Santos Inocentes
Existe una información más
profusa en los evangelios apócrifos, de los cuales destaca el llamado armenio.
Según él, la Sagrada Familia aún vive en Belén, una vez circuncidado y
purificado el niño, pues todo este asunto había caído en el olvido de Herodes. Fue
posteriormente, azuzado por un maledicente paisano de Belén, que se trastornara
y obcecara con localizar a Jesús y matarlo. Su exterminio alcanzó trece mil
sesenta niños de ochenta y tres aldeas circunvecinas. Según este evangelio,
José y María ocultaron el niño y luego huyeron a Egipto, pero según el
evangelio canónigo la huida fue anterior, lo que le salvó de perecer.
Supongo que tratándose de unas
fiestas alegres, y siendo el carácter español consonante con esa euforia, el
pueblo inventaría la manera de huir de tamaño hecho triste para sacarle una
moraleja divertida. Y ya que los Reyes Magos engañaron a Herodes y con ello
salvaron al Niño Dios, en este día se da rienda suelta al engaño y a la burla,
y se celebra un acto pagano de desenfado dentro del rigor litúrgico.
En el sur de Italia no necesitan
tampoco mucho empuje, pero si el desenfado de sus paisanos lo entroncamos con
un mandato español, la mezcla ha de ser necesariamente divertida.
Nápoles fue un virreinato español
desde 1503 hasta 1707, cuando se perdió a manos de Austria como consecuencia de
los tratados derivados de la guerra de sucesión española. Durante este tiempo, sobre
todo en el siglo XVII, floreció una gran actividad musical en la zona, siendo,
como hemos visto, el lugar de origen de la más famosa y típica ópera italiana.
Era un verdadero hervidero musical y festivo. No hay más que saber que festejaba
a su patrón, San Genaro, en tres fechas distintas, aparte de tener otros seis
patrones protectores, también festejados, y que celebraba además otras diez fechas
dedicadas a la Virgen María. Con todo, las fechas más sonadas eran Semana Santa
y Navidad.
Nápoles era además una cantera de
músicos, sobre todo por la costumbre de tener entidades de beneficencia u
hospicios donde se recogían toda clase de niños necesitados o huérfanos, a los
que se le ofertaba una educación, sobre todo musical, pues así se podían
sostener todos los coros de las abundantes capillas e iglesias que jalonaban la
ciudad. Como los cuentos de Harry Potter, a los que probablemente sirvió de
inspiración, descollaban cuatro: Sant'Onofrio a Capuana, Pobres de Jesucristo, Santa
Maria di Loreto y la Pietà dei Turchini, cada uno con su indumentaria característica, de ahí el nombre de turchini de la última, debido al color turquesa de la misma..
Era tradición en Navidades el que
agrupaciones de estos niños, llamadas frotte,
actuaran en el palacio vicerreal, para hacer pequeñas representaciones
laudatorias al nacimiento de Cristo. Todas las cortes menores la intentaban
emular, y además las calles se llenaban con reposiciones populares de los
mismos eventos. La base musical era facilitada por cualquiera de los músicos
profesionales adscritos a los conservatorios o cualquier otra entidad musical
del municipio.
De entre estos músicos destaca la
figura de Cristofaro Caresana, músico veneciano afincado en Nápoles, que ocupó
varios cargos musicales en la ciudad, entre ellos el de director musical del
conservatorio de Sant’Onofrio, y del que se conservan bastantes de estas
cantatas teatralizadas, y que siempre llevaban el sobrenombre de “Per la
Nascita del Verbo”. Su función no era tan solo la de suministrar partituras
para su escuela, sino para las demás también. Estas cantatas celebraban la
fiesta del nacimiento de Jesús, entre coros de pastorcillos y ángeles, pero
muchas veces el tema era alegórico y escondía alguna crítica, sobre todo al
poder impuesto español, como pasa en una titulada La Caccia del Toro. Además se servían de melodías populares, muy
atrevidas para una representación litúrgica, como es la que nos ocupa, La
Tarantella, cuya importancia radica además en ser la primera vez que
aparece escrita en su integridad en la historia de la música.
Si las dos grandes celebraciones
cristianas, Navidad y Pascua, compartían un periodo de recogimiento y
meditación, como eran Adviento y Cuaresma, respectivamente, también se
asemejaban en este peculiar tono carnavalesco que adquiría la Navidad el día de
los Santos Inocentes, con la única diferencia que el carnaval estaba inmerso en
el meollo de las fiestas.
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