Navidad barroca: Adviento II
Visitación - Dirk Bouts |
Martín Lutero ha sido una gran figura en la historia de Europa, en el campo de la religión y de la moral. Pero también lo ha sido en el mundo musical, pues sus mismas teorías acerca de lo que debía ser la experiencia religiosa se aplicaron en su concepción de la música sacra, a la cual, por otra parte, consideró un extraordinario instrumento para exponer y ejemplificar sus tesis.
Hubo dos elementos primordiales que determinaron la
evolución de su pensamiento religioso hacia lo que hoy llamamos protestantismo.
Y uno de ellos estaba relacionado con la accesibilidad de cada creyente a la
palabra de Dios, recogida en la Biblia. En una época en la que el analfabetismo
estaba al orden del día, y en la que ya tampoco podía esperarse que nadie entendiera el
latín, la única conexión con la palabra de Dios la establecía el sacerdote al
explicar los libros sagrados a sus feligreses.
Lutero iba para abogado, hasta que un día en que
literalmente casi le parte un rayo, lo abandonó todo por la vida monástica. Su
personalidad compulsiva e inquieta lo llevó a adoptar una actitud existencial completamente
entregada al sacrificio, las oraciones, el flagelo, el peregrinaje y la
confesión constante. Probablemente su superior, harto de tanta desmesura, no
tuvo mejor idea que, para tenerlo entretenido, hacer que estudiara teología y
se ordenara sacerdote. Encendió, pues, la chispa que llevaría a Europa al
fragor de las guerras santas y al cisma de la iglesia romana. Y es que la misma
vehemencia física y espiritual de su vida monacal la empleó en su nueva vida
teológica y contemplativa. Y en su ansia de saber, llegó a la conclusión de que
no podía avanzar en la verdadera interpretación de las escrituras si no las
leía en las lenguas originales, lo que le llevó a estudiar griego y hebreo.
Pero después hizo un camino a la inversa, porque pensaba que ningún creyente
podía relacionarse verdaderamente con Dios si no podía beber directamente de la
fuente, por lo que tradujo la biblia al alemán.
Esta traducción, además de facilitar el acceso y la lectura,
o su aprendizaje, al pueblo llano, tuvo otros efectos colaterales. Uno de los
más importantes fue la minimización de la figura sacerdotal, al no necesitarse a nadie que te interprete los textos, lo que permitía al nuevo cristiano una
relación más íntima y cercana con su Creador. También fijó filológicamente el
alemán, a lo que contribuyó además con la composición de himnos religiosos en
alemán, que tenían el objeto de reforzar con poemas los dogmas mencionados en la
misa. Y en esta relación nueva con Dios, más sobria y austera, con
rechazo de adornos y aditamentos, que en su opinión nos desviaban de la búsqueda
de la fe pura, el único instrumento que no encontró disgregador fue la música.
Todo lo contrario, se percató de su utilidad para ponerlo al servicio de sus
himnos y atraer con ella, como canto de sirena, a sus feligreses. Pudo influir
en todo esto el que él supiera tocar el laúd y tuviera conocimientos musicales,
pues no solo componía letra, sino que también hacía lo mismo con la música. Este es el origen de los
famosos corales luteranos, que se interpretaban en las distintas liturgias, y que es la base también de la posterior cantata sacra germana.
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