Navidad barroca: Nochebuena III
Madonna con niño - Esquivel |
Esta misa de la que te
voy a hablar forma parte de los cuatros actos litúrgicos que la Iglesia católica
celebra entre los días de Nochebuena y Navidad, la cual se ha convertido en la
más popular con el nombre de Misa del Gallo, el cual se debe a que los romanos
denominaban el Canto del Gallo al comienzo del día, es decir, pasada la
medianoche. En esta misa se narra el fragmento del Evangelio de San Lucas 2,
1-14, sobre el nacimiento de Jesús:
8 En la misma región había
pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las
vigilias de la noche. 9 Y un ángel del Señor se les
presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran
temor. 10 Mas el ángel les dijo: No temáis, porque
he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el
pueblo; 11 porque os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un Salvador, que es Cristo el Señor. 12 Y
esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre. 13 Y de repente apareció
con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y
diciendo:
14 Gloria a Dios en las
alturas,
y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace.
Motivo por el que se entona en esta misa
el motete Gloria in excelsis, que debido al
recogimiento del tiempo del Adviento estaba proscrito en la liturgia. Es un
himno antiquísimo, de autoría desconocida, que se piensa que comenzó a
utilizarse en las misas a raíz de su aprobación por parte del papa Telesforo
(128-139) para su uso, precisamente, en la fiesta de Navidad, aunque después se
extendió a todas las celebraciones a excepción de las correspondientes a la
Cuaresma y el Adviento. Es por ello que muchas misas latinas lo incluyen. Pero
también hay composiciones que usan exclusivamente el himno. Una de las más
bellas y conocidas es a cargo de Antonio Vivaldi, el cual compuso
varias, de las cuales, la más famosa fue la RV 589 en
fa mayor.
Aunque su fama puede deber más a la
fortuna que al empecinamiento de la obra por permanecer en los corazones diletantes
a lo largo de la historia, como casual fue el descubrimiento de la música sacra
de Vivaldi, allá por los años veinte del siglo pasado. Tras unos estudios iniciales,
el compositor Alfredo Casella se embelesó de tal manera con el Pater Rosso,
que organizó una “Semana Vivaldi” en 1939, para la que eligió la reposición de
esta obra y la ópera L’Olimpiade.
Hoy se sabe que en 1715, como consecuencia
de la ausencia de maestro de capilla en el Ospedale della Pietá, institución de beneficiencia para mujeres, donde, entre
otras actividades, aprendían música y a tocar instrumentos, y en la que Vivaldi
trabajaba como director de orquesta por un salario anual de 100 ducados, los
directores le ofrecieron 50 ducados adicionales, que es lo que le pagaban al
director de coro mayormente por componer música, a cambio de la provisión de
obras mientras conseguían cubrir la vacante. Concretamente le encomendaron la
composición de una misa completa. En Italia, en aquel entonces, la misa
ordinaria constaba tan sólo de las secciones del Kyrie, Gloria y,
ocasionalmente, Credo, siendo sustituidos el Sanctus, Benedictus y Agnus
Dei, por motetes y piezas instrumentales. El problema radica en que hay
varios Gloria, sobre todo uno catalogado como RV588 en Re mayor, que
podría ser perfectamente el elaborado para dicha ocasión, ya que la datación de
estas obras es dificultosa por no conservarse en manuscritos. El que la pieza
aparezca aislada, puede deberse perfectamente a la pérdida del resto de las
secciones, ya que los Kyrie que han sobrevivido no casan ni por
instrumentación ni por tonalidad, con ninguno de los Gloria.
Una teoría probable, es que el RV589 se compusiera para una misa
de acción de gracias en 1716 por la victoria de Venecia y sus aliados en los
Balcanes frente al Imperio Otomano.
Sea como fuere, Castello, con su elección en 1939, contribuyó a
que fuera esta versión la que se difundiese, y su éxito permanente ya no se
debe a la casualidad, sino a su esplendente y animado inicio, a la
majestuosidad de su instrumentación con aderezo de metales, y al loable
equilibrio entre su melodiosa factura y su elegante armonización.
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