San Esteban

Lapidación de San Esteban - Carracci

 

Hoy estamos acostumbrados a que estas fechas sean gozosas. Se celebra el nacimiento de un niño, y siempre son grandes las expectativas que depositamos en ellos, no pensando nunca en lo dramática o frágil que puede ser su existencia. Más en nuestro país, que posee la más alta tasa de supervivencia infantil del mundo. Pero en épocas pretéritas no era infrecuente, más bien muy probable, que el niño no alcanzase la edad madura. En el caso de Jesús, además, en su propio nacimiento ya prevemos su trágico final. Por eso, antiguamente, la celebración de la Navidad era más contenida y reflexiva, y daba para insertar, incluso, conmemoraciones más bien luctuosas, como lo es la onomástica de San Esteban, protomártir de la Iglesia, en el día de hoy.

Tiene el dudoso privilegio de ser el primer muerto, que se tenga noticia, por la causa del cristianismo, después, claro está, de su epónimo protagonista. Los datos se revelan en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Al comienzo de su misión predicadora, ya ellos mismos estuvieron a punto de sufrir el mismo destino. Pero un fariseo bueno, que también los había, llamado Gamaliel, les razonó al resto de sacerdotes en el sanedrín que ya antes se había logrado  abortar la propagación de ideas de otros personajes con su muerte, dispersándose sus seguidores a continuación. Así, decía que si Jesús era de la misma categoría, estos otros, los apóstoles, terminarían dispersándose sin más. Pero que si realmente era obra de Dios, no querrían estar en contra de los designios del Mismo.

Los apóstoles no cejaron en su misión evangelizadora, y fue tal el número de seguidores que se sumaban, incluidos gentiles como los hebreos, que ya comenzaban a tener problemas mundanos de intendencia, por lo que, para solventarlos, se impusieron las manos, llenas de Espíritu Santo, a siete elegidos de entre ellos para que los ayudasen en su labor de difusión de la Palabra. Uno fue Esteban, el cual, imbuido plenamente del espíritu, se lanzó como el que más a la predicación.

Pero en un paralelismo con la pasión de Jesús, fue falsamente acusado de ir en contra de las leyes de Moisés y de querer destruir el templo. Hubo turba, apresamiento y juicio ante el sanedrín. Esteban se defendió dando un somero repaso del antiguo testamento, con el que sacaba como conclusión que ellos, los judíos, habían traicionado continuamente la fe, las enseñanzas, a Dios mismo y a su propio pueblo, Israel, elegido por Él, y en el colmo de la soberbia, también habían asesinado a su enviado. Este alegato puso furiosos a todos los asistentes, pero el verdadero desencadenante de su martirio fue el comentar, en ese instante, que veía cómo se abrían los cielos encima de él y veía a Jesús a la diestra de Dios Padre. No pudiendo sus acusadores sufrir más esta blasfemia, lo arrastraron a la calle y lo lapidaron, procurándole una piadosa muerte, en la que, como Jesús, se dirigió a Dios para pedir el perdón de sus verdugos. Es por eso que las pinturas que quieren retratar los hechos, muestran la escena de la lapidación coronada con un cielo hendido por ángeles y un entronizado Dios en las nubes.

Este es el tema de esta cantata de Stölzel, Ich sehe den Himmel offen, compuesta para este día formando parte de su Oratorio de Navidad. En esto difiere con el de Bach, pues mientras el de éste es fundamentalmente narrativo, siguiendo los textos de los evangelios, el de Stötzel es conmemorativo según las fechas, y también reflexivo y catequizador.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Letrilla 2024

Don Urtasun Calabazas

Kim Jong-um íbero

Las Puertas del Delirio: El Olvido y la Canción

Adagio: Adagietto de Mahler

Las puertas del delirio: El Miedo

Vánitas: los sonetos de la muerte

SILENCIO

La Catrina

Adagio fantastico (de Vaughan Williams)