2º día de Navidad

Anunciación a los pastores - Bloemaert

Mucho se ha referido acerca del atributo divino, casi místico, del lenguaje musical de Bach. Y el hecho de que prácticamente no compusiese sino música sacra, iba en la dirección de confirmar esta predestinación ascética de su obra. Pero si tenemos en cuenta que este oratorio en concreto, del que tratamos hoy, pieza de las más consistentes que creó en cuanto a inspiración divina, está basado en la reutilización de material previo, que además lo fue para argumentos profanos, parte de este edificio espiritual se nos podría venir abajo.

Bach consiguió en 1729, tras arduos intentos de acceder a otros puestos municipales en Leipzig, ser maestro de capilla de uno de los dos Consortium Musicum de la ciudad, a través del cual podrá organizar espectáculos seglares, y, asimismo, estrenar obras propias con el sello de “dramma per música”. Posiblemente, la tirantez que siempre mantuvo con la municipalidad no le permitió explotar más esta vertiente, pero fue suficiente para que estrenara un buen ramillete de obras profanas.

En 1733 compuso dos cantatas para festejar el cumpleaños del heredero del Elector de Sajonia, Federico Augusto I el Fuerte, y el de su esposa, respectivamente. La primera era una alegoría mitológica centrada en el personaje de Hércules, con lo que cabría preguntarse cómo podía encajar una misma música en dos textos tan diferentes.

Lo primero que favoreció su utilización era el carácter alegre de las dos composiciones, sirviéndose fundamentalmente de la tonalidad mayor. El resto ya depende de lo que cada uno quiera opinar. Hay quien dice que Bach ya tenía en mente el oratorio cuando comenzó a escribir las cantatas profanas. Pero yo prefiero pensar en la magnificencia de su genio, que es capaz de adaptar y acomodar la música para dos tipos tan distintos de festejos. El que relacionemos su música con la inspiración divina no es más que un camino a la inversa: su gusto musical, visto a posteriori, hace que la valoremos así al relacionarlo con el destino principal de la misma, que fue la intención religiosa. Y no al revés, que debido a que su destino era sacro, fue lo que realmente le ayudó a encontrar tan desbordada inspiración.

Como ejemplo de lo dicho, baste mencionar que la preciosa aria para alto del oratorio, convertida en nana para el niño Jesús, la emplea en la cantata BWV 214 para tentar eróticamente a Hércules.

Schlafe, mein Liebster, genieße der Ruh,

Wache nach diesem vor aller Gedeihen!

Labe die Brust,

Empfinde die Lust,

Wo wir unser Herz erfreuen!

¡Duerme, querido mío, goza del reposo,

que luego por el bien de todos velarás!

Deleita tu pecho

y siente el gozo

que nuestro corazón alegra.

La narración sigue usando pasajes del Evangelio de Lucas, relacionados con el anuncio por parte de los ángeles a los pastores del nacimiento del Mesías para que vayan a adorarlo. Las arias son obra de Picander, y las corales de autores de himnos luteranos, Johann Rist y Paul Gerhardt.

Los críticos coinciden en considerar la sinfonía inicial una obra maestra, en que los ángeles se van aproximando apoyados en flautas y violines, a través de la tranquilidad nocturna, y los pastores van surgiendo con ayuda de oboes da caccia y d’amore, progresando la música en un in crescendo idílico entretejido por ambas sintonías.








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