Cabalgata

La Adoración de los Reyes Magos - Rubens

 

Llega la noche en que vienen los Reyes Magos a visitar a los niños, cargaditos de regalos. Aunque, al parecer, visitan a todos los niños del mundo, lo cierto es que esta cita forma parte de una tradición hispana, transmitida a una gran parte de países con afinidad cultural y lingüística con nosotros.

Es normal que los adultos se muestren escépticos, pues en la Biblia, últimamente, por seguir las traducciones en otras lenguas, se dedica a llamarlos sabios, sin poder precisar siquiera su número, que deducimos que son tres porque son tres los regalos que llevan al Niño Jesús: oro, incienso y mirra.

Pero si ya hemos echado mano a los evangelios apócrifos para documentar algunos datos, como sus nombres, Melchor, Gaspar y Baltasar, pues quedémonos con su relato, especialmente el armenio, que me parece el  más a propósito, pues se hicieron acompañar por un cortejo de tres mil sirvientes, dispuestos a acarrear con todo lo necesario para satisfacer todas las ilusiones, y además eran reyes y magos. Eso sí, hermanos, con lo que lo de la diferencia en el matiz epidérmico y en la edad rompe con nuestros esquemas un poco. Melchor era rey de los persas, Gaspar de los indios, y Baltasar de los árabes. Llevaban nueve meses en caravana viajando hacia Jerusalén, en un cortejo multicultural y multirracial, dada la gran extensión de sus reinos. Melchor portaba mirra, áloe, muselina, púrpura, cintas de lino y los libros que habían recibido desde tiempos de Set en el que se profetizaba la venida del Rey de reyes. Gaspar aportaba nardo, cinamomo, canela e incienso. Y Baltasar traía oro, plata, piedras preciosas, perlas y zafiros.

Ya imaginarás el asombro y la estupefacción de María al recibir a esos señores tan exóticos. Si hubiese sido real, tal cual lo cuentan, los hubieran sacado ya no de pobres, que no lo fueron, sino de humildes, y la historia hubiera cambiado. Y seguramente a Baltasar hubiera habido que festejarlo el día 22 de Diciembre, como patrón de la Lotería Nacional, esperando que las bolitas de los números premiados se convirtieren en zafiros y rubíes redondeados, dispuestos a cumplir nuestros sueños terrenales.

Esta historia sí explica la tradición de cabalgatas la noche de la víspera de su día, a la que con tanto anhelo e inocencia acudíamos nosotros antes y, después, nuestros hijos, para ver sus barbas postizas y sus caras embadurnadas, y no atender a razonamientos cuando nuestros padres trataban de explicarnos con mil historias cómo es que los reyes aparecían en mil ciudades a la vez. Pero aunque esta tradición sea muy nuestra, la primera cabalgata de los Reyes Magos no se celebró en nuestro país, sino que fue en Italia, en la misma cuna de la ópera. Y fue un invento de una de sus familias más poderosa, la de los Médici, en connivencia con intelectuales y humanistas, los cuales auspiciaron una compañía de laicos, supongo que a semejanza de lo que ocurriría más tarde con la masonería, adoptando como símbolos esotéricos y misteriosos los propios de la religión pagana persa en lugar de la de los egipcios, que llamaron “La Stella”. Entre sus actos, desde el año 1417, se incluía la celebración de una cabalgata suntuosa remedando la ostentación supuesta en la original. En nuestro país hay que esperar hasta finales del siglo XIX para tener documentada la celebración de cabalgatas semejantes, encontrándose las ciudades de Alcoy, Granada y Sevilla entre las pioneras.

Y no te muestres incrédula, o incrédulo, que al parecer los personajes existieron de verdad. Curiosamente, la historia de sus reliquias comienza con el mismísimo Constantino I, el primer emperador romano convertido al cristianismo. Parece que por su influencia su madre también se convirtió, y debió darle a la señora tan fuerte la fiebre devota que se dedicó a viajar a Palestina y, como una Indiana Jones cualquiera, se dedicó a labores de arqueología, allá por el año 300 d.C., con el objetivo de hallar los restos de la Vera Cruz y de los reyes magos. La leyenda cuenta que fueron martirizados y enterrados los tres juntos. Al parecer, ella encontró tres cadáveres con su corona cada uno, y en su tiempo los trasladó a Constantinopla. Más tarde, en 1164, Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano y futuro Germanico, para prestigiar su mandato imperial ante el cisma religioso que vivía Europa y confrontar las habituales tensiones de poder con el resto de reyes, trasladó los restos a Colonia, al tiempo que canonizó al difunto Carlomagno. Y para que la presencia de los Reyes Magos fuera un buen cimiento teológico de su poder, ordenó comenzar a construir, para su custodia, lo que es hoy la espectacular catedral de Colonia, la cual tardó más de ocho siglos en ser erigida. Allí se encuentran depositados, en un relicario que es un sarcófago triple, los restos de los magos, desde donde probablemente su espíritu se condense cada 5 de Enero para procurarles a todos los niños buenos sus regalos de Navidad.

Debido al peso que tienen en nuestras tradiciones navideñas, la entrada no podría ser adjudicada sino a un compositor español. Fue Antonio de Literes uno de los principales compositores españoles del barroco florido, y al igual que su amigo y compañero de trabajo, José de Torres, un ejemplo de mestizaje entre los cánones antiguos y los nuevos aires italianos, lo que modernizó notoriamente el lenguaje musical autóctono. Pero no pudo, al final, sino sucumbir al empuje italianizador total, impulsado por las sucesivas reinas, italianas ambas, y que le costó su relegación a costa de músicos provenientes de Italia.

Comenzó desde pequeño, como era habitual, en la Capilla Real de la corte madrileña, y aunque su obra se dirigió esencialmente hacia el campo dramático, por designio real, también tuvo tiempo para componer piezas religiosas, litúrgicas o no, a veces por encargo de otras cortes. También desempeñó un papel primordial en la recuperación y reemplazo de la música perdida por la destrucción del archivo musical durante el incendio del Palacio Real de Madrid.

Te traigo de él esta exquisito y lírico villancico a la italiana o cantada “Ah del rústico pastor”, cantada sola de Reyes, con esa mezcla de tradición, en su exordio inicial y en la conclusión, y vanguardia, con sus arias da capo centrales, al estilo italiano, y su minué cantado, al estilo francés.

Recitado

No ya león rugiente

nace a vengar su ceño fulminante,

cordero sí, inocente

tan humilde, tan tierno, tan amante,

que a tres reyes recibe su fineza

en un portal sin fausto ni grandeza.



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