, violentos, opresores, uniformadores, genocidas, represores de la libertad individual, y que suelen responder a la denominación de fascismo y comunismo.

Las imágenes de la manifestación neonazi muestran un grupo de rostros desnortados y fanáticos, sensibles a arengas irracionales de oradores atolondrados. Lo cual tendría su gracia si no fuera un tema serio. Los borregos ya acuden al aprisco a la espera de que llegue una persona más avispada y con más mala leche que los pastoree, y ya no estaremos en una situación tan distinta a la que vivieron nuestros abuelos antes de la guerra civil.

Al final, por mucho que atisbemos el progreso y el bienestar, volveremos a las moliendas goyescas y al suicida enfrentamiento fraterno. El íbero, en toda su extensión, incluidos el catalán y el presuntamente primitivo vascuence (como si el resto de los germinados en esta piel de toro no tuviéramos nuestros genes del mismo modo conectados al umbrío y primigenio universo desolado) no abandona el triste retrato ya bosquejado por Machado:

 El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
      Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
      Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
      Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
      Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
      Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
      El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
      Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.





Para tema relacionado pulsa Semejanzas y disimilitudes

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