Navidad barroca: Nochebuena I

 

Nacimiento de Cristo - Carlo Maratta

Aunque obra magistral de un gran genio, la creación de El Mesías no se debió al pronto inspirado de Haendel, sino al empuje de Charles Jennens, amigo y rendido admirador del compositor, cuya amistad se prolongaba desde hacía más de una década, y que desembocó en el papel que jugó como gran proveedor de textos en inglés para las composiciones del maestro.

Efectivamente, Haendel había declarado su intención de tomarse un descanso en el invierno de 1741, agotado como estaba por una década que le llevó una vez a la ruina, por la competencia suicida que tuvo por parte de la compañía Opera of the Nobility, creada por ciertos sectores de la aristocracia para acabar con su preponderancia en la dirección de la Royal Academy of Music, y que fue comandada musicalmente por el autor Nicola Porpora y la gran estrella del momento, el castrato Farinelli. Pero el desgaste también vino por el cambio en los gustos musicales del público londinense, hartos ya de unos dramas escritos en un idioma que no entendían y que además se retorcían enormemente, de ahí el éxito que empezaron a alcanzar las óperas-baladas, cuyo sustento eran unas parodias burlescas, precisamente, de  las intrincadas óperas serias de Haendel. Además de su sorna y la popularidad de sus temas, usaban el inglés como idioma para sus letras.

El idioma también fue otro factor, aunque en este tema estuvo más espabilado Haendel, y comenzó un nuevo género para satisfacerlo, el oratorio en inglés. Así, en la década de los 40 comenzó a alternar sus producciones operísticas en italiano con los oratorios en inglés, aunque el número de éstos aun fue exiguo. Era un oratorio según las convenciones del modelo italiano: una gran preponderancia de los coros, una temática religiosa basada en pasajes de la Biblia, una dramatización mínima y el uso de un idioma accesible a la audiencia.

El discreto éxito de sus últimas óperas de 1741, Imeneo y Deidamia, desanimaron a Haendel y provocaron, aun sin saberlo todavía él mismo, que abandonara definitivamente el género. Y cuando estaba dispuesto a relajarse, apareció Jennens, que ya había colaborado con él en los libretos de Saul e Israel en Egipto, para obligarle a componer música para uno nuevo que, como comunicó epistolarmente a algún amigo, no podría negarse, al ser su asunto el mayor de todos los asuntos posibles, El Mesías.

Jennens era un acaudalado y cultivado gentleman inglés, bastante devoto y concernido en la gran disputa del momento, que no era sino la duda sobre el protagonismo de la religión en los asuntos humanos que anidaba en el creciente agnosticismo de los hombres de la ilustración. Así vemos cómo estos temas no son originales de nuestros tiempos. Con la gran admiración que sentía por Haendel, y con su gran habilidad para interpretar las necesidades musicales de un texto, pues era un diletante que no se perdía ninguna temporada musical de Londres, vio a su amigo compositor como el gran medio para reivindicar el papel protagónico de Dios en la existencia humana. No es un libreto al uso, pues él no escribió nada nuevo, sino que fue una selección de textos bíblicos muy bien ordenados y muy adecuados para la pluma musical de Haendel. Ello convirtió a El Mesías en un oratorio muy peculiar, pues no había en él ninguna dramatización, ni tampoco había roles protagonizados por los cantantes, ni había narrador como en los grandes oratorios pasionales. Hay un fluir de la vida de Jesús que se intuye por el avance temático de la obra, la cual está dividida en tres partes, como actos tenía la ópera italiana. En la primera se trata el anuncio y el cumplimiento de la venida de Jesús, en la segunda su pasión y muerte, y en la tercera una explicación de la importancia de las dos anteriores. Curiósamente, usando más citas del antiguo que del nuevo testamento, las cuales se mezclaban en algunos números. Era como sentar una evidencia de la verdad de la fe en el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. No eran pasajes enrevesados ni crípticos, sino ampliamente conocidos por los oyentes de los servicios religiosos, pues la única pretensión de Jennens era afianzar esos dogmas en una audiencia ya familiarizada con los mismos, pero a través de un medio poco convencional, como era la representación de un asunto religioso en un teatro.

Haendel escribió la obra en tres semanas en los estertores del verano de 1741, y sucedió algo imprevisto entonces: aceptó una invitación del duque de Devonshire, que luego sirvió como Lord teniente de Irlanda, para montar una temporada teatral en Dublín. En principio, no estaba previsto que estrenara su nuevo oratorio allí, pero acabada en la primavera de 1742 dicha temporada, lo presentó para una serie de conciertos caritativos durante la época de Semana Santa, con gran éxito.

Posteriormente, ya de vuelta a Londres, fue estrenado, manteniendo a dos de las protagonistas en Dublín, que eran cantantes actrices, famosas por sus éxitos en las irreverentes óperas baladas ya mencionadas, lo que generó un cierto escándalo y desaprobación en el público londinense, a lo que se sumaba lo inapropiado de un teatro profano para un tema tan elevado, lo que derivó en una fría acogida de la obra.

Con el tiempo fue ganando adeptos. Haendel la usó para mantener conciertos anuales caritativos, lo que hizo de El Mesías una obra popular y muy representada, y ello provocaba el que la obra sufriera continuas modificaciones a tenor de los cantantes disponibles y de las sugerencias de Jennens, que al principio veía el oratorio como muy ligero y superficial en algunos pasajes, de ahí que la obra como la escuchamos hoy en día no tiene del todo que ver con aquella que insólitamente se estrenó en Irlanda.

Como se ve por lo escrito, El Mesías es una pieza total acerca de la fe y de Dios, y no fue prevista para una ocasión determinada, aunque la intención de Jennens era que fuera estrenada en la Semana Santa de 1742 en Londres. De ahí se ve que, a pesar de la popularidad de la obra hoy día en los prolegómenos de la Navidad, por su extensión y por su temática a veces lúgubre y meditativa de los dos últimos tercios, no sea ésta la época más propicia para su representación. Lo que hago yo, para encontrarle un sentido en la programación de hoy, día de Nochebuena, es mostrarte sólo la primera parte, muy consonante sus textos bíblicos con los rezados durante el Adviento, basados en Isaías y en el evangelio según San Lucas, en una gran versión histórica, la de Trevor Pinnock.



Entrada previa 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Letrilla 2024

Don Urtasun Calabazas

Kim Jong-um íbero

Las Puertas del Delirio: El Olvido y la Canción

Adagio: Adagietto de Mahler

Las puertas del delirio: El Miedo

Vánitas: los sonetos de la muerte

SILENCIO

La Catrina

Adagio fantastico (de Vaughan Williams)