Navidad barroca: Más no puede ser

Nacimiento de Jesús - Murillo

 

Después del rigorismo y de la gravedad británicos en los anthems purcellianos, vamos a contrastar un ápice con la algazara  y la mundanidad mediterránea de España. Y eso que podría parecer un tanto paradójico si nos atenemos a los conocimientos de la cultura de nuestro país por aquellos tiempos. Venimos de nuestra época dorada musical, en que éramos una superpotencia sonora. Pero el lenguaje era austero y solemne, muy acorde con la estampa de sobriedad y templanza que nos ha llegado de la vida cortesana renacentista. Pero en el mismo momento de más esplendor de nuestra nación comienza su decadencia, y junto al lustre y fama de nuestra monarquía, comienza a surgir la pobreza, el hambre y la picaresca. Y es que el mantenimiento del sueño imperial y el prestigio internacional hace insuficientes el poderío económico castellano y las remesas llegadas del recién descubierto nuevo mundo.

De esta manera, junto a la grandiosidad y elocuencia de un Tomás Luis de Victoria, surgen géneros populares que dan pábulo a los sentimientos más primarios y espontáneos de un pueblo ahogado. Aparece así el villancico, que como su nombre denota, es canto de villano, o sea, pueblerino o paisano. Sus temas, entonces, son igualmente populares y llanos. Y su temática, mundana y sensual. Es un género, además, muy flexible, por lo que no hay un patrón que lo defina claramente en cuanto a estructura, formando parte de ella los estribillos, las coplas, o las jácaras, que también componen otros géneros musicales.

Posteriormente, sobre todo en el barroco temprano, este canto empieza a ser asimilado por las élites culturales, y al implicarse en su composición, introducen elementos de refinamiento y distinción. Las letras ya son de poetas y los temas más nobles, por lo que incluso comienza a no estar mal visto el empleo de los villancicos para asuntos religiosos, por lo que se amplia su temática. Todavía en esa época, siglo XVII, el estilo musical es algo arcaico, poco imbuido de las tendencias europeas. Pero con el comienzo del siglo XVIII, y el cambio dinástico en la corona española, se inicia una modernización impulsada por el nuevo rey, Felipe V, por lo que nuestra música empieza a ser permeada por el estilo italiano, fundamentalmente, como atestigua la llegada a la corte por esa época de músicos como Doménico Scarlatti, Farinelli o, más tarde, Boccherini.

No obstante, poco ha avanzado nuestro conocimiento de esa época musical, pues la decadencia española, el aislamiento de nuestro país, la alargada sombra de músicos renacentistas como Victoria o Morales, y el tardío renacer de nuestra conciencia musical en el siglo XIX, con autores como Falla, Albéniz o Granados, consolidan una laguna cognoscitiva de dicho periodo, que se ahonda con, probablemente, hechos como el incendio del Real Alcázar de Madrid en 1734. Y es que la monarquía era el principal patrón y depositario musical. Poco a poco se va avanzando, quizá con más lentitud que en otros países, con más interés por la música, y que hace que florezcan más orquestas dedicadas a la interpretación historicista. En nuestro país fue pionero el catalán Jordi Savall. Y a su socaire, a finales del siglo pasado surgen nuevas orquestas como esta llamada Al Ayre español, que es la que nos trae este villancico navideño.

Como dije antes, el villancico en aquella época era un género muy amplio, conformado generalmente por estribillo y copla, cuyos temas podían ser profanos o religiosos, y, estos últimos, no necesariamente navideños. Nuestros actuales villancicos dimanan de ellos, pero su concepto ya no abarca sino un canto popular de temática religiosa navideña.

José de Torres fue maestro de la Capilla Real a partir de 1718, y, aunque hizo una gran labor de difusión de música teatral como editor, su labor compositiva en la corte se ceñía a la música sacra, de la cual es muestra este villancico moderno, influenciado por la cantata italiana, aunque manteniendo un sabor autóctono y algunos elementos diferenciadores, como son la presentación del asunto y la conclusión. Aquí te dejo “Más no puede ser”, Al Nazimiento de Nuestro Señor Jesuchristo.




Más no puede ser,

oh, eterna bondad,

y hoy menos te haces

por poder ser más.

Quién entenderá

baxar que es subir,

subir que es baxar,

pues de tu Deidad

baja al suelo el cielo

naciendo a penar,

sube eterno el polvo

en esse disfraz.

Quién entenderá

de esta sacra unión

la contrariedad.


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