COVID21: Los muertos imperceptibles
España está enferma. Y no me
refiero a la pandemia, sino a su salud mental. Que Illa, a pesar de la
desastrosa gestión del Covid que ha hecho (y sigue haciendo), se postule como
el candidato favorito a ganar las elecciones catalanas, refleja algo insano en
nuestra sociedad. Por mucho tejemaneje que aplique Tezanos en la manipulación durante la recolección de datos o en su exposición, algo de cierto debe haber en los
resultados de la última encuesta del CIS, que hace temer a sus adversarios por
la derrota, y que apresura y excita a su
propio partido para celebrar cuanto antes las elecciones. Y es que o bien el
resto de candidatos aparecen como más lamentables que el propio Illa, lo cual
es hasta cierto punto comprensible si lo comparamos con determinados elementos como el
Torra, o bien la gente ha olvidado o ha amortizado las cifras de la desgracia y
de la tragedia en nuestro país. Yo todavía recuerdo horrorizado cómo esta
simple gripe se cobró un día, de repente, diez víctimas, y, una vez pasado el
horror de las casi mil de otro día, hemos normalizado cifras “tolerables” de
aproximadamente la mitad, todo ayudado por una ocultación de imágenes incómodas
que pudieran ponerlo de manifiesto.
Mi valoración de Illa y
compañeros no supera la mediocridad que otorgo también al conjunto de
políticos españoles, pero reconozco que si bien no son ni inteligentes ni
sabios, son al menos listos, o más bien debería usar su diminutivo, listillos,
que define esa clase de inteligencia gregaria de la que saben hacer uso los
mediocres para lograr su vesánica subsistencia. No hay más que ver el uso aparentemente
casual que hacen de ciertos mensajes o valoraciones, que arrastran una
impudicia y un cinismo imponentes. Decía Illa estos días que no hacen falta más
medidas para doblegar las curvas de contagios y muertes, sino aplicar correctamente
las existentes, que no es sino una manera de decir que nosotros hemos hecho
nuestro trabajo adecuadamente, y que en todo caso el fallo estará en la
incapacidad de aplicarlas los responsables autonómicos de turno.
Y es que para Illa y sus mentores
es más importante aferrarse al poder que arriesgar tomando decisiones. Se han
encontrado de repente con el regalo de la encuesta y no lo quieren soltar. Yo
comprendo que gestionar esta crisis es muy difícil, y es muy fácil errar, o,
por ser más bondadoso, no acertar. Pero siempre será infinitamente preferible
actuar y equivocarse. Ahora se ven con posibilidades de ganar en Cataluña y se
apuntan a esa corriente tontista mortífera que puso de moda Zapatero,
etiquetándose entonces como buenista, que consiste simplemente en no desear que
exista un problema para así vencerlo. Zapatero inauguró la moda negando la
crisis económica para así, como por arte de magia, derrotarla y hacerla desaparecer.
Ahora, el taimado “Norman Bates” Sánchez, guionista y director de esa
producción en que ha convertido a su partido, que podríamos llamar “Psoecosis”,
nos intenta convencer que no estamos mal y que estamos, no en el inicio de la
solución, sino en el epílogo de la crisis sanitaria, posiblemente para no
afectar a sus cálculos electorales que pasan por no suspender o demorar las
próximas elecciones catalanas. Y todo ello cuando están surgiendo serios
problemas de distribución de las vacunas, y también de su administración, con
unas curvas que no paran de alzarse como un tsunami de dolor y tristeza que
inunda nuestros hospitales y colapsa nuestras unidades de cuidados intensivos.
Mientras, el incapaz de su experto sanitario con nombre y categoría de vino de
tetrabrick, no para de cometer las mismas necedades que al comienzo de la
pandemia. En todo este tiempo nos hemos atiborrado de entrevistas a expertos de
toda índole, sobre todo epidemiólogos, que nos han asombrado por la claridad de
sus argumentos y exposiciones. Y nosotros, a cambio de tanta lucidez
televisiva, radiofónica o ciberespacial, nos tenemos que tragar las sandeces
del experto oficial y su corte de expertos fantasmales, y volver a escucharle
los estultos y repetitivos comentarios de ya estamos llegando al pico. Pero lo
peor fue oírle decir, como calco de lo que ya expuso al principio de la crisis,
que la nueva cepa británica no nos iba a afectar sino marginalmente. ¿Pero es
que no aprende? Nadie pide que lance un órdago
quien no sabe jugar al mus. Pero él, como chivo divulgatorio que es, y
transmisor de los designios políticos, que no sanitarios, del gobierno, se
presta a lo único que es capaz de hacer, que es entretener con comentarios pseudocientíficos
al personal, mientras la mutación se propaga implacablemente en nuestra
población, por, entre otras cosas, no haber tomado ni una mínima medida como
hubiera sido la suspensión de vuelos con Gran Bretaña o el cierre de la verja
de Gibraltar. Pero es como el conejito de Duracell, porque sigue, y sigue, y
sigue…. También ha desestimado la suspensión de vuelos con Sudáfrica para
evitar la transmisión de una nueva mutación proveniente de allí porque, total, es solo un vuelo, no
sé si diario o semanal. Eso estaría muy bien si fuese nuestra única
preocupación y estuviéramos ahora mismo libres de infección a nivel local. Pero
dadas las circunstancias, con diez individuos contagiados que arriben inadvertidamente a nuestro país será el pistoletazo para una perpetuación de la enfermedad. Y
es que estas mutaciones no sólo son más contagiosas y letales que la original,
sino que puede ocurrir como con otra surgida en Brasil, que es posible que la
inmunidad que se alcance con la vacuna no sea efectiva para rechazarla, como presagia el hecho de haber surgido en zonas afianzadas con inmunidad de rebaño.
Terminarán estos politicastros
teniendo suerte, pues la desgracia epidémica y política es tan generalizada,
que todavía sacarán pecho por su mala gestión. Y la desmemoria de la mente
enferma del españolito no permitirá reemplazarlos en próximas elecciones. Todo
fruto de la ignorancia y del analfabetismo funcional en que se está sumiendo la
población con programas educacionales inefectivos y cambiantes, y la indolencia
que anidó en nuestros corazones en una época de próspero espejismo que ha
derivado en una sociedad contagiada del ni-nineismo que en ella surgió.
Aprovecha, pues, Sánchez esa
filosofía tontista mortífera para convencernos que estamos bien, que en
cualquier caso, ellos ya han hecho su tarea y de forma correcta. Vive en una
nube de irrealidad e ignorancia. Y, como me advirtió una amiga, de
irresponsabilidad. ¡Qué más da la gente
que se muera! Ya casi ni se refleja en las noticias. A fin de cuenta, los muertos
no se ven y no votan. En cambio, los vivos engañados y dogmatizados, sí.
¡Qué la suerte nos proteja a los
sensatos y a los expuestos!
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