Benedictus Dominus: canto de Zacarías


Isabel y Juan con Jesús y María - Bocanegra

En el advenimiento del señor cobra un importante papel protagónico Juan Bautista. Es familiar de Jesús, y no sólo le precede en el nacimiento, sino también en su misión evangelizadora. Y terminará sus días trágicamente, a manos de Salomé y Herodes Antipas, anticipando también la pasión de Cristo.

Su nacimiento fue, al igual que el de Jesús, peculiar, con la participación divina. Zacarías e Isabel componían un matrimonio añoso, y sufrían del desdoro y maledicencia por parte de sus vecinos por no haber obtenido fruto el vientre de ella. Zacarías era, además, sacerdote en el templo, y un día que le tocó en suerte entrar en el santuario del señor a ofrecer incienso, se le apareció un ángel, que resultó ser Gabriel, y le anunció la buena nueva de que iba a tener un hijo de su mujer Isabel, al cual le tendrían que imponer el nombre de Juan, y le auguró también su misión preparatoria ante los hombres para predisponerlos favorablemente al mensaje del Mesías.

A pesar de la intensa actividad de apariciones angelicales, zarzas encendidas, cielos abiertos y toda clase de portentos y prodigios que acompañaban a los mensajes y las apariciones de los seres celestiales, el pueblo judío era de natural obcecado y descreído. Y así, Zacarías no fue menos y dudó: ¿cómo vamos a tener un hijo, yo, anciano, y mi mujer, bien entrada en edad? Así que dudó. El arcángel Gabriel, que era el ser celeste anunciador, lo castigó con permanecer mudo hasta que reconociese la obra del señor. Quien sí se percató del milagro fue Isabel, que a su entrada vejez, con cinco meses de embarazo, y a pesar de sentirse satisfecha por aborrecer la vergüenza que le hubo provocado su esterilidad, gozosa y discreta permaneció encerrada en su hogar.

A los 6 meses, la jovencita María, virgen , prometida y tutelada por el anciano que habría de ser su marido, José, recibió un anuncio similar. También le generó estupefacción, al no haber mantenido relaciones sexuales nunca. Pero quizá fue más perspicaz ante la gloriosa aparición y aceptó el encomendamento de su futura maternidad, y el mandato de poner a su hijo el nombre de Jesús.

Llegó el tiempo de la visitación de María a Isabel, y se quedó con ella 3 meses hasta que dio a luz su prima. Todos se alegraron del prodigio. Y al octavo día, tal como marca la ley, fueron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como al padre. Como éste no podía hablar, Isabel repetía que lo iban a llamar a Juan, nombre que no había sido revelado previamente por su marido debido a su mudez. Pero no eran aquellos tiempos de hembras, sino de varones, y hasta que Zacarías, acuciado, solicitó una tablilla y sobre ella escribió “su nombre es Juan”, no fue así aceptado.

Era el tácito reconocimiento del arrepentimiento de Zacarías, por dudar, y de su obediencia divina, pues el nombre ya fue adjudicado por Dios a través de su arcángel.

Después de 9 meses sin hablar, por fin recuperó la voz, y exultante por su otrora imposible paternidad, Zacarías se desató y prorrumpió en cantos de alabanza al Señor, uno de los cuales está recogido en la Biblia, Lucas 2 68-79:

68 Bendito sea el Señor Dios de Israel,
Que ha visitado y redimido a su pueblo,
 

69 Y nos envía un poderoso Salvador

De la casa de David su siervo, 

70 Como habló por boca de sus santos profetas que lo fueron desde el principio; 

71 Para salvarnos de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; 

72 Para hacer misericordia con nuestros padres,
Y acordarse de su santa alianza;
 

73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,
Que nos había de conceder
 

74 Que, librados de nuestros enemigos,
Sin temor le serviríamos
 

75 Con santidad y  justicia en su presencia, todos nuestros días. 

76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;
Pues irás delante del Señor, para preparar sus caminos;
 

77 Para anunciar a su pueblo la salvación,
Para perdón de sus pecados,
 

78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
 

79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pasos por el camino de paz.
 

 

El comienzo del canto, en latín, es Benedictus Dominus Deus Israel, que es otro de los himnos musicados por la corriente católica para uso en los diarios oficios de Laudes de la liturgia de las horas.

Zacarías tuvo un final trágico, no mucho tiempo después de estos eventos, no aclarándose las fuentes sobre cuánto tiempo fue, pues hay disparidad entre hipótesis que refieren varias semanas y otras que fueron 2 años los que transcurrieron en la datación del suceso luctuoso de la matanza de los inocentes, época de su muerte. Escarnecido Herodes con no haber encontrado al rey de reyes, comenzó a sospechar de Zacarías, tanto en que no había entregado su primogénito, según se había ordenado, como en que posiblemente sería, además, el anunciado por los magos de oriente cuando llegaron a Judea. Se lo requirió por tres veces, siendo la primera ocasión aprovechada por Isabel para coger a Juan y llevárselo a las montañas a ocultarlo. Tras el tercer requerimiento, Herodes envió unos secuaces, que, colándose furtívamente en el templo por la noche, mataron a Zacarías cerca del altar, en el tabernáculo de la Santa Alianza.

Un final parecido comparte el compositor de hoy, autor del Benedictus que sonará más adelante, ya que Alessandro Stradella ostenta el dudoso honor de ser el primer músico del que se conoce haber sido asesinado. De familia aristocrática, aunque prematúramente huérfano, su primera pista musical la encontramos en Roma, adonde fue a vivir con su madre y el resto de su familia. De entonces datan sus primeras obras, que le granjearon el reconocimiento del papa Clemente X, y también sus primeros escándalos, que fueron un intento de desfalco a las cuentas papales y una turbulenta y torpe, y breve también, carrera celestina, con un calamitoso arreglo casamentero en que timaron unos 10.000 escudos a una crédula mujer "fea y vieja".

Esta situación provocó que se mudara, probablemente no por voluntad propia, a Venecia. Allí no mejoró su actitud, llevando una vida escandalosa y libertina, según la percepción de la sociedad coetánea, pues el gran pecado que cometió fue arrebatarle la amante a un preboste nobiliario de la ciudad. Se fugó con ella a Turín, y hasta allí fue a perseguirlos el amante burlado, consiguiendo la extraña venganza de asegurarse por parte del arzobispo de la ciudad, que los había protegido alojándolos en sendos conventos, que o bien los obligase a casarse o bien ella abrazase la vida monacal. Se decantaron por lo primero, y, tras la ceremonia, dos secuaces lo apuñalaron, dándole por muerto.

No fue así. Escapó del entuerto. Y también de su novicia esposa. Y emigró a Génova, donde seguramente siguió con sus escarceos amorosos. Ya se sabe que quien nace lechón muere gorrino. Y fue en esta ciudad donde murió, esta vez sí, por un nuevo apuñalamiento, que no pudo esclarecerse, acabando con su vida a los 42 años.

A pesar de su azarosa y relatívamente exigua vida, Stradella nos ha legado un corpus que abarca unas 300 obras. Evidentemente, hablo de lo que ha sobrevivido. Y buena parte de esa antología superviviente la compone una extensa obra sacra. A pesar de su disoluta vida, que hoy no pasaría de ser considerada vivaracha, se mostró como un compositor refinado, de melodiosa fluidez, y muy inspirado hasta en los temas más piadosos. Era la época del seiscientos una era en que, como en otras muchas, no había opción para el descreimiento, y buena parte del encargo profesional era religioso, por lo que no había más remedio que esmerarse en las composiciones cuyo tema fuese sacro, que, además, en el caso italiano, su tratamiento no difería en exceso del dado a la composición de la ópera, hecho que era muy evidente en la creación de los oratorios, dramas sacros muy apreciados en las cortes católicas.
Hoy el tema es mucho más simple, pues, como ya hemos dicho, se trata de un sencillo motete que va a formar parte del oficio de laudes. Pero participa del lirismo y vivacidad latinos, que hace suyos también Stradella, compositor que durante mucho tiempo fue más conocido por su vida que por su obra, hasta el punto que es sólo hoy día que se le está dando más difusión a esta, después de un yermo vacío relleno paradójicamente con óperas en el siglo XIX basadas en su novelesca vida. Y también se le reconoce como el autor que introdujo los instrumentos de cuerda en los recitativos, las escenas de locura de la heroína en las óperas y la cristalización del concerto grosso, en disputa o en connivencia (¡a saber!) con su amigo Arcangelo Corelli.




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