La Toma de Granada

Rendición de Granada - Pradilla y Ortiz

A la hora de elegir el material para mostrarte este viaje navideño, el día de hoy se me había quedado huérfano, al trasladarse la onomástica del Santo Nombre de Jesús al día 3. Y estaba pensando en qué se podía celebrar en esta fecha, algo que me fuera familiar. Tenía preparada una cantata de Telemann para festejar el año nuevo, que me parecía excesivo agregarlo al programa de ayer.

De pronto me acordé: hoy se celebra el Día de la Toma de Granada. Pero no sabía cómo casaría una cantata de Telemann con este hecho histórico. Pero lo que son las casualidades: no lo veía por mi desconocimiento del alemán. Pero al indagar, y comprobar que el primer coro de la obra está basado en unos versículos del Salmo 103, concretamente los dos últimos, al ir a la Biblia, me topé con que decía lo siguiente:

"21.Bendigan al Señor todos sus ejércitos, sus servidores, para hacer su voluntad.

 22.Bendigan al Señor todas sus obras, en todos los lugares de su dominio. ¡Bendice, alma mía, al Señor!"

Seguramente, si se hubiera compuesto 200 años antes, seguro que los Reyes Católicos hubieran echado mano de ella para celebrar el acontecimiento de la deseada entrega de las llaves de Granada de manos de Boabdil, su último rey nazarí.

Actualmente esta festividad está en el foco de la polémica, a mi entender por un absurdo revisionismo de la historia con la perspectiva de hoy día y un anhelo reparador de la injusticia por parte de algunos grupos políticos, no se sabe a quién, porque sería en todo caso a nosotros mismos. La historia de cada pueblo, con sus sombras y sus luces, es lo que nos ha permitido ser lo que somos. Ni existían entonces los países árabes actuales, ni los musulmanes que viven hoy en nuestro país, propios o extraños, son sus descendientes. La historia no es para avergonzarse, arrepentirse o pedir disculpas, sino para aprender.

Y hoy deberíamos aprender que lo que se celebraba entonces era la conformación de una unidad política ensoñada desde el mismo momento en que se perdió por la derrota de mi tocayo, el último rey visigodo, a manos, precisamente, de diferentes etnias unificadas por el credo del islamismo. Pero todo el proceso es mucho más complejo que la lucha entre cristianos y musulmanes, cuando en ambos bandos vivían españoles de ambas creencias, de ahí los términos mudéjar, mozárabe, muladí o converso. El mismo impulso cristiano de reconquista fue el que experimentó el Islam a poco de conformarse, pues desde la Hégira de Mahoma en el año 622 hasta el inicio del dominio musulmán de la Península Ibérica en el 711, no había transcurrido ni un siglo. Y esos pueblos belicosos y desunidos que convivían, o mal se peleaban, en la Península Arábiga durante siglos, experimentaron un impulso integrador, conquistador y diseminador de la nueva fe que les llevó a sojuzgar violentamente a gran cantidad de pueblos, ante los que nunca podían haber reclamado restitución de ninguna ofensa previa.

Hay que tener en cuenta, además, que en aquella época el sentimiento unificador de los pueblos no era la nación ni la ciudadanía, sino la religión y el vasallaje, de ahí el intento de Isabel I de amalgamar todos los pueblos ibéricos bajo la enseña de su fe, la cristiana. Así pues, lo que se celebra el día 2 de Enero es la recuperación de la nación española y la devolución de su integridad, según la perspectiva de aquellos vencedores, que también somos nosotros. Querer ver en esta celebración un motivo de xenofobia es absurdo, pues nunca dejamos de ser completamente visigodos, romanos e íberos cuando nos conquistaron los musulmanes, ni tampoco ahora podemos dejar de vernos impregnados de la esencia cultural y racial de aquellos primeros conquistadores, que, en cualquier caso, ya rechazaron en su momento la supeditación al califato de Damasco, pasando Córdoba de ser un emirato a un esplendoroso califato. Pero ese califato no pertenece a la historia de Marruecos, Irán o Argelia, por citar algún país musulmán, sino a nosotros mismos. Usar la fiesta contra los derrotados entonces sería ir contra nosotros mismos, que es lo que hace quien no conoce y asume su propia historia.

Hay que ver, pues, con perspectiva el salmo, la reconquista y la cantata de Telemann. No soy persona que pueda ser llamada creyente, y no estoy de acuerdo con que las creencias armen ejércitos y diriman disputas, pero hubo un tiempo en que así fue. Y creo que la religión, como organización coercitiva de la moral y de los usos, debería ser proscrita. Pero también sé de dónde viene nuestra cultura, de esa raíz judeo-cristiana que ha ido conformando nuestra escala de valores. En nuestro caso, la historia nos simplificó la dialéctica, al concentrarnos el conflicto con una sola religión, y ahora que tras siglos de disputas y sufrimientos tenemos a la Iglesia domeñada desde un laicismo moderado y tolerante, pienso que no debemos repetir la historia ante religiones belicosas y machistas, o superadas creencias exclusivistas y prepotentes, o sectas de tabúes hemáticos perniciosos. Que cada uno viva su credo para sus adentros. Pero sí creo que ese domeñamiento nos permite disfrutar (nuestros antepasados así nos lo han conseguido ganar) de semanas santas, navidades, romerías, domingos y santorales, como señas de nuestra cultura, pues ese gran revolucionario que fue Jesús nos regaló lo que es la esencia de la moral occidental, aquello de ama a tu prójimo como a ti mismo, bienaventurados los pobres y los que luchan por la paz, porque para ellos será la Gloria, y quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Lo de la otra mejilla lo dejaré por hoy: demasiados mártires han padecido ya.

Pero, volviendo a la cantata, Lobet den Herr... tras el recitado del salmo, cuya beligerancia no es más que la usada en muchas ocasiones en el Antiguo Testamento, se da gracias a Dios, Emperador del mundo, por los bienes dados durante el año que se acaba, y pide indulgencia para la algazara durante la celebración del que entra. Luego pide por un año venidero venturoso, en el que ningún enemigo a Dios venza. En fin, el día que se enteren que ese Dios, si existe, es el mismo, se llame Yavé, Alá o Señor….

¡Feliz año!







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