Te Deum
El Te deum es un himno cristiano muy antiguo, de aproximadamente el siglo IV, y de autoría incierta, el cual es un canto de alabanza a Dios y de acción de gracias, por lo que se ha asentado en la tradición católica mediante su interpretación en la tarde de Nochevieja. Es un medio, además, hoy día, para obtener una indulgencia plenaria si se canta en dicha ocasión. Ya vimos que las indulgencias, al hablar de Lutero, consistían en la atenuación o remisión completa de las penas materiales impuestas como castigo por los pecados ya confesados y perdonados. No es fácil de conseguir la plenaria, más hoy en día, en que no somos capaces de sentarnos media hora a leer piadósamente la Biblia o rezar el Rosario (¿quién sabe hacerlo hoy día?). Tampoco es tan sencillo a través del canto del Te Deum: hay que hacerlo en público.
La obra sacra más famosa de Lully
fue, precisamente, un tedeum. La música religiosa no estaba entre sus
obligaciones como maestro de la corte, y muchas veces no se sabe bien a qué se
debe que la compusiera, pues no estuvo bajo contrato o auspicio eclesiástico
nunca. Es posible que se debiera todo a una manifestación más del pulso que
mantenía Luis XIV con el Vaticano, al no querer someterse, al menos
terrenalmente, a la autoridad de la Iglesia, lo que le llevó a redactar un
manifiesto titulado Declaratio cleri gallicani, en el que, entre otras tesis,
declaraba que el Rey no está sometido a la Santa Sede en asuntos mundanos y que
la autoridad papal en Francia en asuntos espirituales, ha de ser ratificada por
el monarca. El estreno de la obra fue en 1677 en Fontainebleau, con el apoyo de
una orquesta constituida por más de 150 músicos, como manifestación de la
majestuosidad de la realeza de Luis XIV, que se coloca, ante Dios, a la altura
del mismísimo Papa. No sabremos si por castigo divino ante tanta soberbia, pero
fue en un 8 de Enero de 1687 cuando Lully, dirigiendo una reposición del mismo,
sufrió el accidente con el báculo de dirección, que le ocasionó la herida en su
pie diabético y le llevó a la muerte.
La música, afortunadamente,
trasciende la historia, y hoy podemos escucharlo con regocijo para despedir
este año.
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