La Circuncisión y Nombre de Jesús
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Circuncisión de Jesús - Rubens |
Como era tradicional entre los judíos, o, por mejor decir, era norma, al octavo día del nacimiento, a todo niño se le practicaba la ceremonia de la circuncisión. En el evangelio de Lucas se expresa que era consecuencia de la ley mosaica, pero lo cierto es que hay que ir mucho más atrás, hasta el libro del Génesis, para encontrarnos con el origen del rito. No sé qué impulsó a Dios a solicitárselo a Abraham como signo físico de la alianza que le proponía. Probablemente serviría como una recomendación higiénico-sanitaria, de las que no adolece la Biblia. Pero fue muy claro al, incluso, proponerle el intervalo a transcurrir desde el nacimiento.
Abraham tenía 99 años entonces.
Poco antes, instigado por su mujer Sara, tuvo trato carnal con una de sus
esclavas egipcias, a fin de procurarle descendencia, pues si bien la heredad
era un problema masculino, la vergüenza de la infecundidad de la pareja era
femenino. Como resultado del ayuntamiento de Abraham con su sierva Agar fue
concebido Ismael. Más tarde, Dios amonestó a la pareja por su impaciencia. La
verdad es que no eran un par de jovenzuelos, pero, claro, con la longevidad de
los personajes bíblicos, no es de extrañar que la nonagenaria pareja pudiese
aun procrear, siempre y cuando mediara la promesa celestial. Así Dios, a cambio
de dirigir Abraham a su pueblo hacia la fidelidad y devoción a su Ser, le
prometió descendencia numerosa como estrellas en el firmamento, y la tierra
prometida donde asentarla. Y como firma del pacto, Dios propuso la circuncisión
de los varones. Al momento la llevó a cabo sobre sí mismo, sobre Ismael y sobre
toda su tribu, y en cuanto le nació Isaac, transcurridos los cabalísticos ocho
días, también fue circuncidado. Isaac fue, pues, el fruto de la alianza, y el
cumplimiento de la descendencia de Abraham para constituir el pueblo elegido
por Dios. O al menos eso es lo que pensaron los judíos. Pues con el andar del
tiempo, surgiría un nuevo profeta de otra religión que declararía ser
descendiente de Ismael, el cual, en su opinión, sería el fruto de la alianza de
Dios, al ser el hijo primogénito de Abraham. Y de esos desacuerdos hereditarios
vendrían en nuestra época los conflictos religiosos que han asolado tanto a la
humanidad.
Moisés asentó el mandato divino
de la circuncisión a su pueblo, tal como lo revela el Levítico (Lv 12 3):
12 Habló
Jehová a Moisés, diciendo:
2 Habla a
los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será
inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda.
3 Y al octavo
día se circuncidará al niño.
4 Mas
ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa
santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de
su purificación.
y en ese momento se aprovechaba
para otorgarle el nombre al niño. Es lo que viene a ser el bautismo cristiano
posterior.
María y José no tuvieron que
estar pensando qué nombre ponerle a su criatura, pues ya venía establecido por
mandato divino, al anunciárselo así el arcángel Gabriel a María (Lc 2 – 21):
21 Cuando
se cumplieron los ocho días y fueron a circuncidarlo, lo llamaron Jesús, nombre
que el ángel le había puesto antes de que fuera concebido.
Esos ocho días, exactamente, en
el calendario moderno, se cumplen en el día de Año Nuevo, de ahí que este día
fuese usado por las distintas religiones cristianas para festejar la Circuncisión
de Jesús, primeramente, y, posteriormente, quizá por una excesiva connotación
judaica, para celebrar el Dulce Nombre de Jesús. En 1721, el Papa Inocencio VI
trasladó la celebración al segundo domingo después de Epifanía, y Pío X, más
tarde, al primer domingo de Enero, pero si coincidía con la Epifanía, se
trasladaba directamente al día 2 de Enero. Aunque, como veremos en dos días, su
emplazamiento actual es distinto.
En cualquier caso, en tiempos de
Bach y de la composición de su Oratorio de Navidad, el día 1 de Enero seguía
siendo el día de La Circuncisión y del Dulce Nombre de Jesús, de ahí que el
extracto que se toma de los evangelios es precisamente el de Lucas, arriba
reseñado. El resto del texto, obra supuestamente atribuida a Picander, es una
continua repetición del nombre, Jesús, y su significado, Salvador.
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